De libros

Dinero, siempre dinero

  • 'Nuestro común amigo' es la última obra de Dickens y la gran novela del autor en la plenitud de su arte.

Nuestro común amigo. Charles Dickens. Trad. Damián Alou. Mondadori. Barcelona, 2010. 1080 páginas. 25 euros.

Muchos lectores de Dickens preferimos obras relativamente ingenuas como Los papeles póstumos del club Pickwick a novelas posteriores que la superan con creces respecto a la complejidad de los caracteres retratados o la solidez de su estructura, pero ello no quiere decir que no apreciemos las novelas más logradas de su etapa de madurez. Por diferentes razones David Copperfield o Grandes esperanzas, y sobre todo Casa desolada, suelen citarse como las obras más perfectas del novelista, pero en la relación de títulos aspirantes no puede faltar -pese al desdén con que fue recibido por un joven e insolente Henry James, que habló de "deterioro imparable"- el último que publicó en vida. Para su gran amigo y rival Wilkie Collins, como para Chesterton -que dejó escrito que la novela marcaba "un feliz retorno a las maneras tempranas de Dickens"- o Italo Calvino -que la calificaría de "obra maestra absoluta"-, Nuestro común amigo es la gran novela del autor en la plenitud de su arte.

Cuando Dickens inició la escritura de esta última novela -aún empezaría otra, El misterio de Edwin Drood, que dejó inacabada-, era un hombre agotado y prematuramente envejecido al que cada vez le costaba más esfuerzo mantener la extrema hiperactividad que lo ocupaba desde hacía décadas. La había comenzado, cuenta Peter Ackroyd, en noviembre de 1863, aunque se conservan notas y apuntes muy anteriores a esa fecha, y fue publicada -como siempre, por entregas- entre 1864 y 1865, en medio de la habitual vorágine de compromisos, de la que Dickens escapaba ocasionalmente para encontrarse en Francia con su joven amante Ellen Ternan. Fue a la vuelta de una de esas visitas cuando ocurrió el terrible accidente ferroviario de Staplehurst, que tanto habría de influir en los últimos años de su vida. El tren en el que viajaban descarriló y su vagón quedó colgando de un puente, pero el novelista logró conservar la sangre fría, ayudó en los auxilios a los numerosos heridos y pudo recuperar el manuscrito de Nuestro común amigo del bolsillo de su abrigo. "Después de aquello -recordaba su hija-, mi padre no volvió a tener el mismo temple". Ackroyd va más allá y sostiene que el accidente afectó a su forma de escribir, aunque la novela estaba ya medio acabada.

"No sólo tiene un argumento, sino que es un argumento", afirmó de nuevo Chesterton en relación con Nuestro común amigo. No es aconsejable revelarlo todo, aunque el propio Dickens muestra sus cartas mucho antes del final de la novela.Baste decir que la trama, enrevesada pero milimétrica y magistralmente conducida, gira en torno al hijo de un magnate de la basura, John Harmon, que debía casarse con la hermosa y desconocida Bella Wilfer para tomar posesión de la herencia. Su muerte lo impide y desata a su alrededor una convulsión de la que se beneficia el señor Boffin, un empleado analfabeto que ejerce como paradigma del nuevo rico beneficiado por las circunstancias. En lo más bajo de la escala se encuentra el barquero que vive de rastrear el Támesis y desvalijar los cadáveres que encuentra, pero las clases profesionales también hallan su reflejo de la mano de John Rokesmith, el secretario aludido en el título y uno de los grandes protagonistas de la novela, o de los abogados que pleitean por el destino final de la herencia, entre otros muchos personajes -memorables el caballero Wrayburn y la hija del barquero, Lizzie Hexam; o los ricos Veneering y Podsnap, distinguidos, ambiciosos e hipócritas; o el siniestro Silas Wegg y su compinche el taxidermista Venus- que ejemplifican positiva o negativamente, por medios lícitos o inconfesables, los deseos de ascender y prosperar en la implacable sociedad victoriana.

"No veo más que una cosa en la vida: dinero, siempre dinero (money, money, money), y la existencia que el dinero puede proporcionar", afirma Bella Wilfer en una de las frases célebres de la novela. Su personaje irá cambiando a medida que avanzan las páginas, por obra de la pasión amorosa que altera las prioridades y se presenta en todo momento como el único modo de contrarrestar, no siempre felizmente, el culto de las apariencias, las barreras de clase y la obsesión por el éxito a toda costa. En Nuestro común amigo Dickens se vuelca como nunca antes en el retrato de caracteres, prescindiendo del esquematismo para insuflar a sus personajes mayor profundidad psicológica. Es por otra parte una novela que describe en términos fidelísimos el Londres decimonónico y aborda con gran verosimilitud todo el espectro social, centrándose en el modo como los individuos sucumben a la codicia o pueden ver alterado su destino en función de las mudanzas de la fortuna. A estas alturas de su trayectoria, el estilo de Dickens se ha hecho más elaborado y su visión del mundo parece más desengañada, consciente como siempre de las debilidades de la condición humana pero menos dispuesto que en el pasado a pensar que tienen remedio.

En el Post Scriptum que -en lugar del habitual Prefacio- añadió el autor a la novela, afirma Dickens, en relación con la llamada Ley del Pobre, algo que desmiente su tantas veces apuntada indiferencia en materia política: "Creo que no ha habido en Inglaterra, desde los días de los Estuardo, ninguna ley tan mal administrada, tan infamemente violada. Los casos vergonzosos de enfermedad y muerte por la miseria conmueven al público y avergüenzan al país; la legalidad es equivalente aquí a la inhumanidad y... no hay palabras para expresar de otro modo ese desorden". El novelista siempre se batió en defensa de los miserables, pero no ignoraba que entre ellos el bien y el mal no se hallan mejor repartidos que entre los miembros de las clases acomodadas. Por eso su mirada aquí, más mordaz e irónica que nunca, no hace distingos, aunque el retrato de la alta burguesía se lleva la palma. Pero en definitiva, parece decirnos, la riqueza es igual de dañina para quien ya la tiene y para el que sólo la desea.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios