Liga bbva

Un ejército de un soldado (2-0)

  • Soldado se basta para aniquilar a un Málaga de muy buenos propósitos pero sin capacidad de remate. El equipo, que acaba el año fuera de Europa, bajó los brazos tras el 2-0.

Emery tiene suerte, un solo soldado le vale para formar un ejército. Soldado jugó al margen del Valencia y el Málaga, únicamente él se tomó en serio que el fútbol se resuelve en las áreas. Los de Pellegrini pusieron las maneras, los huys, la ambición; los de Emery aportaron parálisis, patadas y hambre sólo con el Málaga cabizbajo. Pero él, como casi siempre, demostró que en el fútbol la suerte se invoca marcando goles. Sacó a su equipo del callejón, impartió un curso de delantero a Rondón, opositó a sustituto de Villa en la Eurocopa. Y convirtió en pesadilla un partido del Málaga valiente y con hechuras.

Si hoy separan nueve puntos a ambos conjuntos en él está la diferencia. No tiene un Soldado el Málaga, tampoco un Negredo, que decretó la misma justicia en el debut del curso. Y es por eso que despide 2011 fuera de Europa. Sólo con los bolsillos de elogios y buenos augurios para el mañana. Los blanquiazules se hartaron de llegar al área de Alves, pero para pisarla, no para rematarla. Soldado marcó dos goles en sus dos primeros disparos a puerta; luego marró otras dos para acariciar el hat-trick y humanizarse. El Valencia lleva años siendo el tercero de la Liga pese a su progresiva descapitalización. Aunque en todo momento ha dispuesto de un 9 eficaz, que es lo que marca la diferencia en una Liga ya de por sí desigual.

Con un tirador ahí arriba, el Málaga habría alcanzado la perfección. Asumió la relevancia de la cita con ambición y descaro y jugó siempre iluminado hasta que se apagaba al llegar a la meta valencianista. Isco, pitado, había concitado la atención de Mestalla. Entonces irrumpieron los regates alegres de Joaquín, en el arranque conectado a su mejor versión. Dos internadas de esquiador, una en cada banda, elevaron la adrenalina de Mestalla. En ambas ocasiones apareció Alves para echar la persiana. Mestalla se callaba, Mathieu hincaba la rodilla ante él, Rami y Albelda convertían sus piernas en hachas. Con él de líder y Toulalan engullendo a Banega, el partido estaba en manos del Málaga.

De vez en cuando amenazaba un latigazo del Valencia, obligado a jugar a la contra en casa. La máquina de Pellegrini sufrió una grieta en una entrega apurada de Jesús Gámez a Toulalan. Robó Jonas y se convirtió en Banega. Vio que entre Mathijsen y Caballero cabe siempre una autopista y por ahí circuló Soldado, lento en el desmarque para romper el fuera de juego y eléctrico en el cambio de ritmo a Caballero para sentarlo. El delantero conquistó el castillo sin ayuda de nadie. Continúan sin una sutura correcta los problemas de los centrales, a pesar de que Toulalan dio otra exhibición de compañero solidario limpiándoles el trabajo.

Hasta entonces, todo había ido como la seda. Pellegrini al fin había puesto de acuerdo a los aficionados con su alineación. Dejó de humillar a Duda y premió el olfato de Juanmi. El once más próximo al estilo pretendido había hecho fluir el estilo en su máxima expresión desde el inicio. El Valencia estaba empujado hacia Alves, Rami era el único que podía sacar el balón y Mestalla pitaba, eso que tan bien se le da a ese estadio.

No se descompuso el Málaga, que acertadamente insistió en la idea de la primera mitad. La igualada pudo llegar en una contra de cuatro contra dos que casi acaba en autogol del díscolo Miguel. El partido pidió entonces la presencia de Van Nistelrooy, remate. En ese tránsito hacia el cambio, Jordi Alba tiró un caño que convirtió a Demichelis en trending topic y a Soldado en un clamor. Golazo.

Se fue Juanmi y no Rondón. Se quedó el más desacertado y se fue el más ratón. Pero ya era tarde. El Málaga estaba roto, había dejado a su defensa a la deriva, abandonado a la puntería de Soldado. Pudo haberse puesto las botas el Valencia. No hubo más sangre y sí el recuerdo al abecé del fútbol: gana quien gobierna las dos áreas.

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