Montañismo

De cuando las torres del barrio de Miraflores se le quedaron pequeñas

  • El malagueño David Rodríguez se enfrentó hace un mes al Karakorum, una cima en la que el alpinista vivió 'in situ' la desaparición, y posterior muerte, de Luis Barbero, integrante de la expedición al Gasherbrum

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Mont Blanc, Dom, Huascarán, Bonete, Elbrus, Catedral, Tuscal, Aconcagua, McKinley, Kilimanjaro, Alphubel... David Rodríguez no para de enumerar paredes de piedra que poco a poco se han convertido en su casa. Hogares que en vez de cuadros o espejos presentan banderas de Málaga sostenidas por alcayatas a miles de metros de altitud.

En el año 1994, Rodríguez empezó a hacer realidad el sueño de ser una lapa en la montaña, un spiderman de la nieve. En ese momento, las torres de ladrillo que le vieron crecer en el barrio de Miraflores de los Ángeles no le impresionaban. Comenzó a escalar cimas de mil, dos mil metros... Y va por los ochomiles. "El alpinismo es un deporte, una afición, o como se quiera llamar. Pero, ante todo, es una forma de vida y cuando la eliges ya no se separará de ti hasta que te mueras", relata Rodríguez.

El malacitano apunta, no obstante, que su último reto "no ha sido el más satisfactorio". "Queríamos que fuese la mejor de las preparaciones posibles para el reto del Everest [que escalará en 2011] pero todo se me puso en contra", asegura. La expedición que Rodríguez comandaba como único malagueño, llamada Málaga-Gasherbrum, tenía la misión de alcanzar los 8.064 metros en el Karakorum, en la cordillera del Himalaya, pero no alcanzó su meta. Uno de los miembros de esa terna de escaladores era el alicantino Luis Barbero que "decidió marchar en solitario y murió". A mediados de agosto se suspendieron las tareas de búsqueda del cuerpo de Barbero, según afirmaron fuentes del Ministerio de Asuntos Exteriores. Coicidentemente, dos semanas después, a pocos kilómetros y también en el Karakorum, el montañista Óscar Pérez sufría un accidente mortal con una posterior campaña de búsqueda de magnitud humana y mediática mucho mayor que la que tuvo Barbero días antes. Con todo, el malagueño Rodríguez asegura estar "muy molesto porque se nos acusó [a la expedición] de no haber ido a por él". "Mi madre misma no lo entendía, pero hay que estar allí para sufrirlo, con temperaturas de -25 grados, y él [Barbero] llevaba dos días sin comer. Si llegamos a ir a por él, después, ¿cómo nos volvíamos? Fue horrible", aclara con voz de impotencia. "Yo pienso que siendo alpinista si estás solo, estás perdido", afirma.

El pasado 30 de julio el montañero volvió de tierras asiáticas adelantando en más de diez días su llegada. "A 6.000 metros, aproximadamente, me lesioné la rodilla y cuando reposé me decidí mi marcha", recuerda. Para más inri, su compañero de expedición se vio obligado a retornar por enfermedad y Rodríguez tuvo que cargar con el peso de dos personas "porque compartíamos saco de dormir y comida. Eso me mermó mucho".

Su experiencia, digna de ser contada en un libro o a su propio hijo que viene en camino, dice que el Karakorum resultó ser una pared nefasta, pero se queda con todos los avatares vividos. "De la climatología mejor ni hablar. Llamábamos a Suiza y nos daban predicciones con un 20% de acierto...", rememora. Algo más coordinados están los expedicionarios de pakistaníes: "Los porteadores te llevan a pie de cima y te gestionan todo. Es como si salgo del aeropuerto y me encuentro la fila de taxis con su orden de recogida", sostiene, aunque "también me quedo con haber estado en el K-2, que era uno de mis sueños, y tener en mi mochila la ecografía de mi hijo, que de alguna manera también estaba allí".

El blanco Karakorum también dio para algo más que la desazón. "Allí también hay cachondeo". Y para un jamón de pata negra "que nunca puede faltar". Parece que el ibérico es común en sus escapadas. Cuando comenzó en la escalada conduciendo un Fiat Uno desde Málaga a Francia, con cuatro amigos, y los ahorros del mes, "también llevábamos jamón".

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