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"¡Dimisión, dimisión!"

  • El Carpena, que ofreció su apoyo hasta el final, pierde la paciencia y pide medidas drásticas Histórica La de ayer fue la peor derrota europea en casa, superando el 76-95 de 2003 ante el CSKA

Un pabellón medio vacío, sin banda sonora (Los Mihitas llegaron mediado el primer cuarto) y un 0-8 para comenzar. Definitivamente este Unicaja no engancha, no ilusiona. Y tampoco hace nada por remediarlo. La cita era de órdago. Segunda jornada del Top 16 y primero de los dos partidos europeos que deben disputarse en casa de manera consecutiva. Prohibido fallar era el lema que tanto afición como equipo debían enarbolar para comenzar a cimentar el que se antojaba como único logro al alcance esta temporada: el play off previo a la Final Four. Pero ni el público respondió (media entrada cuando comenzó el choque) ni el equipo supo hacer su trabajo.

“Con mi grito verde y blanco, las canastas van entrando”. Lo dice ese intento de himno que se escucha por megafonía desde hace varios partidos antes de que comience el encuentro. Y sí, las canastas iban entrando, pero en la canasta que defendía el Unicaja. Tan fácilmente entraban que el conjunto polaco llegó a ir mandando por 15 puntos ante del descanso: 18-33. Escandaloso.

Pese a todo, nada que reprochar a la actitud que, desde entonces, hubo en la grada. El Carpena lo intenta con su equipo como un padre se esfuerza con ese hijo conflictivo. Le comprende, mira hacia adelante y le da una palmadita en la espalda para intentar encauzarle por el buen camino. Lo hizo con el 0-8, el 6-17 y con el referido 18-33. Le tendió una mano y le ayudó a levantarse para llegar al descanso 33-37. Pero todo tiene un límite. Y la gente del Carpena ha sufrido mucho esta temporada. El primer atisbo de bronca se vivió al final del tercer cuarto (40-49). Pero hubo un último intento de conciliación. Los pitos con lo que el equipo se marchó al banquillo se tornaron en aplausos para insuflar ánimos de cara al último cuarto.

Pero ni por esas. El Unicaja, desquiciado, no logró poner fin a un espectáculo lamentable. No se puede ganar anotando 50 puntos,  firmando un 31 de valoración conjunta y lanzando con un 29% de acierto en tiros de dos y un 14% en triples. De la defensa, mejor no hablar. Ante tal desaguisado, con el banquillo polaco intentando contener a un excéntrico Ratko Varda que hacía gestos al público y Guillem Rubio resignado en una esquina del banco con el chándal abrochado hasta arriba, el Carpena no podía hacer otra cosa que estallar y cantar a los cuatro vientos que está desencantado y que quiere que rueden cabezas, que se comiencen a asumir responsabilidades.

Quedó en mera anécdota que Jiri Welsch alcanzara los mil puntos en la Euroliga. Y que Berni Rodríguez fuese ayer el mejor del equipo. La afición malagueña habló claro y alto. “¡Dimisión, dimisión!”, proclamó. La pregunta es ¿de quién? La gente se volvió al palco y allí permaneció de pie el presidente Francisco Molina junto a alguno de sus consejeros hasta que el equipo abandonó la pista. No se vio por allí a Berdi Pérez, el director general, que sí siguió el encuentro desde el palco.

Fue el triste epílogo a la peor derrota del Unicaja en casa en su historia en la máxima competición continental. Por sensaciones y por números. Los 20 puntos de desventaja superan los 19 encajados ante el CSKA en la primera jornada del Top 16 de la campaña 2002/03. El Unicaja tocó fondo y la afición ya no encuentra ningún motivo al que asirse: “¡Dimisión, dimisión!”.

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