Copa del rey

Un túnel en la fortaleza (0-1)

  • El Málaga tuvo siempre a mano el pase a los cuartos de final hasta que un tiro romo de Benzema se le coló a Caballero bajo las piernas. Los de Pellegrini salieron a contener a la espera del tramo final.

La forma en que el Málaga invocó el milagro fue atrincherarse en su castillo, a la espera de la ocupación blanca conteniendo el portón. No hubo enfrente un bombardeo infernal ni un ejército temible. Cuando los de Pellegrini se dieron cuenta y preparaban la embestida reservada para el tramo final, se dieron cuenta de que había un agujero tremendo en el corazón de la fortaleza. Willy Caballero, el centinela infalible, llevaba un túnel entre las piernas. Benzema, el ariete de Mourinho, la kryptonita del Málaga en esta eliminatoria, se coló mansamente por ahí. Y el reinado blanquiazul quedó desolado en cuestión de segundos. Entre la épica y la devastación se mueve el desenlace de estas batallas. El guión de anoche no estaba contemplado. 

Todo iba como la seda. El Madrid estaba virgen y casi sin asustar y la orilla se divisaba. Era en tierra firme, en el intercambio final, en el que el Málaga había depositado todas sus esperanzas. Con Rondón recién entrado en el césped, Pellegrini oteaba la victoria, que por entonces había involucionado de milagro a posibilidad real. 

Antes de la deriva, el partido deambuló tontamente en la nada. Con ambos rivales rodeando la piñata, pero dando palos de ciego. El Málaga, que tenía que ganar dos partidos, el del aguante y el del arrebato final, salió airoso del primero, 0-0 al descanso. Algún avance serio, bien centros potentes de Monreal, bien obuses tierra aire de Eliseu; sólo un susto en contra por la suerte suprema de Sergio Ramos, cabezazo tras amago a su par. 

Para llegar a la tregua intacto, la primera decisión de Pellegrini era cloroformo o adrenalina; el chileno rescató a Eliseu, aunque priorizó la trinchera a la descarga. Partido desde la salvaguarda de la posición, regalando el esférico, aunque a los fontaneros, Khedira, Lass, Coentrao, no a Xabi Alonso, el arquitecto, ni a Cristiano, el trapecista. De hecho, merodeó el Madrid, lanzó los puños el Málaga. Dos paradas incómodas de Casillas rellenaban la fe de la grada, contundente en número, intermitente en el apoyo, apagada tras el 0-1. 

Mourinho volvió a ser impaciente, como en la ida. Con el cambio obligado de Özil por Khedira (43') y el voluntario de Marcelo por Kaká (al descanso), el portugués cambió su "triángulo de presión alta" por un triángulo de mordiscos máximos. El Málaga, por si acaso, decidió no acercarse mucho a los tiburones ni a atreverse a una guerra intestina con ellos. 

De hecho, el equipo miró más el depósito que a Casillas. No quería llegar al tramo final, el del ataque descosido, en reserva. Los de Mourinho, con su armisticio, favorecían la táctica. El partido sólo tenía una marcha más en las ganas de Eliseu, quien, sin ser anárquico, canjeó sus ganas de reivindicación en cabalgadas imparables hacia el corazón de Casillas. 

Pero fue Caballero quien le dio una vida extra a su equipo a los 63 minutos. Cristiano se le plantó delante como un lobo en pleno bosque. Mordió pero la frialdad de Willy salvó la eliminatoria. Mano feliz a córner y a seguir corriendo esperando el momento de poner la cuenta atrás de la bomba, para hacer volar al conjunto blanco o morir en el estallido. 

Metió el Real Madrid el único tanto que podía espolear al Málaga, uno bien anulado a Higuaín. En el minuto 68, el de la inflexión en la ida. Lo cantó el sector madridista hasta entonces agazapado en la grada y La Rosaleda blanquiazul se los comió. Tembló el suelo y la sacudida llegó a Mourinho, que llamó a su superhombre, Benzema, por si acaso. En tres minutos ordenó el poco trabajo que había en la oficina. Aunque no necesitó de sus zarpas. Vestido de cordero, encontró el día malo de Caballero, el agujero que escondía el camino a los cuartos de final.

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