De sobremesa con... Fernando Forestieri

"¿'La mano de Dios'? Yo la haría, pero lo confesaría con los años"

  • "En mi calle jugaba por cerveza o por pollo; ahora soy profesional y no puedo hacerlo, porque si no me pegan", dice a las puertas de regresar a su barrio en vacaciones

Descarado y simpático, abierto y divertido, las palabras de Fernando Martín Forestieri componen la diáfana radiografía de un chaval que acaba de cumplir 20 años. "Me han regalado unas pantuflas con la forma de un sapo, verdes y con sus antenas", dice sin pudor alguno. En cada frase deja constancia de su fuerte sentimiento argentino y de su anhelo por continuar en el Málaga cuando termine la temporada. Sabe bien que no es el único que decide su futuro, pero es el peaje que paga por haber partido de su Rosario natal siendo muy joven para dar sus primeros pasos futbolísticos en Buenos Aires y, posteriormente, en Italia.

El ritual de los asados

Como buen argentino, toda reunión o cita vienen acompañadas de un buen asado, aunque la exigencia deportiva no siempre se lo permite. "Una vez a la semana sí lo comemos. Sobre todo, los domingos por la noche cuando terminamos de jugar el partido. Ahí mi familia ya me espera con un asado. Es un premio y sirve para recuperar fuerzas. Eso sí, al otro día el doctor [Juan Carlos Pérez Frías] me toma la grasa", afirma riéndose.

Es una vía que le conecta con sus raíces rosarinas. "Cuando termine la Liga iré para allá. Tengo unas ganas... Hace más de un año que no voy. Por eso lo tomamos, es una forma de sentirnos cerca de Argentina. Allí ya nos recibirá mi abuelo con un buen asado. Llegas con el taxi y ya ves el humo a lo lejos", relata Forestieri, quien añade: "Si mi abuelo estuviera aquí, se pondría él a cocinar la carne. Le diría al cocinero que le disculpara, que él lo hace. Es la costumbre". Al comienzo de su etapa italiana, los platos de pasta sí le causaron algún que otro disgusto. "Me llevaron a comer y lo primero que hice fue cortar la pasta. ¡Todo el mundo empezó a regañarme! Eso está prohibido allí", recuerda.

Su barrio

Forestieri se crió en un ambiente tan feliz como humilde. "Tengo cicatrices por todo el lados de no parar. Mi madre me decía que no hiciera algo y hacía lo contrario. Me subía a los árboles para coger nísperos. Un día lo hice, me caí y me rompí todo. Hasta tengo una herida en el ojo, casi lo pierdo. Era un desastre", cuenta el malaguista, que pronto apareció con un balón cosido al pie: "Empecé de chiquito, con cinco años en campos de tierra en la calle".

Los estudios no eran lo suyo. "Mi madre dice que hay que agarrar los libros, pero no me gustaban", reconoce Forestieri, que se empleó en aprender a gambetear en un escenario conflictivo del que no se libró su hermano Maxi, herido de bala: "En mi barrio, ver disparar era algo habitual. Fue un golpe muy fuerte, sólo pensaba en la muerte, porque le agujerearon el pulmón. Él venía de trabajar. El problema es que hay muchas bandas que quieren mandar. Allí todos somos amigos, pero si uno está drogado, no entiende de amigos y el que disparó estaba muy drogado. Gracias a Dios, pudimos salir de allí".

Cuando retorna a Rosario revive sus días de niñez, aunque con cuidado. "Cuando te crías en la calle, juegas donde sea, da igual si es el Bernabéu que la vuelta de la esquina. Pienso que a Messi le pasará igual cuando va de vacaciones. Siempre dices que no vas a jugar, pero luego lo haces de portero y ya con el resto. Antes, cuando no era profesional, estaba en esos torneos que se juegan por cerveza o por pollo. Ya no puedo jugarlos, porque si vas a la final, te matan. Juegan para comer. De niño lo vivía y quería ganar por el equipo y la familia. También porque comes, pero siendo de profesional no puedo. Lo hacemos entre amigos porque sabes que no te van a pegar", confiesa. "Me da bronca; si mis amigos quisieran, podrían ser profesionales, pero no tienen disciplina ni la cabeza en eso. Mi hermano Maxi sigue jugando con los amigos. Estos días está jugando un torneo. Si quisiera ser profesional, podría serlo perfectamente. Es mucho mejor que yo. A él lo ha llamado Boca, River, muchos equipos. Pero nunca quiso", sentencia con contundencia. "Ahora va a ser papá y está contento. Quiere quedarse para que el niño nazca argentino, pienso que va a venir pronto", agrega.

Hábitos y aficiones

"Pienso que soy más argentino que otra cosa", expone Forestieri. Lo confirma cuando dice que lleva dos días sin poder disfrutar de la novela. "Miro Un gancho al corazón, en Canal Sur. La vemos todos, pero al principio empecé a verla yo. Yo miro todo el fútbol, pero entre la novela y un partido no muy fuerte, miro la novela", no duda. También gozó del mítico Chavo del Ocho. Pregunta si la reponen y manifiesta que le gustaría ser un galán televisivo "en un capítulo y besando a la protagonista. Y ya me puedo morir".

Cuando puede disfruta del pádel: "Nos hicimos amigos de unos chicos que juegan muy bien y cada día aprendemos más. Ha sustituido al ping-pong, porque las canchas de pádel las encuentras por todos lados". Muñiz es habitual de este deporte, aunque nunca se han medido con una red de por medio. "Me dijeron que juega, pero no me he enfrentado a él. Si lo hago, se la tiro al cuerpo, a la cara", señala Forestieri en broma.

Cuando pertenecía a Boca Juniors, el mediapunta dedicaba sus ratos libres al ping-pong y al metegol, denominación argentina del futbolín. "Cuando venía de entrenar, estudiaba un poco y jugaba al futbolín como dicen acá. No son iguales, en Argentina es todo de hierro, los pies terminan en punta y allí puedes pisarla. Y aquí no vale. Es muy bueno, jugábamos todo el día al metegol y al ping-pong. En Argentina, si no la pisás, no vale el gol", indica.

Asimismo, tiene diversos ritos antes de los encuentros: "Enciendo el ordenador y abro dos ventanas en Youtube. En una pongo a Ronaldo, el gordo, no Cristiano, y en otra música. La escucho mientras veo sus goles en el Barcelona o en el Inter. Me gusta hacerlo con cumbia o merengue, que me emocionan, y todo eso me activa".

El vestuario

Para Forestieri, uno de los grandes avales que tiene el Málaga para continuar en Primera es el colectivo de personas que lo forma. "Con este grupo, no podemos irnos a Segunda. Ni jugando mal. Si estuviéramos peleados, quizá. Pero el vestuario es espectacular. Todos nos llevamos bien, siempre intentamos quedar por la tarde, por la noche. Nos aconsejamos y nos decimos las cosas que hacemos, ya sean bien o mal. Nunca dejamos de hablar las cosas y eso hace al equipo más fuerte", asegura el blanquiazul.

Forestieri tiene parabienes para todos sus compañeros. En especial, para Fernando y Manolo, "espejos en los que mirarte". "Con Fernando me siento muy bien. También con Manolo, la gata. Le digo que con ese pelo se parece a Sonic, el de los videojuegos. Cuando se ponen a decir boludeces, te tienes que mear de la risa", opina Forestieri. En Italia no existe tal grado de amistad: "Allí se creen que uno que viene de la cantera, como Juanmi, le va a quitar el puesto. Eso lo veo mal. Aquí, los que tienen más experiencia como Luque o Juanito, están pendientes de los nuevos y eso crea unión".

Posee afinidad con otros como Caicedo y Munúa debido a sus orígenes suramericanos. "Caicedo es una bestia, se parece al de la película Depredador. No se lo he dicho, porque me mata [risas]. Pero es muy buena persona y muy simpático. Siendo ecuatoriano se cree argentino, porque empieza a decir: 'eh, boludo'. Con Munúa pasa igual, le decimos que si se cree que es argentino. El único pique fue cuando se celebró el Argentina-Uruguay para el Mundial", recuerda.

Muñiz es su técnico, pero la persona que se encarga de guiarle. Y Forestieri agradece ese apoyo: "Ya estamos haciéndole caso. El mérito lo tiene él, porque siempre nos dice lo que quiere. Si le hacemos caso, los resultados vendrán solos. Lo veo como un profesor, pero también como a un amigo. Siempre puedes contarle cualquier problema, él está ahí para escucharte, como Dely. Es como un jugador más. Te da consejos en todo lo que te puede ayudar. Es un profesor porque me está enseñando muchas cosas que me pueden servir ahora y en el futuro. Nunca pasé la cantera, pienso que me faltó alguien que me guiara tácticamente. Mi padre sabe mucho de fútbol, pero no es un míster. Nunca tuve alguien como Muñiz, por eso quiero aprender y tirar hacia adelante".

Corazón argentino

Forestieri es internacional en las categorías inferiores de Italia, aunque su corazón muestra los colores albicelestes de la bandera argentina. Tampoco olvida el cariño que le ha dado Italia. Una difícil elección. "Empecé a jugar con Italia en un momento en el que estaba nervioso y caliente por lo de mi hermano. Me pregunté qué me daba Argentina si casi me hace perder un hermano. Ahora lo pienso fríamente y preferiría jugar por Argentina. Pero lo hecho, hecho está. No sé si aún puedo porque sólo he llegado a la sub 21, pero pienso que si juego con Argentina la gente me va a odiar. Dios dirá. Pero Italia me cambió la vida y me trató bien", revela.

Acompañándole de forma perenne lleva la etiqueta de ser un nuevo Messi, con el que guarda cierto parecido físico. "Él otro día me vieron con mi hermano y me preguntaron si era él", declara. Lo ve un extraterrestre, aunque a Maradona lo compara "con Dios". "Leo es muy bueno, pero él solo no gana los partidos. Maradona sí podía hacerlo. ¿La mano de Dios? Seguro que yo lo haría, aunque sólo lo confesaría con los años. Eso es de mucha clase y lo lindo del fútbol es la picardía", arguye.

Seguir de blanquiazul

Si tiene una ilusión Forestieri, es la de ser malaguista durante muchos años. "Como Málaga no hay nada. No lo digo porque juegue aquí, es por la gente, por los aficionados, por los periodistas. La relación no es igual que en Italia y me hace sentir como Argentina. Todo es muy cercano", explica Forestieri, que luchará por su continuidad. "Mis padres y mi hermano son los primeros que se quieren quedar. Mi hermano Ezequiel trabaja de camarero y me dice que no le importa que me vaya, que él se queda. Se sienten a gusto, como en Argentina. Se quieren quedar y espero que yo pueda también quedarme. Depende de mí y del presidente [Fernando Sanz]. También tiene algo que ver el Génova. Aunque si quieren, seguramente pueda quedarme. Me da un poco de fastidio que haya tantas personas que tengan que decidir y esperar hasta el último minuto El fútbol es así, pero es mi objetivo. Cuando entro a la cancha quiero hacer tantas cosas que las hago mal... Sólo espero jugar más y demostrar que puedo seguir en el Málaga".

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