Más vivas que nunca

Si observamos Cádiz desde la perspectiva de nuestros gobernantes, por lo visto todo va como la seda

Si observamos Cádiz desde la perspectiva de nuestros gobernantes, en este arranque de curso desalentador, todo va como la seda. Su ensoñación no les deja ver la sonrojante ausencia de inversiones en Cádiz, pero en lugar de negociar unos presupuestos, han vuelto a renunciar a la política. Esto deriva en que no sólo se prorrogan las cuentas municipales -la principal herramienta para elevar el ánimo de la ciudadanía- sino que cada vez son más numerosos los contratos que siguen la misma suerte un año y otro. Y lo peor es que cuando alguien se atreve a denunciarlo, confunden las discrepancias con un ataque al Ayuntamiento. Y si se critica el desgaste en el mobiliario urbano o la insensibilidad en el cuidado de parques y jardines y zonas infantiles y en las plazas de Cádiz, se suele responder a la defensiva. Les parece tan intachable su tarea que les da tiempo a discutir de cualquier asunto antes que de sus labores domésticas: lo mismo porfían, con la complicidad de la oposición, por los paraísos fiscales que por la financiación del terrorismo islámico que por una bandera que por el conflicto en Oriente Próximo. Y todo a golpe de tuit. El Ayuntamiento nunca estuvo tan tórpemente dirigido, tan desorbitado y a merced de un triste espectáculo mientras las redes echan humo.

Hay que reconocer que son mucho más expertos en manejar la realidad virtual, que en optimizar los servicios públicos. Esto sería posible si el gobierno, dada su inexperiencia colosal, escuchara a sus funcionarios de mayor rango, y si entre Podemos y Ganar Cádiz no saltaran chispas desde que el primero, cuando se vieron forzados a recortar partidas, se decantó por las que son competencia del segundo, un alma en pena. El caos en Asuntos Sociales, la piedra angular del programa político de ambas formaciones, también ha tensado el ambiente. El atasco es considerable, a la espera de aquél plan estratégico que anunciaron hace dos años. Ahí se concentran las penurias de sus usuarios, más vivas que nunca, y llamando a su puerta sin que nadie salga a su encuentro. Pero aun así, ellos actúan como si nada ocurriera y dispusieran de todo el tiempo para solucionar lo obvio. Y son situaciones vitales para el ciudadano. A una familia que espera un año a que se le tramite la ayuda a la dependencia no se le puede decir: "¡Un segundito, que estamos a garrotazos con el conflicto de Venezuela!" Y los roedores no pueden ser un problema porque no hayamos caído en la cuenta de que los contratos expiran. Las pulsaciones de Cádiz mantienen un ritmo que sus gobernantes están lejos, hoy por hoy, de alcanzar. Decía Pablo Iglesias este jueves en la Ser, en alusión a Mariano Rajoy, que "la obligación de todo gobernante es dialogar con todo aquél que no piensa como él". Tiene razón. Ya saben qué hacer para generar riqueza y empleo.

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