Autora de una obra personalísima que comprende el verso, la traducción y la prosa narrativa, Menchu Gutiérrez es una de las escritoras más valiosas e interesantes de la literatura actual, en la que su propuesta lírica e introspectiva brilla con luz propia. Sus libros anteriores hablaban de nieblas, faros, mareas o tormentas, en un lenguaje alucinado que remite a la más genuina tradición romántica. El origen de Decir la nieve, según nos cuenta, se remonta a una intervención en un ciclo de conferencias donde se trataba de conjugar las imágenes y los espacios literarios. Ella hizo su elección y de inmediato recordó unos versos antiguos -"Con hilo rojo / la mujer de luto / bordaba rosas en la nieve"- que cifran algunos de sus temas recurrentes: "el silencio, la idea del tiempo fugitivo, la muerte, la herida y la belleza". Porque la nieve no es, añade la autora, "un mero escenario literario, sino materia misma de la escritura".

Desde esta convicción, el breve y luminoso "cuaderno de viaje" de Menchu Gutiérrez comienza invocando la cualidad mágica de la nieve y a continuación se aplica a dialogar con los textos de otros escritores fascinados por todo lo que aquella sugiere. Tsvetáieva, Char, Mandelstam, los hermanos Grimm, Kadaré, Maupassant, Saint-John Perse, Tolstói, Dostoievski, Danilo Kiš, Rilke, Hemingway, Michaux, Andersen o Robert Walser, junto a Soseki, Tanizaki o Kawabata, son algunos de los nombres que comparecen en un evocador recorrido que tiene algo de antología temática, pero va más allá de la colección de citas hilvanadas. La nieve como imagen de placidez, ensimismamiento, silencio o pureza, pero también de aridez, desolación, muerte o pesadilla, a manera de espejo que devuelve al observador el rostro con que la mira. Ensayo literario o meditación lírica, Decir la nieve tiene también mucho de poética personal, pues el discurso de Menchu Gutiérrez revela a buena parte de sus escritores predilectos y el modo como la autora los ha leído e interiorizado.