Cultura

Un viaje desde la violencia a la paz

  • Thierry de Peretti presenta en la Sección Oficial 'A violent life', una obra sobre el terrorismo corso

  • Václav Kadrnka defiende 'Little crusader', un "poema" visual que aspira a ser "como una oración"

El actor Karel Roden, protagonista de 'Little Crusader', con el director de la película, Václav Kadrnka.

El actor Karel Roden, protagonista de 'Little Crusader', con el director de la película, Václav Kadrnka. / josé ángel garcía

Dos películas se presentaron ayer en la Sección Oficial del festival, y si no antagónicas, desde luego sí extremadamente diferentes. En la primera, A violent life, el director francés Thierry de Peretti, nacido y criado en Córcega, reconstruye una etapa especialmente dolorosa y convulsa de la historia reciente de esa isla del Mediterráneo, marcada a sangre y plomo en los años 90 tanto por el terrorismo como por los conflictos y las escisiones en el seno de los grupos nacionalistas corsos más radicales que tiempo atrás, en los 70, llegaron al punto sin retorno de recurrir a la violencia para intentar independizarse de Francia.

"No aspira a ser una reconstrucción periodística, sino una evocación, una especie de destilado de los recuerdos que han quedado en mi cabeza. Más que una realidad, la película muestra un imaginario de aquellos tiempos", explicó ayer De Peretti, que en aquel entonces, los años 90, tenía la misma edad que el protagonista de su película, un joven veinteañero, estudiante modelo, perteneciente a una familia bien y simpatizante de la causa independentista, que, seducido por el nihilismo MTV de la época y el aura romántica de la lucha, y empujado por unos amigos malotes metidos en trapicheos de drogas, acaba involucrado en las actividades del Frente de Liberación Nacional de la isla.

En una Córcega crepuscular, melancólica y tirando a fea, vulgar e inhóspita, en las antípodas de la postal turística de playas y montes y aguas de azul apoteósico, el cineasta se vale de las andanzas de ese ingenuo muchacho, "inspirado en un joven que existió, un joven militante nacionalista" al que conoció y trató personalmente, para, según sostuvo ayer en la rueda de prensa, "retratar distintos círculos de la sociedad corsa" durante aquellos tiempos en los que terroristas y mafiosos se movían en círculos demasiado parecidos, lo que propició, y eso es lo que se propone mostrar también la película, un amplísimo abanico de formas de morir violenta y absurdamente. "Hoy es todo mucho más complicado, y más global, y para los jóvenes es difícil asumir políticamente ciertas premisas como la violencia; pero no sólo es que existan maneras muy distintas de militar: es que hoy los nacionalistas están en el poder y son lo institucionalizado", afirmó el cineasta, que invitó a sus actores, muchos de ellos no-profesionales, a leer El idiota, la novela de Dostoievski, "no tanto porque tenga algún reflejo en la trama como para situarlos mentalmente". "Espero que los personajes no estén instrumentalizados, que no parezca que están ahí sólo para llevar un discurso", admitió De Peretti, que en el filme, lleno de subrayados didácticos, aporta sin embargo no pocos motivos para dudar de que haya conseguido tal propósito.

En la otra película que ayer se sumó a la competición por los premios, Little Crusader, el checo Václav Kadrnka, se inspira en un mito medieval -el de los niños repentinamente iluminados que partieron a la Cruzada- para componer una especie de poema visual, "como una oración", dijo, que aspira a aportar al espectador "90 minutos de paz, quietud y pureza; si logro eso, estaría más que encantado". Se basa para ello en un poema de principios del siglo XX de su compatriota Jaroslav Vrchlický. "Aunque suene muy elevado, quería hacer una película espiritual, metafísica, un poema infantil, puro e ingenuo", dijo Kadrnka, al que acompañó el protagonista de la obra, Karel Roden.

Con Bresson o Tarkovski como referencias cinematográficas confesas, el cineasta narra la fuga del hogar de un niño, dispuesto a caminar hasta Tierra Santa sin más armas que la fe y la inocencia para redimir al mundo entero, y la angustiosa pero a la vez serena y extática búsqueda de éste por parte del padre, que va encontrándose por el camino señales del paso del niño en trance de convertirse en mito, a punto de pasar a engrosar canciones, cuadros y poemas. "Esto lo quise contar con imágenes y sonidos, más que con naturalismo y psicología", explicó el director. Cabe añadir que también con un reconcentrado silencio y una duración de los planos que buscan hacer sentir, de algún modo, el paso del tiempo y la aparición de alguna clase de revelación.

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