Doble fondo

Ruido, furia, un idiota...

Las paradojas, como los enemigos, hacen la vida más llevadera. Las primeras ponen de relieve la complejidad del alma humana, sus contradicciones. Los segundos son un mal necesario para recordarnos que siempre habrá alguien dispuesto a pisotearte y, por tanto, no hay que bajar la guardia y encomendarse al patrón.

Lo sabe bien Mariano Rajoy, que probó el amargo cáliz de la soledad entre la multitud tras su segunda derrota electoral ante Zapatero en 2008. En aquel diabólico congreso del PP en Valencia, en el que la vieja guardia del partido –con Esperanza Aguirre y José María Aznar a la cabeza de la comitiva del desplante– que le removió la silla salió trasquilada, hizo roca de su mandíbula de cristal. Y ahora se fuma un puro mientras presume de llevar la nave viento en popa camino de una reedición de la victoria del 20-N de 2011. El presidente del partido y ahora del Gobierno salió fortalecido como nunca y la bruja que quería darle con la escoba ahora quiere volar de nuevo a la alta política de su mano. San Saturnino nos proteja.

Los niños, seres angelicales, son los más crueles. La verdad siempre duele y esos pequeños demonios no tienen inconveniente en abofetearte con ella. Si eres feo, gordo o bajito, estás perdido. Ninguno es el caso de Pedro Sánchez. Nadie podrá llamarle tripón como una periodista escribía ayer del despreciable De Juana Chaos, como si hablar de un asesino diera licencia para comentarios poco agraciados. El guapo, el anterior, tiene un panorama muy feo. Da la sensación de que le mueven la silla entre bastidores casi desde que se sentó hace siete meses. Y ahora que se ha puesto serio en Madrid algunos ya no van a votarle al PSOE ni en broma.

Y el otro líder en ciernes, Pablo Iglesias, planea sobre Nueva York, meca del capitalismo, en busca de ideas e inspiración para su programa X mientras más abajo, en Venezuela, dan con el sanguinario bicho desfondado con el que los torticeros comentarios asocian al emergente. La campaña que se avecina, vecino.

Los que tienen todo muy claro están confundidos. El patrón de Pamplona no es San Fermín, sino San Saturnino, por ejemplo. Pues eso: el ruido, la furia y lo cuenta un idiota.

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