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Un punto en cuarentena (1-1)

  • El Málaga alcanza los 40, que no le terminan de certificar la permanencia ni acercarle a la zona europea. Cop rescató un punto al filo del descanso en un encuentro feo y muy trabado.

Los niños son esponjas, absorben con facilidad el conocimiento. Pero resultan un muro difícil de saltar cuando preguntan algo que no entienden y no es fácil de explicar. Por ejemplo, un empate como el de ayer. Porque la victoria habría servido para celebrar en casa la permanencia; también para dar un bocado a la zona europea. Y la derrota habría alimentado algún fantasma y hubiera puesto en chino lo de alcanzar a Celta y Athletic. Un empate como el de ayer no es ni una cosa ni la otra. Y no es fácil de explicar, ni siquiera a los niños, a los más de tres mil que había en la grada. Toca poner el punto en cuarentena y ver cómo evoluciona.

Precisamente los 40 puntos alcanzó el equipo blanquiazul, que volvió a dejar claro que le habría venido mejor un calendario contra los de arriba que no los rivales áridos que le aguardan. Como el Espanyol que pasó por La Rosaleda, donde vino a pisotear todas las rosas y a evitar que hubiera fútbol. Para colmo de males, se puso pronto por delante en el marcador y ello dejó su autobús mejor aparcado aún. Ni Gracia ni sus jugadores han encontrado aún la llave para abrir ese tipo de encuentros, aunque al menos se evitó una derrota que habría afeado más aún el buen día y el panorama para las siete jornadas que quedan. Por empatar, los dos equipos se repartieron hasta los impactos sicológicos; Diop asestó el mazazo de marcar a los 11 minutos y Cop, desde el punto de penalti, igualó segundos antes de que Martínez Munuera mandara a todos al descanso.

Al Málaga, inmóvil e inoperante en la primera mitad, le guió el corazón en la segunda, en la que se dejó ver más y buscó más alternativas, pero con los mismos problemas para levantar la suerte del partido y esquivar las continuas minas que pusieron los pupilos de Constantin Galca por el terreno de juego, a veces abusando del juego físico y al límite del reglamento. Y esa es una semblanza de lo que espera de aquí a final de temporada. Cierto es que al Espanyol le valía el empate y a otros como el Granada, el Rayo o el Levante, que vendrán en futuras próximas, sumar de uno no les sentará bien, tendrán más necesidad de exponer, pero serán partidos clónicos al que hubo ayer. En ningún caso será una decepción no acabar las últimas jornadas luchando por la sexta o séptima posición, aunque el calendario se hará muy largo si la distancia con Celta y Athletic no va menguando.

Saltó el Málaga al terreno de juego sabiendo que ambos habían empatado a un gol y cosechó el mismo marcador. Pesó más el planteamiento rival que cualquier cargo emocional extra o el vértigo europeo. Camacho y Recio apenas olieron la bola hasta el descanso y ello dejó un decorado muy desordenado: con Weligton y Albentosa tocando más balones que Cop y Charles y estos dos corriendo más que los laterales. Atsu calentaba en el ecuador de la primera mitad porque Javi Gracia veía claro que el partido podría haber durado una semana y no habría otorgado un resultado positivo. Aunque el que entró más reanudarse el juego fue Ricca por el griposo Miguel Torres. La idea era ampliar los carriles y por ahí buscar los huecos que no concedía el Espanyol, a pesar de que el empate al filo del descanso también afectó a los visitantes. Sentó bien el cambio porque el equipo empezó a dinamizar movimientos y a ofrecer mejores posiciones para la asociación. No generó demasiadas ocasiones de gol, pero sí alguna como para haber revertido el resultado. Por encima de ellas, un balón que dejó a Charles solo ante Pau. Lo hizo todo bien, el control y el disparo, pero el meta también estuvo más que correcto, su salida felina abortó, a dos minutos del final, algo que los niños entienden a la perfección: celebrar el gol de la victoria.

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