Cultura

La tierra de Camba

  • Francisco Fuster propone una selección de los artículos, la mitad de ellos inéditos en libro, que el bienhumorado escritor dedicó a Galicia.

Galicia. Julio Camba. Prólogo Ramón Villares. Ed. Francisco Fuster. Fórcola. Madrid, 2015. 176 páginas. 18,50 euros.

Del mismo modo que Pla, pese a su indudable vinculación sentimental a Cataluña, continúa siendo un autor incómodo para los catalanistas, Julio Camba no puede ser reivindicado por el galleguismo -ni por cualquier otra forma de ismo- como uno de los suyos. Natural de Vilanova de Arousa, no se mostraba indiferente, casi nadie lo es, a los encantos de su tierra, pero -también como el propio Pla- había viajado y visto o leído demasiado para ceder a la tentación de creer que provenía del mejor lugar del mundo. Al contrario que el cronista catalán, sin embargo, que osciló entre sus dos idiomas nativos y brilló en ambos a una altura semejante, Camba se sirvió siempre -dejando aparte unos pocos poemas de adolescencia- del castellano como lengua literaria, pues consideraba, sin duda equivocadamente, que el gallego -pese a que "es muy difícil que ningún otro idioma lo iguale en gracia, ternura, profundidad ni fuerza expresiva"- no podía competir con el español como lengua de cultura. Si había cierto desdén en esta opinión, argumentada por razones prácticas, nunca fue tan amorosamente expresado. No dedicó un libro a Galicia y ni siquiera se ocupó de ella en demasiadas ocasiones, pero cuando lo hizo dejó claro que su visión estaba muy alejada del chovinismo o la autocomplacencia, tan rentables cuando se trata de hacer carrera en el corto plazo.

Autor de dos recientes antologías de Camba -Caricaturas y retratos (2013) y Crónicas de viaje (2014), ambas publicadas por Fórcola, donde han aparecido otros trabajos suyos sobre Azorín o Baroja-, Francisco Fuster ha rastreado la oceánica obra del autor de Maneras de ser español en busca de los artículos en los que se asomó a una realidad, la del terruño, que el periodista, como tantos otros paisanos, abandonó en su primera juventud. La selección contiene textos ya reunidos por Camba en Playas, ciudades y montañas (1916) y La rana viajera (1920), a los que Fuster ha sumado otros, nunca hasta ahora recogidos en volumen, publicados por los diarios El País, El Mundo, El Sol y ABC, medio centenar de piezas que reflejan algo, tampoco mucho de su evolución ideológica -desde el anarquismo de los inicios, exhumado por la reciente compilación de Pepitas de calabaza, hasta el escepticismo conservador de su dilatada última época- y abarcan más de tres décadas de trayectoria, entre 1905 y 1942.

Como bien escribe el historiador Ramón Villares, presidente do Consello da Cultura Galega, Camba no simpatizaba con las ensoñaciones regionalistas, pero a cambio hizo suyo, aunque de forma poco convencional y no sin caer en tópicos de signo inverso, "el llamado humorismo galaico, construido a partes iguales de socarronería popular y descreimiento religioso". Pese a su nomadismo, el articulista mantuvo el contacto con los orígenes, fuera en sus visitas a Galicia o a través de las comunidades gallegas en el 'exilio'. Afín a los postulados regeneracionistas, su mirada crítica no podía compartir la exaltación irreflexiva de las tradiciones o males seculares como el caciquismo, pero tampoco cedió, salvo en la aludida primera época, a los ensueños redentores. En realidad, hable de la lengua, de la emigración, del clientelismo o de la transformación del campo, Camba pasa siempre sus juicios por el filtro de la ironía, que es lo que hace que podamos acercarnos a cualquiera de sus páginas con una sonrisa.

"Yo parezco poco patriota: sin embargo, lo soy", leemos en la bien escogida cita de Baroja (Juventud, egolatría) que abre la introducción de Fuster. En los antípodas del "gallego profesional" -era demasiado inteligente para ejercer de relator o custodio de las esencias-, Camba observa su tierra como lo observa todo, con saludable distancia y maravillosa ligereza. Inmune a la fiebre nacionalista, censura la "cursilería desesperante" del galleguismo, pero también los estereotipos que convierten el 'atraso' de la región en un aliciente para los viajeros deseosos de conocer lugares pintorescos. "Un escritor puede ser gallego sin que por ello tenga necesidad alguna de haber nacido en Galicia. Se es gallego como se es simbolista o parnasiano". Camba lo era y hasta cierto punto ejercía como tal, pero lo importante, valga la moraleja, es que hizo mucho más por su tierra desde el desapego que desde la adhesión que reclaman, en todo tiempo y lugar, los enfervorecidos partidarios de las loas a la patrona.

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