Jueves Santo Horarios, itinerarios y recorridos del Jueves Santo y Madrugada en la Semana Santa de Cádiz 2024

Este es un país "muy raro". Lo destacó esta semana Alfonso Guerra, en un acto para conmemorar el aniversario de la Constitución. Él mejor que nadie lo conoce como la madre que lo parió. Y se refirió con fina ironía al empeño de algunos en enterrar lo bueno de la Transición, un periodo que desde Podemos denominan con desdén como el régimen del 78. A nadie puede extrañar, por tanto, que el gobierno municipal de Cádiz celebre el 6 de diciembre con el mínimo entusiasmo. Al fin y al cabo, que sus miembros tarareasen el himno mientras se iza la bandera resultaría poco creíble, ya que ellos, quizá porque no la parieron, no creen en los valores que trajo la Transición le pese a quien le pese: la libertad y el progreso.

Si el comportamiento de los podemitas era de esperar, sin declaraciones ni florituras, y sin el himno siquiera no vaya a ser que los confundan con unos gobernantes al uso, menos se entiende la falta de ímpetu de los socialistas a la hora de defender sus virtudes. A muchos parece que se les olvidó que la Carta Magna se fraguó gracias, principalmente, a la capacidad de sus líderes -Guerra entre ellos- de ponerse en la piel del otro para alcanzar el gran consenso. O tal vez su mala memoria se deba a ese complejo que le impide al PSOE, en la actualidad, vencer al temor a verse desplazado por la izquierda más radical en su proyección sobre su potencial electorado. Frente al escaso interés mostrado por unos, como si la Constitución fuese la de Polonia, cuando el concejal popular Juan José Ortiz empezó a lanzar vivas a España y al Rey, como el año pasado, algunos le criticaron por parecer un líder de la extrema derecha. Y si lo comparas con el resto, está claro que no hay término medio.

Una sociedad que en su mayoría se siente más cómoda con la bandera de cualquier otro país en su camiseta o la mochila -se ven mucho italianas e inglesas, sobre todo- antes que con la suya propia, es obvio que está para el psicólogo. Y tampoco parece muy sensato no aceptar todo lo bueno que trajo la Constitución. Es obvio que, como afirman los expertos, conviene reformarla por cuestiones varias. Cómo designar a los componentes del poder judicial es un debate abierto, así como la idea de clarificar las competencias del Estado y las autonomías. También urge definir los principios que impulsen la financiación autonómica y establecer el papel del Senado en el futuro. Todo esto y más ha de discutirse cuanto antes, pero de ahí a rechazar la Constitución dista un mundo, el que separa la sensatez del activismo hueco.

De los políticos se podría decir lo mismo que de los árbitros, los mejores son aquellos de los que menos se habla. Pero muchos se empeñan en dar que hablar a diario. Y este es un signo fundamental de este tiempo: por extraño que parezca, toda una generación de dirigentes políticos no sabe qué hacer con un bien tan preciado como la ley fundamental que permitió a los españoles gozar de nuevo de una vida privada en libertad. En lugar de apreciarla y ensanchar sus posibilidades, optan por ignorarla, como ese niño mimado que no sabe qué hacer con el mejor de los regalos de sus padres. "Es muy, muy, raro... fíjense que su himno ni siquiera tiene letra", insistía Guerra.

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