Viernes Santo Horarios, itinerarios y recorridos del Viernes Santo en la Semana Santa de Cádiz 2024

La antigua y emblemática estación de Renfe es el marco ideal para cualquier evento. Lo demostró con la celebración del 150 aniversario del Diario, pero ya volvió a la vida antes, en 2012, con la Cumbre Iberoamericana. Lleva años cerrada a la espera de que la situación económica y la voluntad política hagan viable un mercado gastronómico o cualquier proyecto que esté a la altura de un inmueble como no hay otro en Andalucía. Y aunque parezca increíble, si tenemos presente que por un triste ascensor llevamos más de un año de retraso para estrenar la estación de autobuses, o que en estos días se han licitado las obras del carril bici que diseñaron los fenicios, será difícil que los jaramagos no superen de nuevo el metro y medio de altura en el interior de un edificio de lujo, con el que nadie sabe qué hacer, antes de que vuelva a caer en el olvido.

Los trabajos de acondicionamiento de la antigua estación para albergar el acto presidido por Felipe VI ensalzaron la majestuosidad de su nave principal, sus dos laterales y los torreones. Brilló con luz propia cuando se presentó el Rey ante los invitados, todos en pie, aplaudiendo, y durante su discurso defendiendo el valor cívico del periodismo y reivindicando sus grandes aportaciones para articular una sociedad más libre, avanzada e inteligente. Cuando Felipe VI se acercó a saludar a los presentes, tras referirse a Cádiz como cuna de la libertad, la mayoría olvidó que la estación lleva años abandonada a su suerte. Pero tras el almuerzo, llegaron las tareas de desmontaje sin que a nadie se le ocurriera una idea para el uso y disfrute de todos. Y cuando la antigua estación volvió a la realidad, en apenas 48 horas, a su espíritu le asaltó la misma duda que a David Navarro cuando entregó la medalla de oro a la Patrona sin el menor afecto a ojos vista, ni convencimiento alguno: "¿Qué hago yo aquí?"

Un siglo y medio después de que se construyera la línea ferroviaria entre Cádiz y Sevilla, oculta tras el edificio de aduanas, este histórico inmueble está muerto en vida, diáfano y listo para albergar cualquier propuesta, huérfano de atención y diligencia. No se trata, por desgracia, de una excepción. Tampoco sabemos qué hacer con el Castillo de San Sebastián, por no hablar de tantas iglesias de intramuros que permanecen cerradas por más tiempo del deseable. Pese al progresivo aumento de visitantes, a la ciudad más antigua de Occidente parece que se le han agotado sus iniciativas para dar a conocer su Teatro Romano imperial y sus yacimientos fenicios y su casco histórico sin parangón y sus murallas, en muchos casos un tributo a la desidia. Ni siquiera un monumento nacional como es el frente de la Puerta de Tierra con sus bóvedas, sus fosos y sus baluartes ha recibido la atención que merece en décadas. El gobierno local parece que por fin tiene un plan para promoverlo y conservarlo. A estas alturas nos conformamos con lo segundo, ya que la decadencia y la dejadez sólo garantizan la ruina. A la capital le pasa como a la provincia, que no sabe cómo aprovechar su enorme potencial. El Rey destacó que Cádiz es una ciudad de primera, pero es muy fácil perder la categoría. Si el pasotismo reinante diera paso al empuje y a la ilusión, no habría lugar a la preocupación.

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