La fuerza ofensiva y la intensidad del Bayer Leverkusen desdibujaron de principio a fin al Atlético de Madrid en el partido de ida de los octavos de final de la Liga de Campeones, con un mínimo castigo, el 1-0, a la espera de la vuelta en el Vicente Calderón y de una versión más reconocible.

La intensidad alemana fue insuperable para el Atlético, acosado insistentemente en cualquier sector del campo por el que circulaba la posesión visitante.

Por la izquierda, un flanco descontrolado todo el primer tramo del choque, sufrió muchísimo el brasileño Siqueira, reemplazado por lesión superada la media hora por Jesús Gámez. Antes del descanso, el Atlético perdió a otro efectivo por un golpe: Saúl Ñíguez, sustituido por Raúl García en el minuto 42.

Salió indemne el equipo madrileño de la primera media hora y de unos cuantos sustos para Moyá, exigido en un par de apuradas salidas, amenazado en varios centros al área, uno de ellos salvado bajo palos por Mandzukic, y aliviado cuando la cruceta rechazó un zapatazo desde 30 metros de Spahic.

Nunca se sintió cómodo el Atlético. Ni siquiera cuando resurgió en el tramo final del primer tiempo con dos golpes casi seguidos, pero parados con dos manos sensacionales por el portero Bernd Leno, la primera con la derecha, cuando el francés Antoine Griezmann apuntaba al gol, y la segunda, aún más difícil, de forma extraordinaria a una media chilena del portugués Tiago Mendes.

El Leverkusen ganó el enésimo balón dividido en el minuto 56, esta vez con destino a los pies de Bellarabi, veloz en la conducción y hábil para habilitar a Calhanoglu, ya dentro del área, que se pasó el balón de una pierna a otra y lanzó un derechazo definitivo.

El partido, y el marcador, requerían más del Atlético. Lo tuvo Fernando Torres, cuyo remate chocó contra el portero. El conjunto rojiblanco aguantó en inferioridad numérica el último cuarto de hora con la expulsión de Tiago (76'). Toca remontar.