Entrevistas

"Jobs no inventó nada, pero innovó, nos cambió la vida"

-Un teleco, un cerebrito.

-Estudié Telecomunicaciones de un tirón. Es una carrera complicada pero yo tiraba más bien a empollón.

-Pertenece a la generación que cuenta la batallita esa de que corrió delante de los grises.

-Créame, lo hice, aunque nunca me llegaron a zurrar.

-Y, por tanto, pasaría alguna noche en la DGS...

-Pues no, aunque sí la visité. El 18 de noviembre de 1975 me retiraron el carné en una asamblea de Facultad y me dijeron que me pasara al día siguiente por allí y me lo devolverían. Al día siguiente, murió Franco.

-Un teleco rebelde.

-No estaba muy politizado, pero me encontraba con las cosas. Estuve en el concierto de Raimon en la Complutense, también estaba en la plaza de San Pedro en Roma cuando dispararon a Juan Pablo II...

-Jolín, usted es Zelig.

-Bueno, tal vez. Las cosas pasan y, en una cierta época, pasaron muchas cosas. Algunas me pillaron pasando por ahí. En ese sentido, a veces, me he sentido más bien como Forrest Gump.

-Tras esa ajetreada juventud fue fichado por IBM. Trabajó en Madrid, Asturias y Estados Unidos. Pero acabó en Andalucía.

-Descubrí Andalucía en el 82. Me enamoré de ella.

-¿Dónde fue?

-En Zahara de los Atunes.

-¿En el 82? Qué vista. Un paraíso para usted solo.

-Por allí estaban Sabina, Krahe y los pescadores. Regresaba siempre que podía.

-Ahí empieza su Ono Side Story, en honor al musical, un musical épico. ¿Qué tiene de épico escribir de una empresa?

-Este libro recoge diez años de mi vida. Pensé que podía ser útil contar cómo nace una empresa de la nada y se convierte en innovadora, pionera. Su mayor activo era la creatividad.

-¿Qué tenía de diferente?

-En el 98, cuando entré en Ono, el patrón de una empresa española lo marcaba Telefónica, con estructuras rígidas y jerárquicas. Así funcionaba todo, las eléctricas, la banca... Uno pensaba y los demás trabajaban. En Ono, no. No sólo todos participaban, sino que se pedía que participaran. Lo hacía desde el ejecutivo hasta el instalador.

-Era la filosofía Galdón, el creador de Ono.

-Eugenio Galdón es un hombre inquieto y de gran experiencia. Conocía la comunicación en todos los ámbitos. Había estado con Calvo Sotelo durante su convulsa presidencia, en la Cope y en Prisa. Sabía lo que quería y que no quería seguir el mismo patrón.

-Ese sesgo participativo, funcionar a base de tormenta de ideas, recuerda a Google o Facebook, pero entonces no existían.

-No teníamos modelo. Lo que teníamos era una visión por parte del fundador y su equipo y una mayoría de gente muy joven y con muchas ganas. Yo, que venía de IBM, era un carca.

-¿Y con ese plan no pensó que se la iba a pegar?

-Confié en el proyecto desde el primer momento. El éxito fue fulminante. Cádiz fue el primer concurso de cableado que se ganó en toda España y me vine aquí.

-¿La competencia?

-Era la eclosión del sector de las telecomunicaciones, pero Ono jugaba con la baza de la innovación.

-Mágica palabra.

-La innovación no es sólo actuar con nuevos aparatos, nuevos instrumentos. Es saber aplicarlos a la vida real y a las personas, influir y modificar la sociedad a través de ellos. Edison no inventó la luz eléctrica, los Lumière inventaron el cine pero qué sería del cine sin Melies... Jobs no inventó nada. Lo que hicieron fue darle un enfoque distinto, transformar la vida de las personas. Eso es innovar.

-Concrete. ¿Eso cómo se hace?

-Innovación es un latiguillo de los políticos que, a veces, la vacían de contenido. En realidad, consiste en introducir nuevas relaciones entre la empresa y los empleados y, de ese modo, relacionarse con los clientes de manera más eficiente. En esas nuevas relaciones pones todos los factores al servicio de la satisfacción de empleados y clientes porque, de otro modo, no transformas nada por mucha tecnología que tengas.

-Ono tenía ese estilo. ¿Y las demás?

-Montaban nuevas empresas que contrataban a gente procedente de las eléctricas que aplicaban los modelos antiguos. Nuevas empresas, viejos modelos.

-Ono triunfó. Absorbió a Auna, su competidora.

-Auna formaba parte de ese modelo antiguo. Sus directivos tenían chófer, los empleados les llamaban de usted, tenían grandes despachos aquí y allá y para contactar con ellos había que atravesar filtros y filtros. Se trataba de dos culturas muy distintas. Cuando me hice cargo de la firma integrada como director para Andalucía eso cambió; mi despacho siempre estaba abierto, conducía mi propio coche y todo el mundo me llamaba Rafa.

-La era digital cambió las cosas.

-Ono no entró en crisis por la era digital. Su servicio de internet ha sido siempre inmejorable y los de televisión y telefonía, si es a lo que se refiere, tienen poco valor diferencial.

-¿Cuál fue la causa?

-Como todo, financiación. Nos engañábamos. Nosotros no estábamos absorbiendo Auna. A nosotros nos estaban comprando. Habíamos nacido con 60.000 euros de capital social y necesitábamos capital del exterior para crecer. Entonces entraron los fondos de capital riesgo.

-Rentabilidad rápida.

-Funcionó hasta el estallido de la crisis. Mientras ganaran dinero, les daba igual cómo funcionáramos. Cuando llegó el miedo, tomaron el mando: eliminar desarrollos e inversiones, reducir costes, un ERE de más de mil trabajadores...

-¿Y el final de su Side Story?

-Que Galdón perdió el control y que Ono empezó a funcionar como las demás, como el viejo modelo. Que Ono se convirtió, en sus modos, en Auna. Vuelve el esto es así porque yo lo digo y las puertas de los despachos, me dicen, están cada vez más cerradas.

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