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Europa marea al Málaga (2-1)

  • El Granada se abona a la receta de la garra y el balón parado para soliviantar a los de Pellegrini, otra vez decepcionantes y sin recursos en la enésima opción para acercarse a la zona noble.

El buen juego y la continuidad marcan el camino a Europa. Los al final elegidos dejan un poso de excelencia más allá de que la suerte riegue su flor en alguna plaza. No es el camino que transita este Málaga, que se descabalga en los momentos de la verdad. El fútbol no le asiste y no merece estar en la pomada. Otra ocasión que ni pintada para dar una zancada hacia los puestos de Champions terminó en resbalón. Con menos esperpento que en Gijón, pero con igual estrépito por la falta de consistencia en la búsqueda de los puntos. No hay sitio en los puestos de honor para los mediocres ni para los difusos. El Málaga gana y decepciona, le da vértigo Europa. Para el aficionado, pobre de él, los partidos son un cara o cruz. No vale desarbolar al Sevilla y apagarse en Granada. Así no hay manera. 

 

Al equipo de Pellegrini se le escapan las jornadas y todos los trenes de los detalles. En la definición, en la que Van Nistelrooy es pasado y en la que Rondón vuelve a chocarse como contra un muro de cristal. En el juego aéreo, donde las hemorragias nunca cicatrizan. Ighalo aprovechó otro centro de los que cae al área como un monolito, todos mirando, e Íñigo Pérez retrató a la defensa, que en estas jugadas se remite a la labor exclusiva de Caballero. El argentino sólo tiene dos manos, sus zagueros merodean como pollos sin cabeza por el área. Y los rivales gozan del banquete. Sigue sin aparecer un héroe de inicio ni de emergencia. Esta vez con cierta coartada por las importantes bajas, pero la clasificación final premia a las plantillas y no se acuerda de lesiones ni sanciones.

 

De nuevo un equipo derrotó al conjunto blanquiazul por fe, por casta, por mancharse la ropa más, por canjear su entrega en la fortaleza de papel del Málaga. Abel quiere perros de presa y ataques rápidos, sin mucha elaboración, aprovechando que tiene más torres que alfiles. La idea es llevarlos a un alto grado de intensidad para que se encienda la chispa y a partir de ahí fluyan las ocasiones. Lo hizo ante el Betis y también al Málaga. Es su DNI. Pellegrini quiere algo que Málaga aún desconoce. Su equipo sufre por el aire, no da la cara en la lona, sólo reacciona cuando siente el fuego en el trasero. Se parece más a Maresca que a Cazorla, es lo más concluyente y doloroso. Ayer fue directo, como contra el Sevilla, pero con las líneas más atrás y un mundo entre zagueros y atacantes. Sigue sin explicarse el aficionado los vaivenes de este equipo, sin saber si hoy su equipo morderá enrabietado o será perro manso con bozal. 

 

Medio millar de seguidores en Los Cármenes acabaron cantando "Pellegrini dimisión". El chileno es incapaz de tomar las bridas de su equipo. Otra vez fue superado por su homólogo. No se le recuerda un partido con el Málaga en que un giro táctico o una sustitución cambiaran el destino de un partido. Sus sustituciones son previsibles según oscile el marcador. Ayer convirtió a Mikel Rico y Martins, ojo, buenos jugadores, en la mejor versión de sí mismos. Jugaron como si el centro del campo fuera el porche de su casa, con Maresca mirándoles con prismáticos y Toulalan desesperado de correr para tapar tanta y tanta fuga. Este Málaga es tácticamente calamitoso. Y ese debe es de su entrenador, absolutamente. 

 

Puede y debe el seguidor blanquiazul pedirle otras responsabilidades a sus jugadores, vaya el nombre que vaya tras la camiseta. Sobre todo, que la defienda con más honor a domicilio, donde es una caricatura de equipo. En un empellón de rabia, Toulalan se llevó un esférico que luego cocieron bien Sebas Fernández y Monreal para dárselo en bandeja a Rondón. Maquillaje volátil. Rondón, que un minuto antes, con todo a favor, se empeñó en querer ser el futbolista que no es. En lugar de encarar y fusilar a Julio César, buscó un regate de tacón, para que otra vez se le anudaran las botas. Si no tiene que pensar, el gol se acerca a él; todo lo demás le viene muy largo. Todos los equipos de la zona alta tienen un goleador del notable para arriba, cosa inexistente en el Málaga, que tiene en la garra su arma más poderosa. Nadie puede negarles el pundonor, pero es poco argumento ante Falcao, Fernando Llorente o Soldado. 

 

No siempre fue una calamidad el Málaga en Granada. Resistió en pie el cara a cara de la primera parte, disputada como los derbis más añejos, con menos ocasiones. La respuesta al cerrojo la tuvieron Julio César y Caballero en manoplas simétricas. A bocajarro frustraron a Demichelis y Mikel Rico. Pero de continuo el equipo de Pellegrini se preocupó más por resistir las embestidas de Martins y Mikel Rico que por probar bocado. Y esa película se la saben de memoria en Martiricos: cuando el Málaga juega a funambulista, generalmente no hay red. 

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