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Málaga, capital Soria

  • Aficiones de uno y otro equipo vivieron otra jornada gloriosa · El himno blanquiazul se cantó en el centro de la ciudad · El partido acabó con tensión entre los jugadores

Ochocientos kilómetros y encontradas diferencias separan Soria y Málaga: el frío congénito frente a la amabilidad solar; un núcleo urbano con apenas 40.000 habitantes por más de 500.000; contado turismo medieval y playas abarrotadas. Nada que ver… Hasta que rueda un balón. Es entonces cuando en la Plaza de los Herradores, el epicentro soriano, se puede entonar el "Málaga, la bombonera", cuando las aficiones de ambas bandos se citan antes del encuentro para acudir de la mano a Los Pajaritos y en las gradas muchos seguidores portan esa camiseta híbrida de una mitad colorada y de la otra blanquiazul.

Como viene siendo habitual cada vez que el Málaga visita tierras numantinas, los sorianos ponen la hospitalidad y los malagueños el pescaíto. Alrededor de 200 kilos de "productos del mar", como les gusta recalcar a los lugareños, fueron portados desde la Costa del Sol para el encuentro que celebraron la noche del sábado aficionados de uno y otro equipo y que se extendió hasta la madrugada. Está por ver si alguna vez se cantará el himno del Numancia en la calle Larios para devolver el gesto, pero el listón para el próximo hermanamiento -todo apunta a que en Primera División- ha quedado muy alto.

¿roja o verde?

Precisamente estos días la calle Larios es protagonista por su infinito color rojo. La alfombra del Festival de Cine se ha tendido por undécima vez y la capital vive días de alegría y fanatismo. Justo lo mismo se vivió sobre la alfombra verde de Los Pajaritos, donde los aficionados locales llevan disfrutando toda la temporada. A pesar de que el cuadro de Arconada ha sumado más puntos a domicilio -en casa ha perdido cinco encuentros-, el triunfo de ayer se celebró como el definitivo. Sólo una sucesión de despropósitos en las últimas diez jornadas evitará el ascenso numantino.

se salieron del guión

El fútbol necesita ejemplos como el que cada temporada dan los seguidores de Numancia y Málaga. Aunque muchas veces se habla de que deben ser los futbolistas los primeros en dar ejemplo sobre el terreno de juego, ayer se invirtieron los papeles. En primer lugar, fue Raúl Gaitán quien, de forma involuntaria, propinó un balonazo a una joven que veía el encuentro en la grada. El lateral paleño despejó con contundencia un esférico con la mala fortuna de que apenas había distancia con el graderío. La Cruz Roja curó la sangre que emanaba de su nariz y Gaitán se disculpó con ella desde el campo. Pura anécdota. Más tenso fue el pique con el que acabó el encuentro. Nagore capitalizó la furia local. Desde que Paulo Jorge le dejó el antebrazo en una carrera, se las tuvo tiesas con más de un malaguista. Igual sucedió con Eliseu, que agarró de la cara a Mario y discutió con más de uno en los minutos finales. Pero fue todo producto de la presión por el ascenso. Y, como dice el código del futbolista, lo que pasa en el campo se queda en el campo.

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