De libros

La mujer como abismo

Dos mujeres. Elvio E. Gandolfo. Periférica. Cáceres, 2011. 124 páginas. 15,50 euros.

Hay una larga tradición en la que la mujer no es sólo portadora del Mal, sino la vía más cierta para llegar al misterio. Breton moduló este arquetipo femenino en su estupenda Nadja. Antes lo habían hecho Bram Stoker, Stevenson y Sheridan Le Fanu; antes lo habían pintado Klimt y el hado suntuoso de Gustave Moreau. En esa larga vereda, por la que anduvieron Cortázar, Carlos Fuentes y el Sábato de El túnel, se inscriben estos dos relatos de Gandolfo. Dos relatos o nouvelles, dicho sea de paso, de muy diferente ejecución, y donde la monstruosidad de la hembra es un extraño galardón, una joya deforme, que prestigia e inflama la brasa indescifrable de sus protagonistas.

Quizá, el vínculo más obvio del argentino Gandolfo sea el colombiano Mutis. Y no tanto por la similitud de la escritura (que no existe), como por una sutil categoría de añosa estirpe: me refiero, lector, a la melancolía; a aquella costumbre del XIX según la cual el amor era mucho más poderoso y enigmático en la distancia. A mi juicio, el relato que abre este volumen, Rete Carótida, tendría que haber ido en segundo término. Y ello por una cuestión muy simple: es notoriamente inferior al más extenso y memorable, Escamas, piel, cuya corpulencia literaria se funda en el terror, en la duda, en un secular prejuicio que viene ya en el Aretino y que Lacan figura obtusamente. Me refiero a la abrumada sexualidad de la mujer, que el XVI resumió en la llama viva, traslúcida, de las pelirrojas y que el Romanticismo orilló en el fantasmal espectro de las vampiresas. Gandolfo, como Gautier, resuelve esta monstruosidad de modo amable. De ahí su modernidad, y la estupenda anomalía de estos relatos.

Mutis, en fin, iguala el amor con la nostalgia. Gandolfo, por su parte, le añade un peculiar deslumbramiento: en su René Carótida, generosa y deforme, en la Irene de Escamas, piel, en esta hoguera de los cuerpos, digo, no sabemos quién arde.

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