Tiempo Un frente podría traer lluvias a Málaga en los próximos días

unicaja - olympiacos · la crónica

Spanoulis en el apagón (74-82)

  • El Unicaja echa otra vez por tierra un completo partido merced a su triste final, con sólo nueve puntos e inerte tras tres triples consecutivos del base griego. Tocará ir Polonia a cara de perro.

Volaba Unicaja hacia el Olimpo dispuesto a saquearlo, justo como en la ida. De avalancha ofensiva, pleno de intensidad, apenas despistes entre buenas defensas. Dispuesto a dar una buena bocanada de oxígeno en el grupo tras la victoria del Zielona. Tocando con la yema de los dedos la gloria de ser el primero en tumbar al bicampeón de Europa. O eso es lo que les hizo creer Spanoulis. El griego llegó tarde, pero en el último cuarto se puso el reloj en la muñeca, ahí donde tiene esa fábrica de dardos a la moral. Uno, dos, tres triples seguidos para voltear el escenario, parcial de 2-13 y final con hiel, como en El Pireo. El mejor base de Europa es argumento suficiente para revertir un feo panorama, pero no fue sólo cuestión de que al heleno se le encendiera la luz, es que los de Plaza sufrieron un espantoso apagón, otro, que volvió a privar de ser competitivo en el tramo de la verdad. Puede que un Unicaja más despierto hubiera contenido su sangría; o quién sabe si sólo habría obligado a Spanoulis a ampliar su recital. Quedará la rabia de no saber la respuesta tras 30 minutos que encendieron el Carpena.

Se acusa un mecanismo repetido, arranques intensos y voltaje mantenido en el primer tiempo, luego una escalonada caída tras el descanso y esa parálisis en los epílogos de los choques; justo el motivo para que en la Euroliga la cosa se haya puesto bastante fea. Polonia se ha convertido ahora en un infierno. Ya se sabe, de ahí se vuelve como un héroe o no se vuelve. Merecer el Top 16 obliga a frenar la sequía de derrotas ante un rival que ha implementado su nivel, pero que no tiene mejor plantilla.

El Unicaja incidió en sus defectos. Horrible porcentaje en triples (3/12), fallos decisivos desde la personal y más pérdidas de las deseadas (15). Si todo eso no causó mella en los tres primeros cuartos fue porque el equipo sacó a pasear sus virtudes. Arrancó subido a la moto de Granger, puro ciclón, y confiado en la determinación de Fran Vázquez. Lo echó de menos en momentos de tensión el equipo porque se cansó y llegó a cuatro faltas antes de lo deseado; Plaza lo tuvo que reservar. Frenó el empuje el Olympiacos con un parcial de 0-9 mediado el primer cuarto, pero el ánimo coral y una buen vigilancia sobre Spanoulis (varios tres contra uno le obligaron a rifar el balón) mantenían el equilibrio.

Justo cuando llegaba la velocidad de crucero en el segundo cuarto, puede que tanta canasta fácil hiciera descuidar al Unicaja la defensa. Movió rápidas las transiciones el campeón griego, que hizo mucho daño desde las esquinas, ese mal que se repite. Ahí se hinchó Lojeski, un Spanoulis improvisado. Doce puntos suyos en la segunda manga, diez de ellos consecutivos, mitigaban el paso adelante que había dado Calloway, al fin parecido al de siempre. Retomó el testigo Carlos Suárez, haciendo mucho daño por dentro. El madrileño lideró una reacción que intentó frenar Bartzokas con una de esas técnicas a lo Scariolo; el entrenador heleno, que no paraba de dar patadas a su banquillo, reclamaba con razón que el balón había tocado en el pie de Calloway antes de la pérdida. Disfrutaba con su escozor y con la reacción de su equipo el Carpena, que hizo un generoso esfuerzo por tapar butacas vacías. Siete puntos de Carlos Suárez, con la mácula de dos tiros libres fallados, daban la primera gran ventaja, diez puntos (46-36), lástima del maquillaje de Peperoglou con un triple antes del intermedio.

Apetecía seguir desabrochando el duelo, que a los 22 minutos al fin abrió el aro opara el Unicaja, incapaz de anotar un solo triple. El equipo de Plaza, inmerso en rotaciones, perdió la referencia; Lojeski volvió a emerger para reenganchar a los suyos. Así, Petway culminó un parcial de 4-14 a poco más de un minuto para el final. Se desvanecían la ventaja y la sensación de superioridad. El debacle final vino precedido con la orden de Plaza de arrancar en zona. Efectiva en la primera defensa, una invitación para el hambre de Spanoulis después. Como no hubo respuesta, el aficionado perdió de su retina los ratos de buen baloncesto que habían hecho los suyos antes. Algunos se fueron recordando el sinsabor del año pasado. Pero aún queda el purgatorio de Polonia.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios