Liga BBVA

El Barcelona y su vida sin Xavi

  • "Sin él, todo esto será diferente", comentó Guardiola el domingo previendo un futuro sin su cerebro, cada día más reservado

Así como el barcelonismo sabe que los días de Guardiola al frente del equipo tienen caducidad, empieza a ser consciente de que Xavi, que a sus 32 años mejor simboliza el alma del Barcelona, no será eterno, después de una presencia testimonial en los últimos partidos.

Por primera vez, el Barca se empieza a imaginar una vida sin él. "Sin él todo esto será diferente", reconocía su técnico tras el partido contra el Valencia. Unos pocos minutos le bastaron para anotar un gol y empezar a dejar atrás las molestias que arrastra en un sóleo, las que le han apartado de la titularidad en los últimos encuentros. Cinco partidos en los que el Barça ha llegado a una final de Copa y ha encarrilado el pase a cuartos de Liga de Campeones, pero en los que casi se le fue media Liga. Sin Xavi nada es igual.

Sustituido a falta de 15 minutos ante el Villareal (0-0), en los siguientes seis partidos sólo fue titular en uno de ellos, 90 minutos en la victoria en la vuelta de semifinales de Copa (2-0) sobre el Valencia, el mismo equipo ante el que el domingo regresó. No actuó en la ida en Mestalla (1-1), ni en las victorias ante Real Sociedad (2-1) y Bayer Leverkusen (1-3), donde el Barca ofreció una buena versión. Tampoco estuvo, allí sí se le añoró, en la derrota ante Osasuna (3-2).

En la cara de la moneda, a falta de un sucesor claro, mejor tener una tropa de herederos. Cesc y Thiago son las opciones más cercanas, mientras Sergi Roberto y Dos Santos son aún promesas, todos ellos con el certificado de calidad de La Masía. No son Xavi, pero sí una evolución del concepto, como también lo fue Xavi del mismo Guardiola. Los genes brasileños de Thiago aportan fantasía y descaro al centro del campo, mientras que el exilio inglés de Fábregas genera un juego más directo y penetrante, con el área entre ceja y ceja. Y goles, muchos goles.

Xavi es la exaltación del monopolio del balón. La máxima expresión del rondo, de ese péndulo que hipnotiza al rival hasta que cae rendido. Con Thiago y Cesc, sumando a Iniesta, Alexis, Pedro o Tello, el Barca adquiere mucha más verticalidad. Sin cortapisas, con menos prosa, sin tantas argumentaciones.

Ante el Valencia, en el último encuentro, lograron cinco goles, aunque a nadie le hubiera extrañado ver el doble de tantos en el marcador. Velocidad de juego llevada a la máxima potencia. Triangulaciones siempre hacia delante, avanzando. Más atajos y menos rodeos. Ahí está también la cruz del asunto.

Caóticos por excelencia, Cesc y Thiago tan pronto siembran desconcierto en la defensa rival como en su propio equipo. A más riesgo, más pérdidas de balón y más opciones para el rival. Es, como reconocen ellos mismos, su asignatura pendiente. Además, el que ni Thiago, ni Iniesta y mucho menos Cesc sean los clásicos organizadores de juego ha llevado a que Messi se vea obligado a retrasarse y tomar el timón del equipo, lo que se traduce en más pases de gol del argentino, pero menos presencia en el área.

Sólo un jugador parece querer recoger el testigo de Xavi. Desde el silencio y el anonimato sobre el césped, la pausa del pivote defensivo Sergio Busquets se encarga de recordar al resto que el mejor fútbol del Barca se erige, se ordena y se despliega alrededor del balón. Que la victoria se construye lejos de las áreas. Que el gol es la consecuencia de un método, no la finalidad absoluta.

Es la vida sin Xavi. "Claro que la hay", dice él mismo. "El Barca no depende de un jugador y seguirá compitiendo cuando se vayan los Messi, Iniesta o Xavi. Está por encima de cualquier personalidad". Incluso de aquella que lo hace más inconfundible. Aunque, como se encarga de recordar, aún le quede cuerda para mucho rato.

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