Málaga - Zaragoza · la crónica

Aranda hace de Pandora (5-1)

  • Marcó, encendió a la grada y ésta contagió a los suyos para la remontada. El empate en el alargue fue el mazazoque ofició de prólogo para la segunda vuelta, un vendaval ante un colista hundido.

La diferencia entre Pandora y Aranda es que a ella le guió la curiosidad; el paleño quería guerra. En la caja del delantero había diez camisetas distintas y una carrera nómada. Se siente un huérfano del Málaga, alega que el club de su tierra nunca le dio el cariño que merecía. A falta de él, decidió que cualquier cosa era buena salvo la indiferencia. Así que sembró de inquina La Rosaleda con sus palabras del miércoles y ayer vino de recolecta. De chico soñaba con hacer goles de blanquiazul, pero el momento del 0-1 no lo habría cambiado por ninguno de los que imaginó como local. Se llevó las manos a las orejas, pidiendo que le siguieran gritando, y se lo dedicó a los que de verdad estaban con él en la grada. Llegaba la esperanza para el colista, pero realmente ahí empezó a perder el partido el Zaragoza. La caja de Pandora y la portería de Roberto empezaron a abrirse.

La primera de las plagas liberadas fue la frustración de la grada hacia el paleño. Desde ahí recibió insultos repletos de rabia. Sobró el "Aranda, muérete". Tan repulsivo como cuando a Salva se lo cantaban en el País Vasco. El catálogo de improperios se coronó con la acusación de "sevillano". Cuando la grada le canta eso a alguien es que realmente está muy enfadada. Ya descargados, los seguidores comenzaron a darse cuenta de que se enfilaba una media hora de nadería ante el colista más allá de una volea de Sebas y una mano prodigiosa de Roberto ante Mathijsen. A entender que el rival no era Aranda, sino un colista dispuesto a dejar víctimas en su camino a Segunda.

Entonces el flujo del enfado y los pitos se dirigió hacia el equipo. Subieron los decibelios de las quejas. Quedó patente cuando el balón se lo rifaban Weligton y Mathijsen, con Recio engullido en el muro del Zaragoza en la medular y Cazorla e Isco alejados del peligro. Si a Aranda le valían los gritos como motivación, el equipo activó la señal de alarma ante el mosqueo de los suyos, habitualmente santos pacientes. Sebas apareció en la prolongación milagroso, siempre de guardia para su equipo. Sus rivales vestían como avispas, pero dio él el picotazo más doloroso. Empató y mandó derrotados a los maños a la ducha. Segunda plaga.

La tercera apareció encarnada en mala suerte. La pretensión de Isco de centrar se convirtió en un desvío imposible para Roberto, quien, como Toulalan, tiene momentos de humanidad y no puede frenarlo todo. El cuerpo de Da Silva recordó lo dañina que es una dinámica negativa. Gol en propia puerta y vistazo al marcador. No para mirar de cuánto disponían para la remontada, sino cuánto iba a durar el martirio.

La cuarta duró tres minutos, qué ironía. Incluso podría calificarse que más intensos que los de San Mamés. En el 74 se retiró sustituido Aranda. Gallardo él, se marchó saludando como el Papa, pero con la cabeza agachada. Se hizo el remolón por el banquillo para seguir recibiendo insultos, volvió a saludar ya sentado. Desde ahí contempló cómo Demichelis se convertía en un volcán en el 3-1. Había discutido con Pellegrini y su segundo porque, tras la lesión de Sergio Sánchez, le marearon, ahora calientas, ahora te sientas. Discutió con Cousillas, luego se lo dedicó a él. También con ahínco a la grada. Tanto que se puso colorado. El banquillo quema a quien quiere ser líder.

Dos después Isco hizo el cuarto. Era su tercera presencia en un tanto sin ser de sus mejores noches. Extraño. Ocurrió ya sin Aranda, el gánster de la noche, con el Gladiador en escena. Valiente, efectivo, combinando su zancada de bisonte y bicicletas, entretuvo el final junto a la música de Joaquín. Al contrario que Isco, fue de sus mejores ratos sin necesidad de marcar. En un regalo de Monreal, en esas acciones que resuelve porque no le da tiempo a pensar, encontró un premio con acuse de recibo en Pellegrini. Su primera manita como blanquiazul fue un bofetón a mano abierta para Aranda.

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