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Vuelve el ídolo

  • Jorge Garbajosa regresa a Málaga por primera vez vestido de corto desde su marcha en junio de 2006: "Fueron dos años tan bonitos como intensos, sólo guardo buenos recuerdos de ese equipo y esa afición"

Llegará vestido de blanco, con su eterno número 15 a la espalda, pelo desaliñado y barba de varios días. El 15, el dorsal con el que se lacraron los mayores hitos de la historia del Unicaja. Vuelve el ídolo. Cuestión de gustos, es posible que por Málaga desfilara algún jugador mejor. Pero ninguno tuvo tanto impacto. Para no cometer injusticias históricas con otros grandes en el imaginario malagueño, ninguno llevó tan alto a este club como Jorge Garbajosa Chaparro.

Fueron dos años intensos (2004-06), con una Copa y una Liga como premio tangible. Pero dejó Garbajosa más cosas. Un espíritu ganador que, como inercia, permitió la fabulosa experiencia de la Final Four. También legó una pena, una huella como la que sólo dejan los más grandes. Un hueco que el club se ha esforzado por rellenar y que no lo ha conseguido. Un líder a veces silencioso -"Jorge no hablaba, le bastaba con mirar", dice un compañero en la época dorada en Málaga-, a veces agitador, como cuando levantaba el puño tras un triple y el Carpena se caía. "Cuando veíamos a Jorge mirar al banquillo después de una canasta con el brazo en alto sabíamos que ese partido estaba ganado", cuenta Chus Mateo, técnico ayudante ahora en Fuenlabrada, entonces segundo de Sergio Scariolo. Más allá de los números, la sensación de que la metía cuando había que meterla, como en ese triple en la cara de Felipe Reyes que sentenció la Copa, o como esa secuencia ganadora en Vitoria, culminada con el triple de Ansley encestado 12 años después. Fueron sus momentos deslumbrantes, pero detrás dejó una impronta de ganador indomable que le valió para llamar la atención de la NBA. Había llegado desde Treviso, cuatro años exitosos a la vera de Venecia, pero en Málaga fue reconocido como el mejor ala-pívot en Europa. Prefirió entonces liderar un equipo que aspiraba a crecer antes que las ofertas más cuantiosas de Barcelona y Madrid. Sí, rechazó a los futboleros para ser el líder de un proyecto, algo que la afición de Málaga nunca olvidó.

En el verano pasado de 2008 estuvo cerca de regresar a Málaga una vez acabado su periplo en Toronto, malogrado por una desgraciada lesión que dejó su pierna derecha maltrecha. Prefirió esta vez Moscú, el Khimki. Seguramente también pudo el respeto a luchar contra su propia leyenda. No es, seguro, el jugador absolutamente determinante de su bienio en Málaga, pero tampoco un cojo ni un lisiado. Sigue siendo un jugador de baloncesto con mayúsculas con una inteligencia superior. Volvió al Carpena para celebrar el 30 aniversario del club, con las viejas glorias de la entidad. El público le ovacionó como nunca. Ese día, el equipo eliminó al Real Madrid en el play off. Garbajosa viste hoy la camiseta blanca. "No cabe duda de que el partido contra Unicaja es muy especial para mí. En Málaga pasé dos años tan bonitos como intensos y sólo guardo buenos recuerdos de ese equipo y de su afición. Pero regreso como jugador del Real Madrid y voy con toda la ilusión del mundo por ganar el partido", expresa, lógicamente aséptico, horas antes del partido. Después del mismo, es posible que se reúna con algunos de los amigos que dejó y se vaya al Pimpi Florida a tomar unos carabineros. Como hacía cuando jugaba en el Unicaja. En su corazón siempre habitará un pedazo de Málaga.

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