España

Españolismo versus tímida singularidad

JIMÉNEZ Losantos habla últimamente de las dos almas del PP nacional. No se apuren, el espíritu del partido es también bicéfalo en Cataluña, sangría permanente, pesadilla recurrente. Los vientos anuncian ahora crisis. Una vez más, deberían contrastarse las posibles soluciones: el españolismo sin matices versus la integración sin rendición. Alejo Vidal-Quadras y Daniel Sirera representan la primera corriente con fidelidad y matices. Josep Piqué o Montserrat Nebrera son los iconos sin futuro de la segunda.

A Sirera lo eligió Rajoy mediante el conocido método del dedazo una vez Piqué asumió su defenestración. Es el líder nominal y respeta exquisitamente el libro de instrucciones que se idea y redacta en Génova. Nebrera, que es un cadáver en este pulso aunque todavía no lo sepa, presentará una candidatura alternativa en el congreso que el PPC celebra el primer fin de semana de julio. La vieja estampa de las almas confrontadas.

Interesa en realidad la opción de Alberto Fernández Díaz, concejal en Barcelona, ex presidente del PPC, tercer aspirante al título. Lo suyo no es exactamente la equidistancia -dogmáticamente está más cerca de Sirera que de Nebrera-, pero sí una fórmula que combina ciertos aspectos esenciales para contar con el beneplácito de Madrid sin renunciar a la necesaria y modesta singularidad de un PP que aspire a superar la marginalidad en Cataluña. Recuerdo una comida juntos en la que admitía desanimado que la cúpula del partido nunca ha dado con la tecla para manejarse con comodidad en su tierra. Prejuicios, desprecio y mucha rigidez conformaban un cóctel indigesto incluso para él, al fin y al cabo un compañero más.

Piqué era un economista disfrazado de político al que le costaba horrores conectar con las bases. Fernández Díaz tendrá otros problemas, pero no ése. Así que la elección, siempre que Rajoy supere la tentación de imponer su voluntad, será entre un PPC sin perfil propio u otro más darwiniano, con tímidos signos de adaptación al medio. Sirera ha procurado pillar asiento primero, situándose cerca del jefe en la foto, apoyándole cuando más se cuestiona su liderazgo. Por ahora, Rajoy se lava las manos fiel a su estilo. Es consciente de que Fernández-Díaz casa mejor con su novedoso canto a la moderación. Se trata de ganar votos, ¿no?

A medio plazo, ninguno de los candidatos parece la solución. Ni siquiera Nebrera pinta algo, porque, a diferencia de Piqué, su ascendencia en el PP es nula. La cuarta fuerza de un Parlament con seis equipos debe meditar cuidadosamente su filosofía y designar a un profeta que sepa transmitirla. El porvenir pasa por evidenciar el sesgo nacionalista del PSC sin renunciar al entendimiento con la rama blanda de CiU -Duran y su Unió Democrática- y con Ciutadans. Contará también la imagen que transmita el PP en el resto de España. La regionalización del discurso, la habilidad para cuidar las formas y la irrupción de una figura no vinculable al pasado más rancio ayudarían.

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