Tiempo Un frente podría traer lluvias a Málaga en los próximos días

Análisis

El difícil camino de un premio Nobel

  • Arthur Lewis, del que se cumplen cien años de su nacimiento, ha sido el único hombre de raza negra con el galardón en Economía. Sus teorías versan acerca de cómo impulsar el desarrollo.

HACE 100 años nacía en Santa Lucía, en las llamadas Indias Occidentales, William Arthur Lewis, único premio Nobel de Economía negro, que como nos cuenta Sue Donnelly, jefa de archivos de la London School of Economics, sufrió la discriminación hacia su raza, habitual en aquella época, incluso para personas con una excepcional brillantez intelectual y en el mismo centro de la cultura europea. Nuestro colega en este periódico, el profesor Rogelio Velasco, se refería a este particular en un artículo reciente, fácilmente accesible en nuestra web. El interés como economista de Lewis es haber sido pionero en los trabajos sobre desarrollo económico, con ideas que tienen una gran actualidad, ahora que el crecimiento y el empleo, como estamos viendo en el caso de Grecia, España, y en general en Europa, se quiere hacer depender de políticas de salarios, austeridad o de consumo, según el momento, y de los de mercados financieros. Frente a estas propuestas destaca ahora más que nunca la profundidad de los planteamientos de economistas del desarrollo, encabezados por Lewis, que hablan de acumulación, ahorro para la inversión, empleo, y un mundo donde la economía no obedece a principios racionales sino de poder.

En 1933 Arthur Lewis llegó a Londres, a la London School, donde además de economía pura se estudian temas aplicados de ciencias sociales; Lewis aprendió historia, estadística, contabilidad, derecho y geografía. Tuvo profesores de elevadísimo nivel como Lionel Robbins, y algunos que fueron luego premios Nobel como John Hicks y Friedrich Hayek, quienes estimularon poderosamente su mente. En 1937 terminó con brillantez sus estudios, pero fue rechazado para un puesto en los servicios coloniales de Trinidad. Hizo un doctorado y luego fue profesor ayudante en la London School, aunque con limitaciones; como él mismo señaló y recoge Donnelly, estuvo "sujeto al trato usual, con problemas para conseguir una vivienda en alquiler, negativas en trabajos para los que había sido recomendado, y descortesía de todo tipo". Estas actitudes las tuvo que soportar alguien de quien Hayek dijo que era uno de los mejores profesores que había tenido la escuela. En 1943 fue propuesto y ocupó un cargo en el Comité de Asesoramiento Económico Colonial, y aunque consideró la tarea una pérdida de tiempo, le permitió viajar y afinar sus ideas sobre desarrollo económico. Tras una carrera en universidades de primer orden, entre ellas Manchester y Princeton, en 1979 le fue concedido el premio Nobel por sus "estudios pioneros en la economía del desarrollo, con una consideración especial de los problemas de los países en desarrollo". Desde entonces, hemos visto muchos premios sobre investigaciones abstractas de mercado, financieras, comportamiento racional, o muy concretas en torno a cuestiones puntuales de la economía, pero pocos premios han reconocido a economistas que aunaran un elevado nivel teórico, con una ambición intelectual por coger de raíz los problemas de la economía real.

Hace unos años me llamaron la atención las ideas de Lewis, porque mantenía que la competitividad no era cuestión de menores costes salariales, como han pretendido las políticas de austeridad, sino que algunas economías son capaces de trasladar los mayores costes de sus productos y servicios que exportan, a otros países, mientras que economías pobres, con costes laborales bajos, exportan sus productos baratos. En definitiva todo depende de la tecnología, la productividad, y la posibilidad de imponer tus precios. Pero lo que me resultó fascinante fue su análisis de un país que produce, invierte, ahorra (en este orden), acumula e invierte, y puede generar empleo prácticamente sin límites. Su trabajo Desarrollo económico con una oferta ilimitada de mano de obra, escrito hace 60 años, lo vi como una anticipación de la forma en que se ha desarrollado China, donde la población pasa del campo atrasado, a una industria y servicios de mayor productividad, produce para exportar, tiene un bajo consumo interno y en unas décadas se transforma hasta convertirse en el mayor productor del mundo. Con el tiempo, las exportaciones en China son sólo ligeramente superiores a las importaciones, y el consumo interno y la inversión, forman a partes iguales el producto, con prácticamente el 50% cada una. Esto contrasta con España donde el consumo es casi el 80% y la inversión algo menos del 19%, añadiendo el sector exterior cerca del 2%; esto es, el excedente de la empresa no se invierte en actividades productivas, por lo que las familias se endeudan para consumir y comprar viviendas, luego también el Estado, y se genera secularmente poco empleo.

Las ideas de Lewis fueron fuertemente criticadas por los economistas ortodoxos, ya que no les gustaba que introdujera cuestiones institucionales y de poder en la determinación de los salarios, en las relaciones del comercio internacional, o en los tipos de cambio. Pero eran ideas con gran fuerza, que servían para organizar una economía para producir y generar empleo a partir de la observación de cómo funcionan en realidad las cosas. Porque la austeridad en los salarios y en el consumo, y en los servicios públicos, se puede aceptar si se nota en el fuerte crecimiento de la economía, en el empleo, y en los salarios del sector moderno de la economía, frente al tradicional. Se producen muchos desequilibrios y se generan conflictos, como los que vemos continuamente en China, pero se palpan los cambios y la solución al problema de dimensión descomunal, de cómo sacar adelante a centenares de millones de personas, y que visto desde fuera parecía, y parece, casi imposible de gestionar.

La situación de los países ha cambiado mucho desde los tiempos de Arthur Lewis; los productores de materias primas han conseguido elevar el precio de las mismas, los bienes industriales se han abaratado por la competencia entre los nuevos países emergentes, y la sobredimensión del sector financiero y los mercados de capitales llega a extremos que ponen en riesgo la estabilidad del planeta. La explosión demográfica, el cambio climático, son cuestiones que no se van a solucionar en muchos años, y hay temas como la distribución de la riqueza y la renta en los que Lewis no profundizó. El fenómeno de la globalización ofrece oportunidades, pero trae también la plaga de las crisis. Por concluir con la experiencia china, hemos visto estos días cómo un país que se ha visto como una referencia, al haber conseguido pasar por la crisis mundial sin que afectara a su crecimiento, que sigue estando en el 7%, ha sufrido una fortísima caída de la bolsa, que ha hecho perder el control y los nervios a sus dirigentes.

Estamos, sin duda, en un mundo donde cambian las escalas y surgen fenómenos de difícil control. Sin embargo, los aniversarios nos sirven no sólo para recordar y dar un pequeño homenaje a figuras olvidadas, que por otra parte ya no lo necesitan, sino también para reflexionar y mirar con la sencillez de un pensamiento antiguo, la vida alrededor, los problemas, y poner en evidencia los falsos y engañosos argumentos que nos venden. Y aunque los caminos que llevan a las soluciones no sean fáciles, encontramos en personas como Arthur Lewis, en sus escritos claros, en sus formulaciones elegantes, algo de la verdad que nos elude.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios