Jueves Santo Horarios, itinerarios y recorridos del Jueves Santo y Madrugada en la Semana Santa de Cádiz 2024

Sobran dedos de una mano para recordar un alcalde que se retirara a tiempo. A todos los políticos les duele la boca de hablar de la regeneración democrática, qué duda cabe, pero sólo para hablar del contrario. Una vez que alcanzan el poder, se mueren por conservarlo. Y sin ningún miramiento, los partidos ofrecen la versión más mezquina de la condición humana cuando llega la pugna por el control de la militancia. La consigna en el PP es sufrir las crisis internas en silencio, lo que no quiere decir que sus dirigentes no se las tengan tiesas. Les distingue del resto que suelen lavar los trapos sucios en casa. Disimulan con tanto aplomo, que muchos parecen figuras de cera que ni sienten ni padecen. La izquierda en cambio es especialista en ofrecer espectáculos bochornosos. Y lo más cómico es que al duelo a garrotazos lo llaman pluralidad. Como ha demostrado Podemos, al parecer lo llevan en la sangre. Nada más nacer, sus líderes han ofrecido un combate sin reglas, como si hubiesen surgido de una civilización primitiva. Tanto los pablistas como los errejonistas exhibieron las técnicas y los medios más modernos para tomar el mando sin escatimar golpes bajos. Pero a pesar de su empeño, actuaron como simples aficionados en comparación con los socialistas al disputarse la gracia del militante a cara de perro. Manolo Barea firmó hace unos años una magnífica crónica sobre la lucha por el poder en el PSOE que tituló Grupo Salvaje, en referencia al clásico que relata las tropelías de unos atracadores de bancos acorralados por unos cazadores de recompensas. Exageraba, pero sólo un poco, a tenor de cómo se las gastaban las distintas familias.

Aquellas batallas parecen hoy un juego de niños visto cómo las gastan los socialistas en sus primarias. Nunca antes se vivió una bronca tan suicida con tan malas artes y tan poca sensibilidad y respeto. Ni guerristas contra felipistas, ni peralistas contra romanistas y ni los pizarristas contra los griñanistas llegaron tan lejos. Habría que remontarse a la Segunda República para recordar algo parecido. Pedristas y susanistas están dispuestos a despellejarse en vivo y en directo y para acribillar al rival han elegido las redes sociales. Actúan como chiquillos con un juguete nuevo. Y al margen de hacerse con el control de la organización, el objetivo parece estar en destrozar al contrario. Sánchez se ha erigido en representante de la militancia en la tierra por su gracia divina. No le quedaba otra tras ser fulminado por el aparato del partido. Parapetado en su 'no es no' frente a Rajoy sin matices ni reservas, ahora reniega de sus compañeros porque ya no los considera dignos herederos del socialismo más puro y genuino. Con el puño en alto, Sánchez plantea recetas contra problemas tradicionales y complejos, en la línea de los podemitas, como si viviésemos aún en el Jardín del Edén. Susana Díaz, sin entrar en el cuerpo a cuerpo, lo señala como responsable de la ruina del PSOE sin mencionarlo. Sus partidarios la defienden frente a un Pedro Sánchez que, a su juicio, no sabe dónde va porque no tiene proyecto que vaya más allá de mirarse el ombligo y salvar su cabeza. Ninguno ha esbozado con claridad su proyecto para resolver las tensiones territoriales, sociales y económicas que sacuden a este país. Más que debatirse entre las ideas, parece que la militancia tendrá que elegir bajo una presión tremenda entre los candidatos y a sabiendas de que sólo uno podrá quedar en pie.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios