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La vuelta a la realidad

  • Peligro El Unicaja afronta ante el Partizan un choque trascendente, ya que una derrota supondría la eliminación virtual Problemas La paliza física, la baja de Germán y la duda de Berni, obstáculos

La trituradora del calendario baloncestístico no admite tiempo para lamer heridas o celebrar victorias. El Unicaja debe haber penado ya la doliente derrota del domingo en el Palacio de los Deportes de Madrid. En hiriente se convirtió el desenlace, todo lo demás resultó gratificante. Se observó un equipo competitivo en el máximo nivel europeo que hoy en día encarna el Tau. La paliza física acumulada con un partido de terrible tensión con prórroga, más otros dos enhebrados en días previos sucesivos, se contrarresta con la motivación y el ansia de revancha que deberían exhibir hoy los pupilos de Aíto García Reneses. Así lo exige el guión.

Sí, porque el partido de esta noche en el Carpena es importante, trascendente, decisivo, pónganle el adjetivo más grandilocuente. Tan sencillo como que una derrota ante los imberbes partisanos de Belgrado equivaldría a una eliminación virtual de la Euroliga. Eliminación que resultaría matemática si mañana el Panathinaikos ganara en Roma. No conlleva ningún título, pero es tan final como la del pasado domingo ante los amigos vitorianos. El sueño de ir a Berlín continúa vigente. Parece lejanísimo tal y como está la situación, con dificultades para ser uno de los dos mejores más un hipotético cruce terrible con CSKA o Montepaschi. Pero mientras haya opciones se trata de apurarlas al máximo. Y todo pasa por ir paso a paso. El objetivo es ganar hoy al Partizan por más de un punto. Dentro de lo malo que resultó perder en Belgrado hace dos semanas, caer por sólo un tanto (60-59) deja en buena disposición al Unicaja de rectificar dicha derrota si hoy se vence por dos o más. Supondría adquirir una ventaja enorme con el que se atisba como el rival más directo para acceder a la siguiente fase. El Panathinaikos por arriba y el Lottomatica por abajo parecen en competiciones distintas. El contrincante directo tiene ocho letras y se llama Partizan.

Desde todos los estamentos se invoca a la afición. El equipo serbio tiene a sus apasionados hinchas como motor de sus triunfos. Es difícil que el Carpena tiemble como cuando los grobari entonan el sobrecogedor Racunajte na nas, algo así como Cuenta con nosotros, canción que trona en el Pionir con aire solemne. Pero también la afición de Málaga sabe cómo tirar de su equipo cuando lo necesita en ocasiones especiales. La de hoy es una de ellas. Quizá los puntos que no lleguen desde el físico de los jugadores puedan transferirse desde la grada. Porque el equipo está mermado. Raro es el jugador que no tiene algún achaque. Germán Gabriel es baja con una microrrotura en el tendón de Aquiles del pie derecho que le tendrá una semana de baja, al menos. Se duda de la presencia de Berni Rodríguez, que tiene una sobrecarga en el tobillo de su pie izquierdo que se produjo en la fatídica última jugada de la pasada final de la Copa del Rey, cuando lanzó el triple que taponó Pete Mickeal. Su participación estará en el alambre hasta las horas previas al encuentro. Y así, la retahíla de molestias hasta el último jugador de la plantilla. En esta tesitura, Vitor Faverani se vestirá para ejercer de sustituto de Germán Gabriel y Jon Cortaberría está preparado por si su cuñado, Berni, no puede ser de la partida.

Los achaques del capitán pueden devolver minutos de juego a Thomas Kelati, que atraviesa una complicada situación personal que está lastrando en demasía su juego. Sus prestaciones en los dos últimos meses han caído de manera dramática. Sus últimos cuatro partidos se han saldado con valoración negativa y en la final de Copa ni siquiera fue alineado. El jugador está responsabilizado, no es el americano que viene sólo a ganar dinero. Agradece la comprensión del club y quiere devolver esa confianza con buen juego. El club, de momento, no se plantea medidas drásticas, aunque sí espera una mejoría por el bien del equipo.

La regresión de Kelati coincide con la emersión de Joe Gomis, que ha esperado pacientemente en el fondo del banquillo una oportunidad que le llegó en la Copa del Rey. Y que el francés aprovechó al máximo. Su juego cae a veces en el individualismo, pero en el momento de espesura en estático que vivía el equipo su demoledor uno contra uno resultó mano de santo. Junto a él, el heroico Robert Archibald o el Marcus Haislip más consistente que se recuerda en Málaga. O la vuelta de Carlos Cabezas, fresco tras su rotura fibrilar. Hay asideros a los que agarrarse para confiar en el triunfo. Una victoria que vale para seguir en la Euroliga sin depender de nadie más que de sí mismo.

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