Crítica 'Ant-Man'

La fábula de la hormiga y los superhéroes

ant-man. Aventuras/Acción, EEUU, 2015, 117 min. Dirección: Peyton Reed. Intérpretes: Paul Rudd, Michael Douglas, Evangeline Lilly, Corey Stoll, Jordi Mollà, Matt Gerald, John Slattery, Hayley Atwell, Bobby Cannavale, Michael Peña, Judy Greer y Wood Harris. Guión: Adam McKay, Andrew Barrer y Gabriel Ferrari. Fotografía: Russell Carpenter. Música: Steven Price.

La catarata de estrenos Marvel no cesa. Ahora se pesca de este mar inagotable una divertida criatura creada por Stan Lee y Jack Kirby en 1962: el hombre hormiga que puede reducirse al tamaño minúsculo de un insecto, pero que está dotado con unos poderes multiplicados y con la posibilidad de comunicarse con las hormigas. Algo así como un cruce entre El increíble hombre menguante de Richard Matheson y El extravagante Dr. Doolittle de Hugh Lofting. Y lo que el argumento propone, la película lo consigue: lo pequeño triunfa sobre lo grande.

Hartos ya de inflados superhéroes seudowagnerianos (Nolan) y de los ruidos visuales y sonoros de la orgía digital (todas las demás, unas mejores y otras peores), recibimos Ant-Man como una inteligente, divertida y ligera película de aventuras fantásticas que no pone límites a la imaginación más loca, no se toma a la tremenda lo que cuenta, no pretende convertir un tebeo en las obras completas de Esquilo, Sófocles y Eurípides, no sacrifica la inteligencia cinematográfica -incluidos los divertidos diálogos, las situaciones absurdamente asombrosas y los hallazgos visuales- a la dictadura de los efectos especiales y no prescinde del humor. Por lo que esta película se ve con el mismo placer con el que mi generación leía los tebeos de la editorial Novaro que importaban vía México los superhéroes americanos. Un placer puro que no precisa justificaciones académicas, interpretaciones psicológicas o hinchazones dramáticas. Le basta la historia trenzada por el ladrón de buen corazón (Paul Rudd) y el científico que recurre a él para frenar desarrollos perversos de sus descubrimientos (Michael Douglas) para, partiendo de la más cotidiana realidad, alcanzar las cumbres fantásticas y fantasiosas que someten las posibilidades ofertadas por la moderna tecnología a las exigencias de la imaginación y la inteligencia. Así desde los apuros del minúsculo protagonista para no ser pisado en una piste de baile hasta la fantástica lucha en el tren de juguete, pasando por la fuga de cárcel a lomos de una hormiga voladora.

Que en el guión hayan intervenido Edward Wright -quien en principio iba a dirigirla-, Paul Rudd, Joe Cornish (a quien debemos Attack on the block) y Adam MacKay debe tener que ver con el buen resultado final. Pero también, en una decisión que alteró las redes con polémicas entre los fans y los detractores de las producciones Marvel, que la dirigiera Peyton Redd, un buen artesano sin pretensiones (Abajo el amor, Separados, Dí que sí). Porque es su ausencia de otra pretensión que la de entretener y divertir, devolviéndole al universo de superhéroes -en este caso más bien microhéroe- su verdadera naturaleza deliciosamente intrascendente, en lo que la película triunfa. En esta fábula el minúsculo hombre hormiga vence a los gigantones superhéroes con pretensiones.

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