Las zapatillas de baloncesto son un negocio universal. Hay lugares del mundo en el que recomiendan no hacer ostentación de ellas porque pueden costar una vida. Trascienden la pista y son un elemento estratégico para las grandes marcas por sus buenos márgenes de beneficios y porque entroncan con la cultura urbana, como modo de expresión de clases sociales más desfavorecidas. El nicho de mercado es enorme. Las zapatillas marcan territorio y otorgan estatus. Estudios de finales de la pasada década afirmaban que cuatro de cada cinco personas que compran zapatillas de baloncesto no practican este deporte habitualmente y que es un negocio que mueve dos billones de dólares sólo en Estados Unidos.

La batalla entre las marcas tiene su campo de acción principal en la NBA, obviamente. El verano pasado se vivió un episodio paradigmático con Kevin Durant, siempre de Nike desde que se hizo profesional. La pujante Under Armour le hizo una oferta mareante de 265 millones de dólares por 10 años de contrato. Nike, que tiene a varias estrellas importantes como LeBron, contraofertó para no dejarle escapar. Era una pieza simbólica. La hoy todopoderosa marca de la pipa estaba técnicamente en bancarrota hasta que la apuesta por Michael Jordan a mediados de los 80 le dio la vuelta a la historia. Under Armour es una marca que con apenas cinco años en el baloncesto, procede del fútbol americano con una historia típicamente americana que comenzó hace 20 años en un taller de Baltimore, pero que ya tiene a estrellas del calado Stephen Curry, cuya zapatilla personalizada se vende como rosquillas. Estudios del pasado verano señalaban que Nike acapara más del 90% de cuota en Estados Unidos, también con su filial Jordan como eje importante. Muy de lejos, Adidas.

En el vestuario del Unicaja la variedad marcas comerciales se ciñe a tres: Nike, Adidas y Under Armour. La primacía es también para la primera, que tiene su sede en Beavertorn (Oregon, Estados Unidos). Marca la diferencia con seis miembros del Unicaja que la emplean, algunos de ellos con estrenos de cara a esta edición de la Copa del Rey. Stefan Markovic, Jayson Granger, Mindaugas Kuzminskas, Caleb Green, Will Thomas y Vladimir Golubovic se decantan por ella. Le sigue Adidas, con tres jugadores: Germán Gabriel, Kostas Vasileiadis y Fran Vázquez. Cierra, con dos, Under Armour, que ha cerrado un acuerdo de colaboración con la ACB para ser proveedor técnico en esta Copa y que calza a Carlos Suárez y Ryan Toolson. Queda Jon Stefansson, que no tiene marca definida. Suele emplear Nike pero en esta Copa tiene encargadas unas Adidas para estrenar.

Ofrece un buen mapa de influencia de las marcas en este sector. Las zapatillas que calzan los jugadores suelen ser personalizadas, con contratos firmados que suelen gestionar sus agencias. En función de la dimensión del jugador se le paga más o menos. Sí hay barra libre de material a disposición de los jugadores, que suele incluir ropa de calle. Las botas que portan los profesionales no bajan en el mercado de 150 euros. En Suárez y Toolson se puede ver su nombre, aprovechando el lanzamiento de su marca al alza. Lo que en los americanos llaman customize, la personalización, es otro de los caminos por los que ha crecido la demanda de zapatillas. Colores, simplemente en el vestuario cajista hay un arcoiris, mensajes de todo tipo, referencias a los hijos, incluso a temas religiosos. Todo cabe.

En cuanto al tamaño, el que tiene una talla más grande es Fran Vázquez, con nada menos que un 51.5. El tope mínimo está en el 46 que tienen algunos exteriores. En cuanto al uso que se hacen de ellas se dividen entre los que apuran su uso y los que estrenan cada poco, rara vez en un partido para que no haya molestias.

Toolson y Suárez, Stefansson, Vasileiadis y Fran Vázquez tienen previsto lucir nuevas zapatillas en Las Palmas. Sus armas en los pies para sentirse cómodos sobre el parqué del Gran Canaria. En el Unicaja hay variedad de gusto, color, marca y mensaje. Igual pueden personalizar las próximas que encarguen con un logotipo de la Copa...