El Valladolid, que había convertido el José Zorrilla en su fortín, cayó ante el Valencia en un partido trabado, marcado por la pésima meteorología, y en el que los levantinos rentabilizaron dos buenas llegadas de Mata y Villa en la segunda parte.

Bajo una formación 4-2-3-1, con Marchena y Maduro de pivotes más tres mediapuntas, Joaquín, Banega y Mata, el Valencia añoró inicialmente el juego entre líneas de Silva, que hubiera sido un recurso ideal para jugar en corto, pues el partido estuvo marcado en todo momento por un viento infernal.

Con el partido muy feo, el Valladolid rebuscó en el fondo de su armario para abrigarse en medio del vendaval y durante la primera parte encontró a dos futbolistas que siempre están ahí para lo que sea menester, Álvaro Rubio y Vivar, quienes gobernaron con solvencia el medio campo, donde los valencianos evidenciaron problemas.

La lentitud de Caneira y Moretti en la bandas hacía muy permeable la defensa del Valencia, que trabajó a destajo, al igual que Hildebrand, quien transmitía cierta sensación de inseguridad, pero parar, lo que se dice parar, paró todo lo que disparó un Valladolid que se fue diluyendo y atascando camino del descanso. Precisamente, el alemán fue el protagonista en los primeros minutos de la reanudación. Le sacó un balón de gol a Víctor Fernández en el minuto 52 y segundos después, respondió Villa en la otra portería. Esta jugada fue como una sacudida eléctrica para el Valencia: aparecieron la calidad de Banega, la viveza de Villa y la habilidad de Joaquín.

El Valladolid no supo digerir la mutación del rival y Mata encontró el camino de la portería de Alberto, a quien batió por bajo en el minuto 59. Al equipo de Mendilíbar no le duraba el balón en los pies y tampoco el técnico vasco dio con la clave para que sus jugadores reaccionaran. Y en pleno desconcierto local, Villa sentenció una victoria que llegaba tras nueve jornadas sin hacerlo.