–Por no empezar de manera científica, dígame un lugar de Marruecos.
–Xaouen. Los colores, los paisajes, la sencillez...
–Usted es argentina. ¿Por qué una tesis sobre España y Marruecos?
–Tengo una relativa objetividad y no me involucro sentimentalmente. Jugaba con esa ventaja y me intrigaba saber por qué, desde la independencia de Marruecos, existían esas crisis cíclicas, por qué las relaciones de estos dos vecinos no acababan de normalizarse.
–¿Y por qué es?
–Porque Marruecos siempre ha reclamado su papel de potencia media y un trato por parte de España de igual a igual, de socio, no tan paternalista.
–¿Lo ha conseguido?
–La crisis del islote de Perejil es un punto de inflexión. Obligó a Estados Unidos a que interviniera sobre los problemas que interesan a los marroquíes.
–Territorio.
–Indudablemente, el territorio es siempre el primer punto en su agenda.
–¿Qué estrategia siguieron en Perejil?
–Una ley no escrita en diplomacia: cuanto peor, mejor. Hay un punto de tensión en el que no es posible volver atrás y hay que reconfigurar las bases de la relación. Eso sucedió tras el incidente de Perejil.
–¿Tiene un paralelismo con el caso de la saharaui Aminatu Haidar?
–Tiene un paralelismo evidente. La crisis de Perejil se produjo cuando España iba a entrar en el Consejo de Seguridad de la ONU como miembro no permanente. El caso Haidar se produce cuando España va a asumir la presidencia europea. Cada vez que España adquiere cierto protagonismo, sucede algo. Nada es casual viniendo de Marruecos.
–¿Quién ha ganado en el conflicto creado por la huelga de hambre de Haidar?
–Tanto Marruecos como Haidar se han sentido vencedores. Haidar porque ha hecho eco de su causa y ha regresado a su casa y Marruecos porque ha conseguido que Francia y España reconocieran que es la ley marroquí la que impera sobre el territorio saharaui.
–¿Y España?
–Mi opinión es que el Gobierno español no debería haber dejado entrar a Haidar en territorio español.
–¿Se podría decir que era una trampa tendida por Marruecos?
–Simplificándolo mucho... He estudiado las relaciones de ambos países desde la independencia de Marruecos y he llegado a la conclusión de que la diplomacia marroquí es eficaz, calculadora y muy buena. Son espléndidos negociantes.
–Algo así como cuando los turistas españoles negocian en los zocos.
–Claro, los españoles regatean y regatean, se creen triunfadores, pero el que ha hecho el negocio es el comerciante marroquí.
–¿Con qué regatea la diplomacia marroquí?
–Tradicionalmente, con la pesca. Esto es así desde los tiempos de Sidi Ifni y siempre han sacado estupendos acuerdos. Después fue la inmigración hasta que Marruecos ha dejado de ser un país de tránsito y se ha convertido en destino. Desde entonces, las dos potencias medias han tenido que trabajar juntas.
–¿Cómo vemos los españoles a los marroquíes?
–Con recelo y cierta desconfianza.
–¿Y los marroquíes a los españoles?
–De la misma manera, pero con una diferencia: ellos saben más de los españoles que los españoles de ellos. En diplomacia es conveniente, para tener una buena vecindad, conocer al vecino, sus objetivos y su manera de proceder.
–¿Qué cabe esperar de Mohamed VI?
–De Mohamed VI se esperaban muchas cosas en cuanto a una mejora económica y una apertura política. El terrorismo ha truncado muchas de esas esperanzas. Muchos pasos atrás.
–Marruecos no es un ejemplo en derechos humanos.
–Marruecos es un ejemplo por comparación con otros países del Magreb y eso es lo que esgrime ante las grandes potencias. También las ONG presentes allí consideran que es un peligro esa percepción para que se produzca realmente una transición modélica.
–¿Qué imagen tenía de Marruecos cuando estudiaba en Argentina?
–Ninguna. Mi tesis de licenciatura fue sobre las consecuencias del 11-S. Aquí descubrí Marruecos.
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