Jaime de armiÑán. director de cine

"No me dieron el Oscar, se lo debían a Buñuel"

-El año pasado le dieron el Goya de Honor 2014. ¿Dirigió a Antonio Banderas, Goya de Honor 2015?

-No. Nunca.

-Su hijo Álvaro vino a Andalucía como ayudante de dirección de Juncal y se quedó aquí. ¿A usted no le atrapó ninguna ciudad?

-Se quedó por una ciudad y una señorita. Si la señorita hubiera sido de Orense, se habría ido a Orense.

-Se han adaptado al cine novelas de Cela o Delibes. ¿Cómo se ha llevado con los escritores?

-Igual de bien y de mal que con los dentistas, los oftalmólogos o los toreros.

-¿Rodó mucho en el sur?

-Andalucía es muy importante en mi vida. Mi abuelo Federico nació en Chipiona, mi otro abuelo vino de Cuba. La calle más importante de Ronda es la avenida Armiñán; en Málaga hay un puente de Armiñán y una taberna que se llama La Alegría del Puente de Armiñán. Mi padre era malagueño, periodista y fue gobernador civil de Córdoba y de Cádiz, además de Lugo, en la República, del partido de Lerroux.

-¿Qué le faltó para ganar el Oscar en 1972 con Mi querida señorita?

-Que ese año se lo tenían que dar a Buñuel con su película más floja, que presentó con Francia. Buñuel no fue porque estaba enfadadísimo con la Academia porque no se lo dieron un año antes por Viridiana. Yo fui a Los Ángeles con mi mujer, Borau y López Vázquez, de quien George Cukor dijo en público que era el mejor actor del mundo en ese momento.

-Su venganza llegó más tarde: Paco Rabal es más conocido por Juncal que por Viridiana...

-Hay actores que odian que los conozcan por su nombre ficticio. Una vez le pidieron a Adolfo Marsillach, padrino de mi hijo Álvaro, un autógrafo en San Sebastián. Hacíamos en televisión Galería de maridos. Querían un autógrafo de Bruno, su personaje. Nos miramos y en ese momento decidimos ponerle fin a la serie. Otros lo llevaban mejor. A Paco Rabal le gustaba que le llamaran Juncal, igual que a Antonio Ferrandis con Chanquete o a Álvaro de Luna con El Algarrobo. Pero te quedas con eso para toda la vida. A mí no se me ocurriría llamar a Imanol Arias para una película.

-Con El Nido volvió otra vez a estar nominado para el Oscar...

-Ahí si nos llevamos un buen disgusto. Teníamos dos rivales tremendas, El último Metro, de Truffaut, y Kagemusha, la versión del Rey Lear de Kurosawa. La opción de El Nido es que había una lucha a muerte entre las distribuidoras de esas dos películas, no sé si eran la Fox y la Paramount, y en el juego de la ruleta esa lucha tiene un nombre cuando beneficia a un tercero. Pero la beneficiada fue una película soviética horrorosa, una copia del cine americano, Moscú no cree en las lágrimas. En pleno deshielo diplomático.

-Estados Unidos boicoteó los Juegos Olímpicos de Moscú 80, los rusos Los Ángeles 84. ¿Querían hacer con el cine lo que no hacían con el deporte?

-Pero con mucha menos fuerza. Al director ruso no le dieron permiso para ir. El premio lo recogió un agregado cultural soviético que se sentó a mi lado. Le puse la zancadilla y salió tropezando por el pasillo.

-Alguna vez habló de hacer una película de fútbol.

-En el rodaje de Juncal conocí al entrenador del Sevilla, Xavier Azkargorta, que me invitó a un partido. Él había asistido al rodaje que hicimos en el tentadero de una finca del ganadero Gabriel Rojas.

-Rojas fue presidente del Sevilla y era tío de Alberto Jiménez-Becerril, el concejal al que mató la ETA...

-Mataron a tantos. (Álvaro de Armiñán: "Dos años después mataron a Muñoz Cariñanos. Lo llegué a conocer. Mi madre, Elena Santonja, lo invitó al programa Con las manos en la masa porque era muy buen cocinero y a mí me quitó un grano sebáceo de la cara".)

-¿El cine ha sido la escuela de sus hijos?

-Mi hijo Álvaro era uno de los niños que se asomaban a ver a la maestra desnuda en El amor del capitán Brando, que rodamos en Pedraza (Segovia). La maestra era Ana Belén. Estuvo año y pico en cines de Madrid y Barcelona. Mi hija era la hermana pequeña de Ana Belén en Nunca es tarde, viaje de añoranza que Antonio Ferrandis hace a la guerra civil. La censura prohibió las expresiones ejército rojo o republicano. Decían que pusiéramos enemigo o adversario.

-Su esclavo en Stico, Fernando Fernán-Gómez, fue el ganador de la primera edición de los Goya.

-Yo di uno. En la gala de 1987 estuvieron los Reyes.

-¿Por qué El Brujo (Búfalo en Juncal) no se pasó al cine? ¿Es puro teatro?

-Fernán-Gómez le marcó ese camino y es millonario.

-¿Trató mucho con los censores?

-Con unos cuantos. Una partida de facinerosos.

-¿Se la dio con queso?

-Afortunadamente, eran unos zoquetes y sólo veían lo que se veía. Creían que Mi querida señorita era La tía de Carlos, un hombre que se disfraza de mujer. Sólo censuraron una escena en la que se le veía un pecho a Mónica Randall.

-¿Resultaban molestos?

-Los padecí en el cine y en la televisión. En El amor del capitán Brando, uno de los alumnos, Jaime Gamboa, pierde el autobús y se queda en el hotel con la maestra, Ana Belén. Sólo tienen dinero para una habitación. En el guión figuraba una cama de matrimonio. El censor dijo que tenía que haber dos camas.

-No es el López Vázquez de las españoladas...

-El guión pedía un personaje triste, pero grotesco. Una historia terrible, pero de humor. A López Vázquez le dio miedo. Me dijo que no lo hacía, que lo denunciara en comisaría. Después lo hizo y la ovación cerrada en el cine Coliseo de Madrid no era para mí ni para la película, era para López Vázquez.

-Lo han invitado los médicos para hablar de sexo y censura. ¿Qué médico encontró para la película?

-El médico era José Luis Borau. En parte produjo la película. Hicimos siete u ocho versiones de guión. Era muy pesado, pero sabía muchísimo de cine.

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