España

Moción para ganarla

  • Pese a las palabras supuestamente equívocas de la secretaria general, Mariano Rajoy no presentará de momento una moción de censura a Rodríguez Zapatero

LA doctrina persiste, aunque en los últimos días se ha instalado la idea de que el PP anda estudiando la posibilidad de presentar una moción de censura a Zapatero. No. La doctrina persiste: sólo se presentará una moción de censura si es para ganarla.

Lo ha dicho Mariano Rajoy en privado y en público en varias ocasiones, incluso en la legislatura anterior, y se mantiene ese criterio a pesar de que María Dolores de Cospedal abrió el melón de las especulaciones cuando, al ser preguntada sobre esa posibilidad, advirtió que el PP "no la descarta". En esa misma respuesta advirtió que no la descartaba "si el PP contaba con los apoyos suficientes", pero pronunciar las palabras "no descarta" y provocar el titular de que el PP estudiaba la posibilidad de presentar una moción de censura fue todo uno.

La dirección del partido, reunida el lunes, no entró en ese debate; ni se mencionó, ni siquiera tangencialmente. El único asunto que podría estar relacionado con una moción fue que ese comité de dirección analizó la estrategia política a seguir en el futuro inmediato, después de que se haya agudizado el deterioro de la imagen de Rodríguez Zapatero y su gobierno y se dio vueltas a la conveniencia de que Rajoy pida elecciones anticipadas.

El partido cuenta con datos que le auguran un triunfo si las elecciones se celebraran ahora mismo, y además han recibido a principios de año la noticia de que una encuesta encargada por la Junta de Andalucía daba como resultado que el PP ganaría en esa comunidad e incluso estaba cerca de la mayoría absoluta. Por tanto Mariano Rajoy quiere moverse con cautela, sin dar un paso en falso, y que sean los errores de Zapatero los que afiancen su posición.

Hay voces en su partido que le aconsejan que endurezca su papel como líder de la oposición, que sea más crítico, que ponga a Zapatero entre la espada y la pared y que insista en la ineficacia de sus iniciativas de gobierno. Rajoy sin embargo prefiere mantenerse en su línea actual: crítica sistemática en los asuntos económicos con exigencias de que se adopten medidas de creación de empleo, colaboración en las grandes cuestiones de Estado como la política antiterrorista o la presidencia europea, y presentación constante de medidas alternativas que el equipo del PP considera que serían positivas para la creación de empleo y para ayudar a sobrevivir a las pequeñas y medianas empresas a través de una distinta fiscalidad e incentivos para la contratación de jóvenes y de parados de larga duración. Y, como asunto prioritario, dotar de la máxima eficacia a la organización interna del partido y volcarse en dos regiones que son básicas para el PP si pretende ganar las próximas elecciones, Andalucía y Cataluña.

Rajoy mantiene la promesa que le hizo a Javier Arenas hace años y cada dos fines de semanas viaja a Andalucía para reforzar el partido; ahora, tanto él como María Dolores de Cospedal acuden a Cataluña al menos una vez al mes para potenciar la imagen de Alicia Sánchez Camacho, que al menos ha conseguido de la dirección algo que no habían logrado sus antecesores Sirera, Piqué y Fernández: Rajoy ha dado instrucciones de consultar con Camacho todas y cada una de las propuestas que presente el PP que pueden incidir en la política catalana, y se siguen las indicaciones y sugerencias de la presidencia regional.

La moción de censura ha sido utilizada en dos ocasiones en España, y Rajoy ha analizado del derecho y del revés las consecuencias de cada una de ellas. Cuando Felipe González presentó la suya contra Adolfo Suárez en mayo de 1980 el líder socialista sabía que no tenía ninguna posibilidad de ganarla, pero necesitaba presentarse como alternativa creíble y rigurosa a los españoles que apenas llevaban tres años viviendo en democracia y todavía sentían recelos hacia un partido de izquierdas. Su intervención fue muy brillante, apareció como un político riguroso, responsable y con sentido de Estado, y eliminó muchas barreras mentales que aún existían en un sector de ciudadanos que miraba con recelo a los socialistas. Aquella moción allanó el camino hacia el triunfo electoral año y medio más tarde.

Nada que ver con la moción que presentó un bisoño Hernández Mancha poco después de ser elegido presidente de Alianza Popular. Felipe González, entonces presidente, lo aplastó parlamentaria y políticamente, y quedó claro que aquel joven no tenía la altura suficiente para dirigir el país. Ni siquiera para dirigir el principal partido de la oposición.

Mariano Rajoy está absolutamente seguro de que ganaría el debate con Zapatero y que podría presentar una alternativa de gobierno atractiva y creíble. Pero estos años, después de analizar con sus más directos colaboradores los pros y contras de una moción se censura, llegó a la conclusión de que después de haber gobernado, el PP sólo puede presentar una moción de censura para ganarla. Nada que ver con la situación de Felipe González en el 80.

Por tanto, no pasa por la cabeza de Rajoy presentarse como alternativa, pero sí va a insistir estos días en exigir a Zapatero que adelante las elecciones generales. Piensa que de esa manera afianza la idea de que Zapatero no está a la altura de las circunstancias, no ha sabido enfocar la crisis y no es capaz de aportar soluciones.

Las palabras de De Cospedal en la que decía que no se descartaba nada, hay que tomarlas al pie de la letra: nunca se descarta nada en política. Pero la moción de censura, el PP sólo la tiene prevista si hay garantías de ganarlas.

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