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El otro Garbajosa

Jorge Garbajosa se excusa por llegar un poco tarde. Y cuenta que empezó a jugar al baloncesto con 14 años porque no había botas de fútbol con el número 48. Paulo Futre, su ídolo deportivo, no jugaba el baloncesto. Por aproximación y por altura llegó a la canasta, aunque él hubiera querido ser alguna vez jugador del Atlético de Madrid. Una vez se quedó embobado cuando Sabonis fue a jugar a su pueblo. "La única vez que he pedido una camiseta en la vida ha sido la suya, lo más parecido a un ídolo baloncestístico que tuve", dice. Tres meses después de que cogiera por primera vez un balón de baloncesto estaba en Vitoria, reclutado por el Tau. Allí vivía con una familia que acogía también a Carlos Cazorla, ahora en Alicante, con el que quedó campeón de España junior, su amigo para toda la vida.

Garbajosa relata la curiosa historia de por qué lleva el número 15. En Vitoria heredó el 5 del pívot puertorriqueño Ramón Rivas. Era su mentor y su padrino. Le dijo cuando se fue que le haría ilusión que se lo quedara. Garbajosa aceptó, pero en Treviso se encontró con que era Marcus Brown el propietario. "A bueno se lo iba a pedir... Me quedé con el 15. Y no me fue mal allí. Dos ligas, dos copas, dos Final Four... En el Benetton empecé a sentirme jugador de cierto nivel, empecé a jugar como cuatro abierto como Marcelo Nicola. Entonces no era tan común", relata. Sus dos años en Málaga fueron "imborrables". Cuenta que personalmente no le apetecía nada irse a la NBA, pero que su carrera y su ambición así se lo exigía. Confiesa que tiene guardada en su casa aquella pancarta que le decía en las celebraciones por el título de la ACB "No cambies el pescaíto por las hamburguesas".

Garbajosa habla en el Conoce a..., la serie de encuentros que promueve el Unicaja entre sus jugadores y sus aficionados. El salón de actos en la Acera de la Marina está atestado por casi un centenar de aficionados que sienten la cercanía y la humanidad del ídolo, que a su vez se ruboriza con tanto cariño. Se sucede el diálogo. Algún atrevido le pregunta cómo le gustan las mujeres. "Me gusta mi mujer", dice para salir del paso entre la risa colectiva. Relata su experiencia en la NBA, lo fascinante que resulta jugar una noche contra Wade y a la siguiente contra Kobe, "talento puro". "En cuestión física sí es más duro jugar allí, aunque los entrenamientos aquí sean 200 veces más duro, pero mentalmente desgasta mucho Europa, cada partido importa", dice sobre las diferencias entre los dos mundos.

Los improvisados periodistas se animan, le preguntan por la frase que no revela cuando lanza el tiro libre, por cómo es el día a día y su alimentación, por el jugador que más le ha impactado -"Pau Gasol", confiesa-, por los duros momentos en Madrid, por el recibimiento el día de su redebut, por su futuro, por el momento de su vida deportiva. "Ser campeón del mundo es tocar el cielo", asegura. Después, durante 45 minutos más se hace una foto y firma el autógrafo a todo el que se lo pide con una sonrisa. El otro Garbajosa se desnudó para los aficionados. Y gustó tanto como el de la pista.

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