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El Málaga se cocina una victoria de oro

  • Trabajada El equipo se adelantó pronto, gestionó con aplomo su ventaja luego y la selló en la segunda mitad Endebles El Atlético salió con un once dosificado y estuvo negado Avance Primer triunfo a domicilio en la temporada que aleja el descenso a tres puntos

El Málaga plantó bandera en el Calderón con una victoria de categoría. Por la contundencia, por la seguridad, por la relevancia, hasta por historia. Los de Muñiz se dieron un impulso de aúpa en la clasificación para empezar la segunda vuelta igual que la primera, pero con perspectivas más esperanzadoras. Para lograr lo que no había hecho en toda la temporada, ganar fuera de casa, el equipo consiguió lo que hasta entonces se le había negado: saber cerrar los encuentros. Fue un triunfo de empaque.

Ese fue el Málaga de ayer, un equipo que desde el arranque selló su superioridad y la paseó durante los 90 minutos. Nunca, absolutamente nunca, el Atlético hizo amago de empate o sueño de remontada. No le dejaron los hombres de Muñiz, ayer gigantes en asuntos de confianza y saber estar y empleados con una tranquilidad impropia de quien se está jugando la vida en la clasificación. La victoria alumbra el camino. Ya era hora de que un buen partido viniera acompañado de un triunfo. Al fin el refuerzo perfecto.

Viendo la trayectoria de los últimos partidos, quizás es el momento de pensar que la madurez del equipo empieza a estar en su punto de cocción. Justo cuando los malagueños y canteranos invaden el equipo. Toribio, soberbio ayer en el epicentro del partido, empieza a consolidar su cuerpo de joven y mente de viejo; Javi López pegó su segundo latigazo del encuentro para cerrar el marcador; e Iván se hizo más grande de lo que es achicando la poca agua que dejó filtrar Weligton. Realmente, la heroicidad de la victoria tiene un protagonismo coral. El trabajo fue exquisito desde Munúa hasta Manolo, el último en entrar al campo.

El Atlético, Quique y la grada acabaron bañados en una sensación de impotencia. Muchos la achacarán a un mal día local, pero lo cierto es que el tempranero tanto de Duda empezó a inocular zozobra en los rojiblancos, siempre bien anulados por los blanquiazules. El Málaga supo hurgar en un Atlético que saltó al campo a bota cambiada, despistado por las mieles de Vigo y ansioso por la ida de las semifinales coperas del próximo jueves. Los de Muñiz fueron un equipo sin grietas en todo momento. Ni siquiera el intervalo de dos minutos que provocó las lesiones de Duda y Jesús Gámez (entre el 63 y el 65) acabó con la fisonomía blanquiazul.

"La mejor afición del mundo no se merece el peor equipo del mundo". A veces la masa social del Atlético no se resigna a su sino y se clava ese lema en el pecho cuando augura una tarde de perros. Duda hizo bueno el vaticinio con algunos aún acomodándose en su butaca. El luso rubricó una jugada llena de inteligencia y calidad a los tres minutos. Una asociación entre Javi López y Jesús Gámez rescató los días en que el Málaga cosía a su rival con puñales por banda. La jugada, impregnada de velocidad y primer toque, comenzó en el ala derecha y acabó en la izquierda. Combinación impecable y ventaja psicológica. El partido ya nunca más saldría de la cocina malaguista.

A los de Quique se les descompuso el vientre. El técnico madrileño había reservado galas para dosificar, pero no había imaginado un guión encontrado tan temprano. El 0-1 llegó acompañado de una ocupación solvente del espacio por parte del Málaga y por un estado de tembleque local paralelo al cabreo de su gente, ayer irascible casi desde el inicio. La fortaleza mental del Málaga le permitió varias ocasiones para sentenciar, como un remate de espuela de Fernando que De Gea envió a córner. Un remate a bocajarro de Camacho al pecho de Munúa fue la única réplica del cuadro local, que se aferró al balón parado como único camino posible.

Al descanso Quique decidió abortar su alineación experimental y sacó del formol a Agüero y Reyes, sus hombres del año. El Kun aumentó la sensación de peligro, pero el Málaga seguía con sus pies bien clavados en el suelo. La duda era ver si el equipo de Muñiz se iría metiendo por inercia atrás, como en otros partidos, o aguantaría su ventaja multiplicándola. Ganó la segunda teoría, algo inédito esta temporada. Se sostuvo el Málaga, se desesperó el Atlético y entonces pasó lo que tenía que pasar: que alguna contra daría lustre a la ventaja blanquiazul. Baha, que ha recuperado su brío, tiró de inteligencia y Javi López de picardía para sentenciar. El Málaga se merecía una victoria tan sobria como la de ayer.

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