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Javier Imbroda: "El subcampeonato del 95 fue el empujón para que una ciudad entera se volcara con el baloncesto"

“Recordar la historia es síntoma de prestigio y de grandeza. Yo era un chico de Melilla, no venía de ninguna pata del Cid ni de ninguna gran cantera. Era jugador y me dijeron una vez que Alfonso Queipo de Llano me seguía. Eso supuso que durmiera emocionado cada noche, era lo máximo eso. Recuerdo una concentración de jóvenes talentos en El Palo con Emiliano, Luyk y Buscató. Llegué con una maleta y tengo grandes recuerdos, pero pronto comprendí que no iba a llegar a ningún lado como jugador. Afortunadamente, apostaron por mí como entrenador y así llegué al Unicaja en la temporada 92/93. Venía de Maristas, con el que habíamos intentado, y creo que conseguido, remover los cimientos del baloncesto nacional. Se produjo una fusión, una absorción, no sé el término exacto, que propició una temporada muy complicada. De un proceso así siempre queda gente damnificada y lo sufrimos nosotros en el mismo Ciudad Jardín. Una parte de la afición a poyaba a Maristas, otra al Caja de Ronda y otra gritaba Málaga. Fue una situación insólita, en la que perdimos los seis primeros partidos en casa y ganamos los seis primeros fuera. Poco a poco todo se fue centrando. Conseguimos que saliera una generación de casa formada por Nacho Rodríguez, Curro Ávalos, Gaby Ruiz, Dani Romero, Alfonso Reyes, que llegó rebotado del Estudiantes… Un equipo especial que acabó logrando aquel imprevisto subcampeonato del 95. Fue el empujón para que una ciudad entera se volcara con el baloncesto”.

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