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Ambiente de alta tensión

  • Tercer clásico Madrid y Barcelona se juegan el éxito en seis días que se inician con el duelo de ida en el Santiago Bernabéu Vuelta Mourinho se ha erigido en el máximo protagonista y ha cambiado la condición de favorito del equipo azulgrana

La temporada fue extenuante, la recta final ofrece "inflación" de superclásicos y Real Madrid y Barcelona se jugarán todo en seis días: como nunca antes, el éxito y el fracaso de ambos dependerán de lo que les suceda en las semifinales de la Liga de Campeones.

El Clásico III de hoy a las 20:45 en el Santiago Bernabéu llega precedido de batallas tácticas y verbales, de escaramuzas dentro y fuera del campo.

Tanto, que el habitualmente comedido Josep Guardiola, entrenador del Barcelona, explotó ayer ante las provocaciones de su homólogo José Mourinho: "Fuera del campo ya me ha ganado. Le regalo su Champions particular".

Tanta tensión no es casual, apenas refleja que el tercero y el cuarto serán los clásicos más importantes de la tetralogía de 18 días que comenzó el 16 de abril en Madrid y se cerrará en la noche del 3 de mayo en Barcelona.

"Son dos equipos con tradición, con jugadores que saben qué es tener éxito. No hay favoritos", aseguró Mourinho, que viene moviendo los hilos futbolísticos y psicológicos en los cuatro capítulos.

Porque podrán deslumbrar Leo Messi y Cristiano Ronaldo, podrán salvar goles Iker Casillas y Víctor Valdés, podrán ser clave en el mediocampo Xavi y Xabi Alonso, pero el gran protagonista de la saga de clásicos es Mourinho. Para él, son 18 días hechos a medida.

En el primer clásico desactivó el entusiasmo del Barcelona y lo hundió en las dudas. Fue el 1-1 en el Bernabéu en el que Pepe comenzó a mostrarse como pieza clave. Era la primera vez en seis enfrentamientos que el Barcelona de Guardiola cedía algún punto ante los blancos.

En el segundo clásico el Madrid le dio un puñetazo en pleno rostro al Barcelona con un Pepe pletórico, el gol de Cristiano Ronaldo para el 1-0 en tiempo extra y la conquista de la Copa del Rey tras 18 años sin triunfos blancos.

De repente, el Barcelona ya no era visto como favorito. De repente se olvidaban el 2-6 de mayo de 2009 en el Bernabéu y el 5-0 de noviembre de 2010 en el Camp Nou. De repente, no importaba que el Barça ya prácticamente haya ganado la Liga. De repente, el Madrid intimidaba a su gran rival.

Sólo faltaba que el impoluto Guardiola perdiera el control de sus emociones y entrara en una batalla verbal. Y sucedió, para satisfacción de un Mourinho que precisamente estaba buscando eso.

"Con Pep es imposible. Para que él esté contento, el árbitro se tiene que equivocar", disparó Mourinho, feliz tras las críticas de Guardiola al arbitraje de la final de la Copa del rey en Valencia.

El entrenador del Barça había ironizado durante el fin de semana con que un "linier con muy buena vista" le anulara un gol a Pedro por estar "dos centímetros en fuera de juego". Mourinho fue cruelmente mordaz: según él, Guardiola es un técnico que critica a los árbitros cuando aciertan.

La presión se multiplica así para el alemán Wolfgang Stark, del que la prensa pro Madrid viene recordando en estos días que alguna vez confesó su admiración por Messi, un jugador al que habría que "cuidar" en los partidos.

Más allá del ruido ambiente y de los desafíos verbales, el Barcelona tiene motivos para preocuparse: Mourinho es el mismo que lo eliminó la temporada pasada en semifinales, cuando dirigía el Inter y sacó adelante un plan para secar el preciosista juego de toque y combinación azulgrana.

Será la tercera vez que blancos y azulgranas se midan en las semifinales de la ex Copa de Europa. Tanto en 1960 como en 2002 ganó el Real Madrid, que no superaba los octavos de final de la Champions desde que lo hizo en 2004 para luego caer en cuartos ante el Mónaco.

Fuera de la historia y los números, Mourinho llega a la semana decisiva con abundancia de recursos. Dependiendo de lo que haga, podría empezar el partido con Higuaín, Kaká y Benzema en el banco, todo un lujo. Guardiola, en cambio, sufre para armar su defensa, en la que tendrá que improvisar en el lateral izquierdo, con Maxwell y Adriano lesionados y Abidal operado.

El técnico azulgrana, que se quejó de la altura del césped del Bernabéu, no despejó las dudas para el lateral izquierdo: "Puyol, Mascherano o Fontás, cualquiera es apto".

Y lo que es seguro es que tampoco estará Iniesta, baja por lesión. Guardiola tendrá entonces que confiar en el dato a favor de que Messi marcara el fin de semana su gol número 50 de la temporada, un récord para jugadores de la Liga española, y que David Villa volviera a mover redes tras 12 partidos fracasando en el intento.

Algo así esperan los cientos de aficionados que ya hoy, en una luminosa tarde de primavera en Madrid, se fotografiaban frente al Bernabéu. Una nube de periodistas, camarógrafos y fotógrafos de todo el mundo registraban sus opiniones y pronósticos. Todos hablan, todos opinan, porque el Clásico III ya está aquí.

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