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El Prater de las Austrias

CASI ochenta años ha visto pasar El Prater para ver a su selección protagonista es una gran competición. Situado en pleno pulmón verde de Viena, en el barrio de Leopoldstadt, el remodelado estadio ahora llamado Ernst Happel debe maldecir su suerte, tanto esperar para llegar con uno de los peores equipos que ha visto. Las mejores generaciones austriacas han desaparecido y sólo queda el corazón y el empuje.

En los 30, en otra Europa, el Wunderteam comandado por Matthias Sindelar dominó pero la Italia mussoliniana y la política invasiva alemana acabaron por destruirlo en 1938, sin títulos pero con el recuerdo imborrable del físico espigado, la calidad, la velocidad, y la capacidad para el regate del Hombre de papel, del deportista austriaco del siglo. Cuarenta años más tarde la voracidad goleadora de Hansi Krankl y la calidad de Prohaska llevaron a la Comarca del Este a los Mundiales de Argentina y España. Después, sólo Polster y Herzog han salvado el magro honor austriaco.

Ayer, el equipo menos dotado técnicamente del torneo se agarró al orgullo y al empuje inútilmente. Croacia marcó, dominó, se sintió superior, pero acabó embotellada por sus piernas agarrotadas y pidiendo aire. El abogado Bilic no supo renovar pulmones y los hermanos Kovac penaron. El esperado Modric decepcionó a pesar de su gol y los voluntariosos austriacos con el viejo Vastic a la manija estuvo a punto de amargar al buen Pletikosa. Más al sur, en Klagenfurt, alemanes y polacos peregrinaron para ajustar cuentas. La creciente Polonia, siempre oprimida y maltratada por su situación, llegaba ávida de victoria. Siglos de agravios, que comenzaron con los asentamientos bálticos de los caballeros teutónicos, las penurias de los años oscuros, y que continúan hoy con la unión entre Berlín y Moscú para realizar un gaseoducto evitando su territorio. Y para colmo, los católicos polacos ven cómo su Papa ahora es alemán.

Llora Silesia

En el colmo del fatalismo, tuvieron que ser dos hijos de la minera Silesia, Podolski y Klose, los que martirizaran en silencio al águila blanca polaca, sin que Gandalf Beenhakker pudiera hacer nada. Una Alemania dicha favorita con tractores en vez de centrales, liviana por las bandas, pero que ataca por oleadas, arrolla y eterniza partidos. Peores Mannschaft han saboreado el título.

Hoy el fútbol vuelve a Suiza y varios de los favoritos se estrenan. El gallo francés presenta su mejor cara ante el renacimiento rumano. El hexágono francés se ilusiona con la juventud y calidad de Ribery y Benzema, y no se corta en silbar al aseado Henry. Victor Piturca, que no ha vuelto a sonreir desde una noche sevillana, dirige con mano firme a un grupo joven, hambriento, encabezado por el gran Mutu y sus cuentas por saldar. Rumanía no se habla con su prensa y Domenech les teme.

Mientras en el renovado Wankdorf de Berna, de tantas y tantas finales, Marco Van Basten examina su fútbol total ante su amico Donadoni y su squadra. Una Italia que debería sufrir el bajón emocional dos años después, pero que viste tan temible y elegante como siempre. Y una pregunta: ¿quién para a Luca Toni?

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