Educación

El Proyecto de Ley de Educación se presenta en sociedad

Jaime Martínez Montero

Inspector de Educación

Una nueva ley general de educación se está preparando. Como no hay tal si no se reconoce por un acrónimo, a esta le ha correspondido el de LOMCE, que resume el nombre de Ley Orgánica de Mejora de la Calidad Educativa. Ya en democracia la primera en llegar fue la LODE, luego la LOGSE, después la LOPEGCE, más tarde la LOCE, hace poco la LOE y ahora la LOMCE. En veintisiete años se han puesto en marcha, con la que va a empezar, seis leyes generales que afectan al sistema escolar general, exceptuando el nivel universitario. Cada ley ha llegado con sus protestas y desacuerdos. Cuando la LGE, el punto álgido del descontento fue por el trasvase de cursos desde los institutos a los colegios; con la LOGSE, cuando los colegios devolvieron a los institutos parte de los grupos que les habían sido enviados con la ley anterior. Los socialistas, grandes defensores de la escuela pública, fijaron las bases de la consolidación de las escuelas privadas y religiosas con el régimen de conciertos que establecieron en la LODE. Pese a ello, no se libraron de una impresionante catarata de protestas. 

 

La LOMCE también ha nacido acompañada de ruido y manifiestos. ¿Más o menos que las que hubo con las anteriores leyes? Tal vez menos, si contamos el efecto de los recortes. Tengo la sensación de que sin bajadas de sueldos y aumento de la jornada laboral, y el consiguiente despido de docentes, todo hubiera tenido un tono menor. Si hiciéramos un ranking del nivel de repudio que han alcanzado las distintas leyes por unos u otros sectores, nos llevaríamos algunas sorpresas. La más denostada, sin ninguna duda, fue la LODE, que posteriormente ha funcionado aceptablemente (a pesar de las sucesivas leyes que han aparecido, aún hay preceptos suyos en vigor), y la que menos la LOGSE, que, curiosamente, ha sido la que con posterioridad ha recogido más vituperios. Tal vez no se le viera el peligro en los primeros momentos porque fue una ley que entró en vigor muy gradualmente. Casi no se dieron cuenta. 

 

La futura ley es continuista respecto a un aspecto muy importante: la dirección de los centros educativos. No se atreve a profesionalizarla, y establece un sistema de designación y nombramiento tan flexible que, al ser desarrollado por cada Comunidad Autónoma, puede ocurrir que las diferencias sean tan notables que nada o poco tenga que ver el procedimiento seguido en una de ellas con el seguido por otras. No se ha tenido el suficiente valor para cambiar ese estatus y vamos a seguir siendo la excepción de Europa. No sé cómo va a mejorar la calidad educativa con el actual sistema de dirección de los centros escolares.

 

La ley acaba con los ciclos en la Educación Primaria. Me parece de una torpeza indescriptible, y me asombra que los pedagogos orgánicos no hayan incluido este aspecto dentro de sus protestas, cuando afecta a la médula del proceso educativo. Con la nueva estructura (los cursos durarán un año, en lugar de dos) los alumnos suspenderán más, tendrán más posibilidades de repetir, se diluirá la responsabilidad del maestro respecto a los aprendizajes básicos y se aumentará el papeleo. Mantener la estructura de ciclos sería muy conveniente, tanto desde el punto de vista organizativo como económico.

 

La ley recorta en un año el tramo de formación común. También esta medida ha originado muchas protestas y pocas defensas, esto último pese a que es una aspiración universal de los profesores de los institutos. Debe ser que les da vergüenza. Aun con este recorte seguimos siendo de los países europeos en los que la comprensividad es de las más prolongadas. Es verdad que en los países nórdicos y en Escocia el tramo común llega a los dieciséis años, pero también lo es que allí los alumnos comienzan la Primaria un año después que aquí. A la vista del desastre de la actual ESO, no lo veo mal del todo. Algo había que hacer. Respecto a la elección temprana de rama de estudios que deben hacer los alumnos, un buen remedio para los que se equivoquen es que el sistema escolar mantenga las estructuras de "segunda oportunidad": estudios a distancia y nocturnos. Con las nuevas tecnologías no debe haber demasiados problemas en mantener y potenciar la red que posibilita el acceso de los adultos a los niveles de educación reglada.

 

Otro punto que ha suscitado muchos comentarios es la aparición de las reválidas. Si asimilamos la del Bachillerato al actual examen de Selectividad, aparecen tres nuevas. Una de ellas, la que conduce a la expedición del título de Educación Secundaria, es homologable con lo que hacen en algunos países europeos. En Holanda no se expide un solo título con validez en todo el territorio si el alumno no supera un examen nacional. Las que no tienen mucho sentido son las correspondientes a la Educación Primaria. Los alumnos las sufrirán en 3º y 6º. Si se mantienen en Andalucía las pruebas externas ESCALA y de Diagnóstico, tan solo los cursos 1º y 5º se van a ver libres de exámenes generales. ¿No es mucho para niños tan pequeños? Van a tener cuatro pruebas en seis años, mientras que en la ESO sólo va a haber una en cuatro años.  

 

No cabe más en este artículo, y quedan fuera muchas cosas, porque el contenido del proyecto de ley es extenso, variado y aún puede cambiar mucho de aquí a que se apruebe. Y si es que se llega a esa situación, porque si la situación económica continúa empeorando, el Gobierno no aguanta y hay nuevas elecciones, es probable que ni llegue a nacer. Atentos, que diría el maestro Aguilar. 

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