Athletic | Málaga c. f. · la crónica

El Málaga cae pese a adelantarse dos veces

  • Inocente En un partido vibrante y en el que los ataques se impusieron a las defensas, los puntos premiaron el acierto Imagen Los de Antonio Tapia merecieron más botín que seguir tranquilos en Liga

Cuesta explicar cómo el Málaga no se llevó nada positivo ayer de Bilbao. Seguramente fue en el cuerpo a cuerpo, en las barricadas, donde este Athletic, que parece tocado por los hados, se encuentra más a gusto. Pero, en lo que fue un partido vibrante hasta el pitido final, un toma y daca en el que ninguno perdió la cara, el conjunto blanquiazul desaprovechó, hasta dos veces, el haberse puesto por delante en el marcador. Quedó patente que esa generosidad se paga cuando al final fueron los ataques los que se impusieron a las defensas.

Una victoria significaba dormir en puestos de Liga de Campeones y prolongar una fenomenal racha de seis encuentros invicto. Eran tres puntos para que todo el malaguismo se acostara dispuesto a soñar, a gozar. Pero no pudo ser. Pese a que el Málaga sorprendió con su ambición, no fue suficiente en un partido muy intenso.

El ambiente en Bilbao alrededor del Athletic da gusto. La euforia que se vive con la clasificación para las semifinales de la Copa en la ciudad es total. La gente está volcada con el equipo y no tiene reparos en demostrarlo. Es más, casi te lo pregonan de forma amistosa cuando se enteran que eres de Málaga.

San Mamés impresiona más lleno que vacío, pues sin gente lo único que destila son sentimientos añejos, de tiempos pasados. Cuando ruge sí es La Catedral, la misma que el Málaga tuvo en silencio sepulcral hasta el empate. Con muy poco, se adelantó con el tercer tanto de Albert Luque. Era la primera vez que los malaguistas merodeaban las inmediaciones de Iraizoz. Con colocación y ambición contuvo a los rojiblancos. Pero perdonó, especialmente Baha, que no llegó a empujar en boca de gol un centro de Jesús Gámez.

Caparrós declinó dar concesiones pensando en el miércoles, como sí hizo la pasada jornada en Almería. Un taxista que se afanaba en realizar el máximo de carreras posibles antes de ir al encuentro le acusaba de que el siguiente rival del Athletic, el Sevilla en la Copa, le bloquea. Por eso aseguraba tajante que en la ciudad hubieran preferido medirse al Valencia. Lo que no sabía era que el de Utrera jamás había ganado en Primera a Tapia. Y que, con todo lo maniático y supersticioso que es, quería revertir ese mal fario como fuera.

Lo logró por fe, empuje y mayor acierto de sus jugadores. Porque en la segunda mitad se vivieron situaciones demasiado similares a la primera: el Málaga se adelantaba, luego perdonaba y el Athletic le igualaba. No se pararon aquí los bilbaínos, que con sus armas lograron voltear un resultado, como habían hecho al Valencia.

Quizás el Málaga probó su medicina, la pegada que ayer pudo ser mayor. Pero la imagen del equipo, que siempre buscó los tres puntos con ambición, merecía mejor premio que seguir tranquilo en Liga.

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