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El tercer tiempo, en el Frascati

  • Esta pizzería de Guadalmar se ha convertido en otro vestuario blanquiazul · Su dueño, el ex jugador del Nápoles Antonio della Ratta, es ya un gurú de la plantilla · Episodios importantes de la historia reciente se han fraguado en su establecimiento

Hace casi 18 veranos Antonio della Ratta (3/3/49, Sant'Agata dei Goti, Benevento, Italia) vino de vacaciones a El Palo. Su ventana daba al campo de fútbol de San Ignacio y desde allí veía a los chicos jugar. Ahí empezó a enamorarse de la ciudad. "Se parecía a Nápoles: su gente apasionada, trabajadora, afable...", explica. Hoy es el dueño de un restaurante autóctono en el que es raro que no esté Salva tomando café, Alberto Luque no lleve a su familia a cenar o tras un partido haya algún asiento no ocupado por los jugadores del Málaga. Es el Frascati, una pequeña Rosaleda donde los balones cambian por una exquisita pasta. Una pizzería de Guadalmar, otro vestuario blanquiazul más. Su secreto, Antonello, "un italiano que se siente malagueño".

Este rincón futbolero es algo más que un restaurante. Da fe que la historia reciente del club haya escrito episodios de gran calado: el día en que Muñiz anunció a Fernando Sanz que abandonaría el Málaga tras el ascenso a Primera; la decisión de la Federación de elegir La Rosaleda para el amistoso ante Francia o la contratación de Weligton por cuatro años son algunos de ellos. Su magia también puede entenderse escuchando a Antonello hablar de su negocio en un entendible italiano: "Quien viene aquí no es un cliente, es un amigo, como si lo conociera de toda la vida. Con quienquiera que venga hablo del Málaga".

En el currículo de este incansable parlanchín luce que vistió 28 veces la elástica del Nápoles en la serie A (temporada 67/68). El fútbol define bien su carácter, fuerte pero amable: "Yo hoy en día sería Gattuso. Me gustaba jugar duro, pegar... Soy italiano [se agarra a la mesa y sus piernas se mueven por abajo]. Actualmente no me identifico con nadie del Málaga porque no he visto a nadie que rompa, que mande duro en el centro del campo. Está Barros, pero no es fuerte, no es un Gattuso que meta miedo".

Aunque nació como negocio al uso para poder echar raíces en Málaga, la militancia de muchos jugadores por la zona (Dely Valdés, Darío Silva, Fernando Sanz, Larrainzar, De los Santos) empezó a darle un cariz futbolístico. El punto de inflexión lo marcó el sonriente Marcelino Torrontegui (o Torrontelli, como lo llama Antonello), masajista del equipo. "Aquí lo conocí y siempre le estaré agradecido. Es un gran hermano para mí, porque en los momentos difíciles me dio la mano y estuvo a mi lado. Yo tengo cuatro hermanos, pero él es mi hermano de leche. Gracias a Dios, lo encontré. Él me infundió el gran amor al Málaga", narra el dueño de Frascati. Pero no sólo eso. También le dio la oportunidad de conocer a Fernando Sanz, a quien, literalmente, venera: "Si él o su familia algún día me pide algo, iré hasta la muerte. Lo respeto mucho y siempre estaré a su disposición".

Por ello, no sorprende que sea un consejero de todo el que le visita. "Tú eres un mago", cuenta que le dicen, y él les asesora "con cariño y sin interés". Por ejemplo, con Eliseu, una debilidad personal. "Es un gran delantero izquierdo. Si aprende a no precipitarse, será un gran futbolista. Él siempre saca cinco metros a su rival, así que sólo tiene que levantar la cabeza y pensar un poco más. Se lo dije y lo hizo en Huelva. Cuando volvió aquí me dio un abrazo como un niño pequeño", relata este transalpino, que acompaña cada palabra con un gesto marcado.

Con Weligton descorchó champán para celebrar su renovación porque se alegraba "de haberle convencido para quedarse porque tenía muchas ofertas". Hablando de Dely Valdés se cuadra y habla con voz más pausada en señal de respeto. "Es un caballero", reseña. Con Alberto Luque, casi un hijo, es toda efusividad: "Es un trozo de pan y un gran jugador que yo sabía que sería internacional la primera vez que jugó en Málaga". Domina como pocos la peculiar psicología de Salva: "Es especial, pero una gran persona porque va de cara".

Son algunas historias que explican por qué cuando va de vacaciones a Italia habla bien del "grande Málaga", reparte camisetas del equipo o sólo saca el billete de ida. "Málaga me ha dado todo lo que no me dio Italia". Él y su gran equipo de empleados (y amigos) intentan retornar ese cariño desde el Frascati, que es el nombre de un pueblo romano donde vivió 29 años.

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