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Desplome final (84-67)

  • El Unicaja entra en el último cuarto dominando en Vistalegre (50-51), pero firma 10 minutos finales penosos Inconsistente Ya ha llegado febrero y el equipo no corrige sus problemas mentales

No anda sobrado de calidad y talento el Unicaja, se sabe desde comienzos de temporada. El problemas se multiplica al faltarle instinto para liquidar a los rivales y equilibrio para ser constante. Le da miedo ganar a los grandes o no le da con lo que tiene. En esa duda se mueve el equipo, pero ya se está en la jornada 20, otra vez fuera del play off y con carencias mentales parecidas a las de octubre. Y ya es febrero y no hay Copa.

Entró el Unicaja en el último cuarto con ventaja en Vistalegre tras un excelente tercer periodo (50-51). La secuela fueron 10 minutos infames en los que se encajaron 34 puntos. Un desplome indecoroso, que reduce a cenizas la mejoría que se evidencia por momentos, que se quiere observar. El periplo Moscú-Madrid se cerró con dos derrotas, esperable. Pero no se aclara si este equipo da para más o no. Se quiere creer en él, pero cuando da más motivos para hacerlo retira sus virtudes y argumentos y se convierte en pusilánime. No se pueden bajar los brazos así.

Contemplar el quinteto titular que ayer dispuso Messina ayuda a comprender la dimensión del rival. Prigioni-Jaric-Velickovic-Garbajosa-Lavrinovic. Cuatro jugadores por encima de los dos metros y un poderío físico muy alto. Tanto, como para que Jaric fustigara en el poste bajo a Juan Dixon y desde ahí comenzara a generar juego el Real Madrid. El esposo de Adriana Lima confirma partido tras partido que no ha venido aquí a llevárselo, sino a reencontrarse como jugador. Y ese jugador era en su día uno de los mejores del continente. Sus nueve puntos en el primer cuarto guiaban al Real Madrid ante un Unicaja con serios problemas para anotar con fluidez. Era el equipo malagueño una máquina de perder balones. Nada menos que 15 bolas (14 los blancos, eso sí) extraviadas al descanso. O sea, una de cada tres posesiones al garete.

Buscaban los de Aíto a Juan Dixon, que empezó anotando un triple pero poco después se le nubló la vista en el tiro exterior. Le duraría hasta el final del partido. No encontraba a sus pívots el Unicaja, perdidos en ese bosque de largos brazos que era la defensa madridista. Demasiadas veces la circulación se quedaba en un inofensivo pasarse el balón entre los jugadores perimetrales. El Madrid gobernaba el partido y amenazaba con romperlo (31-18). Ramalazos puntuales del Unicaja lo impedían, pero el partido se había instalado en las proximidades de la decena de puntos a favor de los merengues. Aíto ensayaba defensas presionantes a toda pista que puntualmente daban resultado ante la desesperación de Messina. Pero a un acierto le sucedía un error, una pérdida, un rebote no cerrado. Y ello equivale a desequilibrio. Con las riendas del partido bien cogidas es difícil doblegar a un equipo del italiano con este potencial, aunque tampoco raye a un nivel extraordinario.

Pero sí, le metió mano el Unicaja a su rival en un tercer cuarto muy bueno, del mejor nivel de esta temporada. Defensa agresiva, mayor fluidez ofensiva con reducción drástica de las pérdidas, buenas continuaciones y buenas posiciones de tiros. Un pase por la espalda de Printezis que habilitó a Freeland, que después regaló grandes movimientos, un triple de Berni y minutos de calidad, de buen baloncesto que desesperaban a Messina. Y al público de Vistalegre, que la tomaba con los árbitros para justificar la remontada sufrida. El cuarto se cerraba con un contragolpe culminado con Dowdell, que daba la primera ventaja al Unicaja (50-51) después del 0-3 inicial. Deja un tanto indiferente el nuevo base, ni frío ni calor.

Lástima que esos 10 minutos resultaran un espejismo. Velickovic, con cinco puntos consecutivos, despertó al Unicaja del estado de felicidad. Le tomó el relevo Llull para firmar un parcial de 12-0 matador para el equipo malagueño, sin que Aíto pidiera tiempo, después de haber consumado una remontada estimable. Transcurrieron más de cuatro minutos hasta que Welsch firmara los primeros puntos malagueños del cuarto. Demasiado tarde, el tren se había marchado en cuatro minutos caóticos y de brillo de los jóvenes blancos. Dixon intentó dar un acelerón para alcanzar el último vagón, pero las exhibiciones del día del Manresa ocurren una de cada muchas tardes. Ayer acabó de darle la puntilla a su propio equipo, falto de instinto para rematar. El marcador se volvió engañoso, pero es real. Ya es febrero. Y los mismos errores.

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