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"Deberíamos sentir más euforia"

No hubo bailes, ni besos apasionados, ni lluvia champagne, ni bromas. La España tricampeona celebró una no fiesta por una Eurocopa con la que todos contaban.

"Ha sido una euforia más moderada. No sé si con lógica o sin ella. Sí, es cierto que deberíamos sentir más euforia", admitió Xabi Alonso en Kiev, antes del regreso a España. Un gesto. Casillas, el capitán, el hombre que plantó un apasionado beso a su novia y reportera de televisión tras ganar el Mundial, se limitó el domingo, dos años después, a un abrazo fraternal. Casillas, Xabi Alonso y todos sus compañeros llevaban una camiseta roja planchada e impoluta.

Los jugadores españoles salieron del vestuario dos horas después de terminar la final. Antes se produjo el desfile de los futbolistas italianos, con la mueca torcida y sin ganas de hablar. Sólo se pararon dos futbolistas: Buffon y Montolivo. Previamente había pasado Cassano mirando con cierto desprecio a los periodistas. También Mario Balotelli, con unos enormes auriculares apretados al cuello, pero con idénticas maneras que Talentino. Mientras, en el vestuario español estaban el Príncipe Felipe y Mariano Rajoy. No hubo mucho que esconder, a diferencia de hace dos años tras la final del Mundial de Sudáfrica, cuando Puyol recibió a la reina Sofía tapado apenas con una toalla.

El primero en abandonar la moderada fiesta privada de los futbolistas fue Del Bosque. Luego fueron saliendo los jugadores, muy juntos. Muchos a la carrera, como Xavi, y otros con más pausa, como Casillas, el último en marcharse después de atender la avalancha de solicitud de entrevistas. "Sí, es cierto que estamos muy tranquilos. Pero la alegría va por dentro. Seguro que cuando lo pensemos mejor, vamos a darnos más cuenta de lo que hemos logrado", aseguró el portero del Real Madrid.

Qué diferencia con aquella escena de la Eurocopa de hace cuatro años, cuando los futbolistas salieron a la zona mixta formando un trenecito, con Xavi en calzoncillos y con periodistas empapados en champagne. Finalmente, los jugadores se montaron el autobús y se marcharon al hotel de Kiev. Allí, pasadas las tres de la madrugada, comenzó una cena privada con los componentes del equipo y sus familiares. "Pero todo tranquilito", como dijo David Silva.

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