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El Unicaja perpetra su ridículo más espantoso

  • Humillación El equipo malagueño toca fondo tras ser vapuleado por el Prokom (50-70) Cisma El público estalla, pide dimisiones y el futuro en la Euroliga se oscurece, como toda la temporada

El Unicaja abrió el museo de los horrores y escribió una página ominosa, negra, en su historia. No puede caer más bajo el equipo malagueño, no cabe ridículo más espantoso que el que perpetró anoche sobre el parqué del Carpena. El mismo sobre el que hace tres años se celebraba el acceso a una Final Four. En el que hace cuatro se vibraba por conseguir una Liga, por el que se paseó una Copa del Rey. Ahí, el Unicaja ensució su camiseta, escupió sobre su escudo y dimitió de la temporada, la más negra que se recuerda, tras caer ante el Asecco Prokom Gdynia (50-70) de manera bochornosa. Cabe cualquier adjetivo hiriente para definir lo que aconteció ayer. Apenas pasado el ecuador de la temporada, no hay ilusión y esperan meses duros. Los que merecen plantilla, entrenador, cúpula directiva y Consejo, pónganle el orden que quieran. Todos son culpables de un despropósito sin par. El pueblo, la grada, pide dimisiones. Lo hizo ayer explícitamente. ¿Habrá que esperar al verano para que rueden cabezas? Quizá sea demasiado tarde. O quizá no pase nada, todo siga igual.

Ya la puesta en escena del Unicaja resultó indigna para un encuentro del Top 16, aunque varios jugadores (Dowdell, Cook, Welsch y Berni) lucían zapatillas negras. Lo mismo hacían los Bulls de Jordan cuando llegaban los play offs. En realidad, la salida ya era indigna de cualquier partido de baloncesto que dispute el equipo malagueño. Tardó cuatro minutos en anotar su primera canasta, permitió que el Prokom se adueñara del partido, con una defensa blandengue y contemplativa y un ataque calamitoso, sólo resuelto puntualmente con impulsos individuales, aunque Dixon ayer estaba desaparecido. No había más que rascar y la impaciencia se apoderaba de un Carpena que quería creer en el equipo, pero éste no le daba razones. Dolía ver el roto que hacía Qyntel Woods, recordando ese proyecto de estrella que era en los Blazers. Escocía contemplar cómo el Prokom se marchaba progresivamente, ya por encima de los 10 puntos (6-17). Poco después, hasta los 12 (16-28) y más tarde hasta los 15 (18-33).

Pasado el ecuador del segundo cuarto, el Unicaja no llegaba a los 20 puntos. Impropio. ¿Dónde buscar soluciones? Aíto probaba una zona presionante que permitió recuperar algunas bolas, pero el desacierto ofensivo, rayando la calamidad, impedía recortar distancias. Una jugada que servía de ejemplo lapidario. Contraataque de tres jugadores cajistas contra ninguno polaco y Cook que se resbala y manda el pase decisivo fuera, sin que llegue ninguno de sus compañeros.

Un disparo al aire de Berni, un llamamiento a la dignidad quizá, despertó al menos el ansia de victoria, de no tirar a la basura la Euroliga. El capitán no está bien físicamente, lleva demasiado tiempo así, pero el carácter lo conserva. Un entrada en transición y un triple abrieron y cerraron un parcial de 9-0 con el que se finiquitó el primer tiempo. Para lo que había llovido, escampaba en el Carpena al descanso (33-37).

Pero volvió a diluviar en un tercer cuarto infame en el que el Unicaja anotó sólo siete miserables puntos. Dos de Welsch, dos de Printezis y otros dos de Berni más un tiro libre de Archibald. Era el minuto 25 y la diferencia era de dos puntos (40-42), pero otro atasco de cinco minutos sin anotar llevó al equipo malagueño al borde del abismo otra vez (40-49). La ausencia de ideas se multiplicaba y las soluciones no llegaban. No había un solo jugador al que agarrarse. Freeland estaba horroroso en ataque, mejor no hablar de su defensa, Dixon había perdido el hechizo, Printezis no daba con la tecla. Y desde el banquillo tampoco llegaban soluciones. Aíto no está ni se le espera.

La bronca al final del tercer cuarto contrastó con los aplausos al principio del último periodo. Quería creer la afición en una última reacción, pero el equipo acabó dimitiendo. Berni rompió una secuencia de ocho minutos sin anotar. Ocho minutos en los que no se fue capaz de forzar ni un mísero tiro libre. Con porcentajes de minibasket (29% en tiros de dos y 14% en triples), tiros que no tocaban aro y otros al canto del tablero, el Unicaja se sostenía en el encuentro por la incapacidad del Prokom de asestar un golpe definitivo al encuentro. Otro equipo de mayor calado lo hubiera matado antes. Pero sí, acabó degollando a un rival pusilánime, sin orgullo ni carácter. Sin baloncesto, ni ganas de jugarlo. Con una grada de uñas, con tres partidos consecutivos en casa por delante. Historia negra del Unicaja.

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