Entrevistas

"Nuestros relojes atrasan un segundo en 25.000 años"

-El campo de trabajo de usted es el más grande posible: el Universo.

-Bueno, el Observatorio no solo trabaja en el campo del espacio, sino también en el campo de la tierra, es decir, satélites, sismología, algo en gravimetría, algo en vulcanología, y magnetismo terrestre.

-Y también se cuidan de lo pequeño: las milésimas de segundos.

-Efectivamente, somos el Patrón Nacional de Tiempo y Frecuencia. Es decir que la hora en España se elabora, se mantiene, se custodia y se disemina desde este Observatorio. Eso lo hace la sección de hora, relativamente nueva dentro de las cuatro secciones que tiene el centro. Las otras tres son astronomía, efemérides, geofísica.

-Pero ustedes no son nuevos en esto.

-La sección se fundó en el año 76, pero nosotros en el campo del tiempo llevamos trabajando prácticamente desde nuestra fundación, en la segunda mitad del siglo XVIII, y fue además aquí el primer sitio de España en el que se hizo. Con lo cual en 1985, cuando el patrón de tiempo hubo que dárselo a alguien, el Estado se lo dio a la Marina, y en concreto al Observatorio.

-Cargan ustedes con la responsabilidad de marcar la hora del país.

-Efectivamente, tenemos dos responsabilidades a escala nacional, que son posibles por la gran formación de los oficiales que vienen aquí para investigar. Una es el laboratorio de tiempo primario, el único que hay en España, y la otra la elaboración del almanaque náutico, unas tablas que sirven al marino para situarse en el mar, y que deben llevar por ley.

-¿Y si falla su reloj?

-Je, je. Estos relojes no son iguales que los que llevamos en la muñeca. No ha fallado nunca y tiene una serie de escalas de seguridad para no quedarse sin electricidad: generadores, baterías y hasta un generador manual.

-Perdone mi ignorancia, pero ¿por qué un país debe tener un reloj oficial?

-No es tan mala pregunta. La hora se empezó a medir en el siglo XVIII por necesidad de los barcos. Se vio que para calcular la longitud en la mar, simplemente llevando la hora perfecta en un barco, con un reloj que fuera capaz de mantenerla se resuelve el problema. Dese cuenta de que un minuto de reloj de error en la mar pueden ser 15 millas de incertidumbre, y navegar con esa incertidumbre en aguas peligrosas o restringidas es imposible.

-Ya se habrá avanzado desde el siglo XVIII.

-Y desde el principio, ahí estuvo el Observatorio. Todos los avances en busca de la precisión eran adoptados, desde el péndulo de gran precisión a principios de este siglo, con un error de un segundo al día, hasta el reloj de cuarzo, que empezó a dar centésimas de segundo, y fue cuando se empezó a ver que el reloj Tierra no es fiable porque no es constante.

-Eso sería un chasco.

-Lo que provocó fue un movimiento en la comunidad científica en busca del reloj más exacto. Y apareció el reloj atómico, que mide la incertidumbre en nanosegundos, es decir la milmillonésima o billonésima parte de un segundo. Nuestros relojes son tan precisos que para que atrasaran o adelantaran un segundo tendrían que pasar 25.000 o 30.000 años.

-O sea, que es verdad que el tiempo es oro.

-Hoy en día, el tiempo es un auténtico boom. Por ejemplo, todas las unidades de medida (peso, longitud...) están perfectamente reguladas. En el tiempo ocurre lo mismo. Usted llega a un parquin y le dan un boleto con la hora de llegada y otra máquina marca su hora de salida. ¿Quién le da a esas máquina esa hora y cómo sabe usted que es la verdadera?

-¿Porque ustedes garantizan que esa hora es la verdadera?

-Efectivamente, es la hora marca ROA (Real Observatorio de la Armada). A efectos legales, para certificaciones telemáticas, existen máquinas de sellado de tiempo que tienen que estar trazadas por nosotros y certificadas por nosotros. Y estamos a la cabeza, somos los que elaboramos el tiempo.

-¿Y por qué debemos fiarnos de su hora?

-Porque nos codeamos con el resto de laboratorios primarios de tiempo que hay en el mundo. Y todas esas horas van al Buró Internacional de Pesos y Medidas de París y con el conjunto de todas las horas elaboran el tiempo atómico internacional, el que rige el mundo, y a la vez nos certifica a nosotros.

-Ustedes pertenecen a la rama científica de la Marina, con una gran tradición.

-Sí. Los que estamos aquí hemos pasado por la Universidad, somos licenciados y doctores en Ciencias. La Armada ha permitido la continuidad de esta institución, que es muy prestigiosa en todo el mundo.

-¿Y se notan también aquí los malos tiempos?

-Bueno, siempre se nota. Pero nosotros nos financiamos con proyectos de investigación, con la ayuda de otros ministerios, y le puedo decir que la Armada aporta bastante. Y creo que habrá recortes, pero estoy seguro de que no se pararán proyectos, porque sería un retroceso de años. De momento, no podemos quejarnos. Todo lo más, nos dicen: adelante, pero cuidado con el dinero.

-¿No estaría mejor la investigación en el ámbito civil?

-Nosotros hemos nacido y crecido en la Armada, y aquí debemos seguir. Mire, yo tengo contacto directo con importantes directores de instituciones científicas civiles muy importantes, y puedo concluir que en ellos hay 'demasiados gallos en el gallinero', en el sentido de que hay demasiadas ambiciones e incluso luchas de poder.

-Y eso aquí es impensable.

-Claro. Ellos me dicen que envidian un status como el nuestro, sin rencillas ni cabreos. En cierta forma, hemos conseguido nuestro Almirantazgo. Y hacemos una política científica plácida.

-Es una buena receta para perdurar.

-Lo puedo resumir con una frase: se puede prescindir de lo recuperable, pero no de lo irrecuperable. Es decir, un barco se puede dar de baja y hacer otro, pero el Observatorio de la Armada es irrecuperable si se pierde. Por nuestro prestigio por la formación de los oficiales, por necesidad, debe seguir.

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