Cofrades para la historia

Antes que trianero fue soleano

  • Antonio Ordóñez Araújo (1932-1998). Creció en Nervión, estudió en los Escolapios y debutó en la Soledad. Antonio García Carranza lo llevó a la Esperanza de Triana y fue su hermano mayor

Antonio Ordóñez Araújo

Antonio Ordóñez Araújo

Antes que de luces ya vistió la túnica de nazareno el mejor torero que jamás vimos los de nuestra generación. Era de Ronda por su cuna, aunque circula una leyenda por la que Antonio Ordóñez habría nacido en la casa madrileña que sus padres tenían en El Plantío y que fue trasladado a Ronda tras la cuarentena. Sin duda conlleva más carga literaria ser de Ronda aunque no se llamase Cayetano que en Majadahonda. No seremos nosotros, sin embargo, los que pongamos aquí en duda su origen rondeño y tampoco su acendrada vocación de sevillano enamorado de las tradiciones de esta ciudad.

Y es que la familia que formaban el Niño de la Palma y Consuelo Araújo con toda su prole se trasladó a Sevilla cuando Antonio era un niño de corta edad. Tras su paso por las Esclavas de Ronda, Antonio ingresó en los Escolapios, entonces en la calle Escuelas Pías, y mientras se ilustraba empezaba a hacer sus pinitos toreros siempre impulsado por su padre. El gran Cayetano veía a sus cinco hijos varones como futuros toreros, algo que con el tiempo se haría realidad. Paralelamente a sus inicios toreros, Antonio se imbuía poco a poco de Sevilla, pues aunque vivía en Nervión, el estudiar en un colegio del centro influyó mucho en que, por ejemplo, la Semana Santa se le metiese en las venas.

De esa manera ocurre que Antonio vista antes de nazareno que de luces, ya que con sólo quince años llegaba a la Soledad de San Lorenzo, jurando como hermano el 21 de marzo de 1947. Estamos hablando de un tiempo en que Antonio Petit García era como el alma máter de la hermandad que cerraba y cierra la Semana Santa. Aún novillero, año 1950, Antonio donaba el primer traje de luces de los varios que regalaría a lo largo de su carrera. Con él se confeccionó en el taller de Carrasquilla una saya para la Virgen que se estrenó en el besamanos de enero del 51. En 1955 regaló otro vestido, siendo el último un lila y oro con el que había triunfado en Sevilla el sábado de Feria del 67. No obstante, su regalo más valioso fue el puñal de oro y pedrería que la Virgen estrenó en la Semana Santa de 1970.

El cambio que se experimentó en la liturgia católica en 1956 impidió que Antonio siguiera vistiendo la túnica soleana. El Sábado de Gloria se convertía en Sábado Santo y la Soledad de San Lorenzo dejaba de procesionar el viernes y pasaba al sábado a fin de no perder el honor de ponerle el punto final a la Semana Santa de Sevilla. Antonio, bien en Sevilla o en Málaga, iniciaba la temporada el Domingo de Resurrección y no era cosa de salir de nazareno el sábado y hacer el paseíllo el domingo.

Eso y el fallecimiento de Antonio Petit, su gran amigo soleano, fue alejándolo de San Lorenzo para que otro tocayo y amigo entrañable tirase de él hasta hacerle cruzar el puente. Ese amigo era Antonio García Carranza y el destino no era otro que el de acompañar en la Madrugada a la Esperanza de Triana. Se hacía compatible vestir el capirote verde de los trianeros y ceñirse en el chispeante en fecha tan señalada como la del Domingo de Resurrección.

Era habitual en Antonio que todo lo que emprendiese llevara la impronta de su entusiasmo y ese entusiasmo que también puede ser novelería le llevó a convertirse en el más trianero de todos los trianeros. Todo venía con el adobo de una religiosidad muy arraigada y que en esos comienzos de los sesenta se veía fortalecida por su participación en Cursillos de Cristiandad que llevaba a cabo junto a sus más allegados, la cuadrilla por supuesto en primera fila, y bajo los auspicios de Álvaro Domecq en su finca jerezana de Los Alburejos.

Estaba Antonio en lo más alto de la ola taurina y su llegada a la hermandad de calle Pureza tuvo una gran acogida en el arrabal y guarda. Allí se sintió Antonio muy a gusto junto a su tocayo García Carranza, a la sazón hermano mayor de la hermandad. El torero se integró rotundamente en la hermandad, vivía su día a día y pronto fue postulándose para escalar posiciones en el organigrama de la gran institución trianera. Y como hacía en San Lorenzo, más trajes de luces, un grana y oro con el que reapareció en Sevilla precioso, las rosas rosas para acompañar a la morena trianera en su paseo por Sevilla, un manto y... hermano mayor.

Ni la Legión de Honor de los franceses, ni la medalla de las Bellas Artes que le concedió Aznar, ni las crónicas de Papá Ernesto en Life, el título que más a gala llevó Antonio Ordóñez por la vida fue el de hermano mayor de la Esperanza de Triana y su vestimenta preferida no era aquel azul pavo y oro con el que le brindó al Príncipe en Sevilla ni el heliotropo y oro de la tarde de los Urquijo con Puerta y Fuentes en la Maestranza, su ropa preferida era la túnica verde del palio de Triana con la que fue amortajado.

Y ese entusiasmo se lo contagió a Carmina y a Belén, sus hijas del alma, y a Paquirri, su amado yerno, y, por supuesto, a su nieto mayor, a ese Francisco Rivera y Ordóñez por su abuelo que deja lo que sea donde sea por estar ensayando por Triana con los costaleros del paso de Cristo. Y es que Antonio era de Ronda, sí, pero se moría de gusto con Sevilla.

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