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La sombra del miedo

  • Coinciden ahora en las librerías dos estupendas colecciones de relatos de Joyce Carol Oates, 'Dame tu corazón' y 'El señor de las muñecas y otros cuentos de terror'.

La escritora estadounidense Joyce Carol Oates (Lockport, 1938).

La escritora estadounidense Joyce Carol Oates (Lockport, 1938). / d. s.

El argentino César Aira, cansado un día de que lo primero, y casi lo único, que destacaban los medios periodísticos de su obra fuera su prolificidad, decidió espaciar la publicación de sus libros, para que así pusieran el acento en otra cosa. Parece no haberlo conseguido, porque ahora lo primero que indican es que ya no es tan prolífico como antes (aunque, según ha contado en alguna entrevista, ha seguido escribiendo al mismo ritmo, por lo que bromea con superar en breve su récord de libros publicados en una misma temporada). Hay escritores que primeramente llaman la atención por esto. Ahí están, aparte del argentino, Simenon, Azorín, Amélie Nothomb, Stephen King o Joyce Carol Oates, de los que siempre, antes o después, se subraya el hecho de que el número de sus obras supere, o vaya camino de hacerlo, los tres dígitos. Tal vez lo que admire en ellos no sea tanto su carácter prolífico sino que, con los normales altibajos, mantengan un nivel literario que los hace formar parte de muchos cánones.

Joyce Carol Oates pertenece a este selecto y extraño club de escritores, cuya cruz parece ser la incapacidad no ya de sus lectores sino de sus editores para seguirles el ritmo. Siempre hay algo suyo por traducir, pero es tanto que lo último en cuidarse es la traducción o la edición. En español la obra de la Oates, salvo el empeño puesto por Alfaguara con algunas de sus obras, sufre esta dispersión, esa cierta dejadez en elegir buenos traductores. Estos dos libros de relatos que comentamos ahora al menos cuentan con cuidadas ediciones y traducciones a cargo de profesionales solventes. Ambos pertenecen a un género que esta escritora domina como nadie, en el que se mueve como pez en el agua: el del terror, el del miedo.

La autora tiene una rara habilidad para mostrar la maldad que anida en el espíritu más inocente

El señor de las muñecas y otros cuentos de terror recopila seis piezas largas, de entre 40 y 50 páginas, una medida perfecta para ella. Aparte del relato con el ex combatiente en Iraq loco que parece peaje obligatorio para todo escritor de relatos estadounidenses últimamente y del que da título al libro, un relato de terror clásico en el que su protagonista llama muñecas, y como a ellas las trata, a las niñas cuyos cadáveres va acumulando en el establo de su casa, destacan Accidente por arma de fuego y Ecuatorial. El primero maneja los saltos temporales y el cambio de voces con brillantez. El segundo sitúa la acción en una excursión en barco inspirada en el famoso viaje de Darwin a las Galápagos que va creando un clima terrorífico y se resuelve magníficamente.

Dame tu corazón reúne diez piezas, también largas, aunque haya alguna de menor distancia. Como conjunto es más redondo que el anterior. Cuatro relatos sobresalen. Dos de ellos son auténticas piezas maestras, como Strip Poker, en el que una adolescente en busca de aventura se marcha con un grupo de moteros borrachos que están a punto de violarla cuando, con la única arma de su palabra, los va seduciendo al contarles una anécdota terrorífica de su infancia que los deja noqueados; o El primer marido, en el que un hombre se obsesiona tanto con el primer esposo de su señora que al final acaba buscándolo para matarlo, un relato en el que hace un despliegue narrativo en torno a los celos, sin nombrarlos, admirable. Cerebro/escindido y Asfixia también descuellan sobre los demás cuentos.

Oates tiene una rara habilidad para contar los desdoblamientos de personalidad desde dentro de los personajes escindidos, enfermos; para mostrar, sin explicitarla, la maldad que anida en los espíritus más inocentes; para ir narrando las peripecias que conducen a personas en apariencia normales, sea esto lo que sea, a situaciones espeluznantes. El miedo, el terror en ámbitos cotidianos, son dominios donde esta escritora se maneja como nadie, dejando al lector con una sensación desolada, pensando que eso que se cuenta no puede pasar y, a la vez, que le puede pasar a cualquiera, incluso a ese cualquiera que es él, o que del miedo, como de la propia sombra, nadie puede escapar ni ponerse a salvo. En la distancia del relato medio, que tan buenas escritoras ha dado la lengua inglesa en su generación, Oates se inició con uno inspirado por una canción de Bob Dylan, último Nobel de Literatura, al que ella misma parece ser eterna candidata. Al dárselo al cantante muchos han pensado que Oates, Atwood, Ozick o Philip Roth ya han perdido su oportunidad. Pero nunca se sabe. ¿Quién dice que este año Oates no pueda recibirlo? Sería curioso saber, si la premian, cómo hará para mantener en el vertiginoso año posterior a su entrega su asombroso ritmo productivo.

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