Cultura

La ingenuidad necesaria

  • Juan Cruz reúne algunas de sus mejores entrevistas desde que se inició en el periodismo en una antología donde conviven muchas de las voces más reconocidas de la escritura del siglo XX.

TODA LA VIDA PREGUNTANDO. Juan Cruz Ruiz. Círculo de Tiza. Barcelona, 2015. 415 páginas. 24 euros.

La primera vez que Juan Cruz hizo una entrevista importante -lo recuerda en el libro- su madre le compró un pantalón gris, una blazer azul, una camisa a juego de tono neutro y una corbata oscura y muy formal. Tenía 18 años, vivía aún en su Tenerife natal y para entonces llevaba desde los 14 colaborando con distintos periódicos de la isla. Le esperaba el historiador, antropólogo, folklorista y lingüista Julio Caro Baroja, que le pareció, de entrada, "un hombre mayor", aunque para cuando se estaban despidiendo su opinión ya había cambiado porque fue apreciando el humor sobrio y melancólico de aquella eminencia del ensayismo español. Hoy el entrevistador es 12 años más viejo que ese hombre que tanto le intimidaba cuando se dirigía a su encuentro, y su currículo acredita lo que se conoce como una carrera en las alturas y llena de éxitos (periodista de la vieja guardia de El País, antiguo director de la editorial Alfaguara...), pero hay algo -dice él- que no ha cambiado desde aquellos días primerizos. "Sigo siendo una persona curiosa, que ha cumplido años pero hace un paréntesis cuando entrevista. Yo cuando entrevisto soy todavía un adolescente. Para hacer una buena entrevista hay que conservar cierta capacidad de ingenuidad, y yo la conservo. Y el interés que tengo en las personas es genuino, no es un interés impostado. Eso es lo que este libro dice de mí".

"Este libro" es Toda la vida preguntando, titulado así en homenaje a su madre, que entre la admiración y la queja cariñosa nunca dejó de decírselo; y reúne algunas de las mejores entrevistas realizadas por Juan Cruz durante su extensa trayectoria profesional. "La selección la hizo mi amigo Ulises Ramos [editor de Círculo de Tiza, el sello que publica la antología], y yo me mantuve al margen de ese proceso. Yo hubiera elegido otras entrevistas, pero él lo hizo muy bien. En general, me parece que hizo más hincapié en aquellas entrevistas que de algún modo aportan enseñanzas sobre el oficio de los entrevistados. Más allá de esto, creo que quien las lea entenderá la personalidad de cada uno de ellos", dice Cruz.

Un rápido vistazo al sumario del libro basta para reparar en la magnitud de los talentos que conviven en el libro, experiencias y voces en primera persona que pertenecen por derecho propio a la historia de la cultura del siglo XX. Narradores (Juan Rulfo, Gabriel García Márquez, Juan Carlos Onetti, Gunter Grass, Orhan Pamuk, Doris Lessing, Miguel Delibes, José Saramago, el propio Vargas Llosa que firma el breve y cortés prólogo del libro...), pensadores y ensayistas (Emilio Lledó, María Zambrano, George Steiner, Susan Sontag, Umberto Eco...) o poetas (Pablo Neruda), pero todos escritores. Y todos, añade, frágiles e inseguros. "El escritor es fundamentalmente inseguro, incluso el más arrogante. Si les pinchas, aunque sea un poco, aflora su verdadera naturaleza, que es la inseguridad. O la falta de fuerza para enfrentarse al espejo", afirma Cruz.

El periodista recuerda como especialmente difícil la entrevista que le hizo a Susan Sontag -"era incapaz de entender que el otro no supiera tanto como ella, me retaba todo el rato y eso me produjo en algún momento pavor; pero en algún momento también me di cuenta de que yo sabía mucho sobre ella, y entonces empecé a hablarle de eso, y funcionó"-; y como especialmente conmovedoras, sorprendentes o sinceras las que mantuvo Rulfo, "que era como un niño travieso", con Onetti, "un adolescente mimado", o Doris Lessing, "una mujer descreída que no tenía ningún interés por la fama ni por lo que se dijera de ella".

"Ahora la escritura tiene mucho que ver con el negocio de la escritura, independientemente de cuál sea la actitud del escritor al ponerse a escribir. Antes se escribía más en soledad y ahora todos los escritores tienen agentes literarios, incluso los más jóvenes, y no aspiran a vender 5.000 ejemplares, sino 50.000. Y eso los obliga a... cosas. Claro que ha cambiado mucho la figura del escritor, pero también ha cambiado el público, como lo ha hecho la figura del periodista, que ahora no tiene tanto tiempo para hacer una entrevista. Y además el escritor se ha acostumbrado a que las entrevistas duren poco, entonces se ha creado como un acuerdo entre los dos", dice Cruz sobre las diferencias entre el mundo que él se encontró al llegar al periodismo y el de hoy. Y otra de ellas es cierta pérdida de autoridad moral de los escritores, apunta: "Antes hablaban de lo que estaba ocurriendo con mayor compromiso, y ahora hablan mucho de lo que están haciendo. Por ejemplo, el otro día andaba pidiendo un perfil de María Dolores de Cospedal y me resultó difícil encontrar a alguien que quisiera hacerlo... Cuesta encontrar a gente que escriba de política con compromiso, con el compromiso de contar lo que piensa de veras. Hay una especie de timidez a la hora de comprometerse".

Hablamos con Cruz en la estación de Santa Justa, poco antes de su regreso a Madrid tras una visitaa Carmona, donde participó el pasado lunes en los Cursos de Verano de la Universidad Pablo de Olavide. ¿Cómo vive él el descrédito del periodismo, al menos del tradicional, en los últimos tiempos? "Nos lo tenemos merecido. Hemos convertido al periodista en alguien que parece que sabe de todo y va siempre pontificando. Por ejemplo, veo a más periodistas opinando sobre lo de Grecia que a especialistas en economía o en relaciones internacionales... Los periodistas estamos para preguntar, no para responder. Es más, tenemos la obligación de no ser expertos, porque nuestra única obligación es preguntar. Pero a pesar de todo yo creo que es el oficio más bello del mundo. Todo oficio que ayuda a la gente a entender la vida o a vivirla mejor es un buen oficio. Y el nuestro lo es".

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