España

El etarra Aginagalde niega haber colocado dos bombas trampa en Hernani

  • Tanto él como su entonces compañero Joanes Larretxe se enfrentan a una petición fiscal de 401 años de cárcel por 25 tentativas de asesinato, pertenencia a ETA y fabricación de explosivos.

El etarra Beñat Aginagalde ha negado, en el juicio que se celebra contra él en la Audiencia Nacional, haber colocado dos bombas trampa en 2009 en un monte de Santa Bárbara de Hernani (Guipúzcoa) que, de haber explosionado, podían haber acabado con la vida de 25 ertzainas. Aginagalde y su entonces compañero de comando, Joanes Larretxe, se han sentado en el banquillo por haber colocado entre la vegetación del monte las dos bombas que no explotaron, y también una tercera que sí lo hizo sirviendo así como cebo para atraer a los agentes, unos hechos por los que se enfrentan a una petición fiscal de 401 años de cárcel por 25 tentativas de asesinato, pertenencia a ETA y fabricación de explosivos.

Al comienzo del juicio, Aginagalde, recientemente condenado por el asesinato de Isaías Carrasco, se ha limitado a afirmar: "No voy a declarar, en todo caso quiero decir que en esta acción concreta no he participado. Estoy condenado por otras acciones, pero en esta acción concreta no he participado en ningún modo".

"Solo tengo que decir que soy militante de ETA y que de aquí en adelante no voy a responder a las preguntas", ha dicho por su parte Larretxe. A ambos se les acusa de haber puesto las dos bombas que, de haber explosionado, habrían tenido un efecto "devastador", lo que no ocurrió porque los agentes no pasaron por el lugar donde había colocado un cordel que las activaba, según ha explicado hoy un ertzaina que acudió al monte tras la explosión de la primera bomba sobre la una de la madrugada del 16 de enero.

En el juicio también ha declarado Manex Castro, ya condenado por esta acción, quien ha intentado exculpar a Aginagalde y se ha desdicho de la declaración inculpatoria que hizo tras su detención porque estaba, ha dicho, "bajo torturas y amenazas".

La Ertzaintza vio cómo Castro, días después del atentado, salió de una casa junto a Aginagalde y tiró a la basura una bolsa con restos de explosivos y otros objetos coincidentes con las bombas que no estallaron, pero hoy ha asegurado que el etarra no estaba junto a él ese día. "No sé nada del atentado de Santa Bárbara", ha añadido. Otros tres testigos que han declarado hoy, algunos condenados por este atentado frustrado, y que en su momento dijeron haber tenido alojados a los etarras en sus casas, también se han desdicho de sus palabras, todos ellos alegando torturas.

Durante la vista del juicio de hoy, que continuará mañana con las pruebas periciales, ha declarado un ertzaina que acudió al monte en los momentos posteriores a la explosión del primer artefacto, colocado junto a un repetidor de telefonía. Ha explicado que el primer artefacto tenía la "intención clara" de llamar la atención para que acudieran allí patrullas policiales, pero que lo realmente dañinos eran los dos que no explotaron, colocados dentro de mochilas.

Estas dos bombas tenían 8,5 y 10 kilos de explosivo y metralla, con lo que sus efectos hubieran sido "devastadores", ha resumido el policía, quien ha explicado que si no explotaron en un primer momento es porque nadie pasó por el lugar donde había colocado un cordel que los accionaba, ya que las fuerzas policiales decidieron esperar a que se hiciera de día. Aún así, las bombas habrían podido estallar porque estaban dotadas de otro "mecanismo explosionador", ha dicho el ertzaina, que no se accionó porque tenía algún tipo de problema técnico.

Otro de los motivos por los que el agente se ha mostrado convencido de que la intención de los etarras era matar a miembros de la policía vasca es que los terroristas colocaron dos papeles con la inscripción Kontuz bonba ETA (Peligro bomba ETA), uno en la cuesta de acceso al repetidor y otro en éste, y pintaron las mismas palabras en un muro. A su juicio, estas palabras tenían como finalidad asustar a las personas que hubieran pasado por allí, pero no a los policías, que tenían que rastrear el lugar para cumplir con su labor.

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