Fútbol

El Aberdeen de Mou

  • El arranque del nuevo Real Madrid no estuvo a la altura de la tan anunciada 'Liga escocesa'. El portugués tampoco empezó ganando en el Inter.

La esfericidad del componente central y principalísimo con que se practica este deporte llamado fútbol provoca berrinches y alegrías. Dos y dos no son cuatro y Mourinho no es igual a triunfo, pero para Messi todo es igual y siempre le cuadran las cuentas. Ya se llevó algunos sofocones Cristiano Ronaldo en los últimos tiempos. La Liga pasada le provocó no pocos dolores de cabeza, en especial algún duelo con el Barcelona; luego el Mundial, cuando se le cruzaron unos cuantos azulgrana vestidos entonces de rojo.

Ahora las cosas empiezan tal y como acabaron y el nuevo Real Madrid no estuvo a la altura de la Liga escocesa. Fue el máximo aspirante a buscarle las cosquillas a Guardiola el único que no supo ganar de los cuatro equipos que acabaron la pasada Liga en cabeza. Y todos a domicilio y por goleada. El Valencia, por goleada; el Sevilla, por goleada... Pero a Mourinho no se le afloja el nudo de la corbata. El entrenador más caro del mundo se ha marcado como objetivo conquistar España como lo hizo con Inglaterra e Italia y la tranquilidad rebosa por los bolsillos de su traje. Trabajo le queda, pero materia prima también tiene.

El problema del Real Madrid es que va a remolque. Mientras que su rival en este modelo scottish BBVA que ya -así sin más- empieza a sonar a tópico sin gracia lleva un bólido en el que sólo cambian adornos y accesorios, en Chamartín hay que cambiar de coche cada año. Siempre el más caro, claro.

Pero en este arranque liguero en Palma de Mallorca el equipo de Mourinho fue más Aberdeen, Hearts o Hibernian que Celtic o Rangers. Laudrup volvía a la liga española poniéndole pantallas a los focos que seguían al portugués, que ahora ya siente la presión de ver al Barça por delante. Pero el hierático entrenador capitalino procesa en silencio los datos con que intentará cambiar la dirección de su equipo. No le viene de sorpresa el golpe, pues él mismo recordó en la sala de prensa del estadio Iberostar, en su tercera nomenclatura, que cuando llegó al Inter tampoco empezó ganando. En pretemporada le dio un disgusto el Milan -no podía ser otro- y en la primera jornada de la Serie A no pudo pasar del empate con la Sampdoria. Luego llegarían cuatro triunfos seguidos y, al final, diez puntos de ventaja (84-74) sobre Juventus y Milan. Scudetto, por supuesto. Era la temporada 08-09, la primera de las dos que cumplió en Italia.

Su otro gran estreno, en el Chelsea cuatro años antes, fue mucho más prosaico. Cuatro triunfos en las cuatro primeras jornadas. Y, como en su llegada a Italia, al final nada menos que 12 puntos por encima del Arsenal (95-83). Premier League ganada, faltaría más.

Solemnidad extrema

Mourinho siempre fue garantía de resultados. Incluso en su único paso por España, allá en los años 90 como intérprete, ayudante -y mucho más dirían los que lo vieron actuar con sólo 33 años- de Bobby Robson alzó tres títulos: la Copa del Rey, la Supercopa de España y la Recopa en Europa.

El hombre al que un revés jamás le hace cambiar el gesto no pierde ni un minuto de sueño por este empate ante el Mallorca que obliga al Madrid a esperar un tropiezo del Barça, una historia que ya conoce bien Florentino por repetida la pasada campaña. Bajo su solemnidad extrema y el papel de enemigo público número uno del Camp Nou que ha sabido labrarse en sus visitas con Chelsea e Inter no se detiene cual computadora futbolística al que será difícil que la ola mediática en la que windsurfea el madridismo se lo lleve por delante como ocurrió con Pellegrini. Al menos en teoría. De cualquier forma, pronto le llega la hora de demostrarlo.

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